Mateo Salvatto: «La tecnología y la ciencia son clave para proyectar un país con más oportunidades» – GENTE Online
 

Mateo Salvatto: "La tecnología y la ciencia son clave para proyectar un país con más oportunidades"

La idea de que “la juventud está perdida” parece repetirse una y otra vez a lo largo de la historia. Sin embargo, con ideales altos y los pies en la tierra, los millennials buscan construir un mundo distinto. Emprendedor, apasionado por la robótica y la programación, comprometido con la sociedad, comparte su mirada del presente con visión de futuro.
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Los argentinos tenemos una relación rara y conflictiva con nuestro futuro. Malgastamos la mitad de nuestro tiempo reinterpretando el pasado, y la otra mitad obsesionados con el presente. Casi siempre nos olvidamos de parar un rato a pensar hacia adelante. Miramos para atrás con añoranza y desprecio al mismo tiempo: lo que fuimos y lo que no pudimos ser, gracias a -o por culpa de- otro. A la vez, parece que el presente es una interminable guerra contra nosotros mismos, siendo rapidísimos para identificar culpables en cada mesa, pero no logrando jamás dar con las soluciones a aquellos problemas de los que culpamos a otros.

Esta realidad que describo pone en peligro dos cosas totalmente primordiales para cualquier país: la interpretación seria de nuestro pasado y la planificación consciente de nuestro futuro. Y creo que para esta altura vamos a estar de acuerdo en que siempre fue importante mirar al futuro... Pero ahora es de vida o muerte. 

Para transformar la realidad y hacer cosas diferentes se requiere una pequeña dosis de ingenuidad y búsqueda incansable de la utopía

Estamos pasando por un momento absolutamente único y sin precedentes. Y no, no hablo de la pandemia. Sino del rapidísimo avance de la cuarta revolución industrial, que nos cambia las reglas de juego año tras año, y nos permite cruzar horizontes que antes ni imaginábamos. Sí, es cierto, es la cuarta revolución. Hubo tres antes. Pero en ninguna el impacto fue tan evidente y en tan poco tiempo como está pasando ahora. ¿Se acuerdan del mundo de 2010? Los smartphones y las redes sociales recién empezaban, casi no hablábamos de criptomonedas, ni de inteligencia artificial, ni de pagar con el celular, ni de computación cuántica, ni de autos autónomos, ni de educación a distancia, mucho menos de telemedicina. Pasaron sólo diez años... y se sienten como un siglo.

Ojo. Todo este avance tecnológico es un arma de doble filo. Puede ser la llave para construir una sociedad próspera que caiga muy bien parada en el mundo que se viene o nos puede llevar puestos como un tren, generando más desempleo, turbulencia sociocultural y aislamiento del mundo.

Me animo a llegar a la conclusión de que una sociedad que mira al pasado, se estanca en el presente e ignora el futuro porque “hay problemas más importantes”, tiene un riesgo muy serio de perder una de las ventanas de oportunidad más grandes de la historia.

Parece una descripción bastante pesimista, ¿no? O que vengo describiendo algo muy difícil de revertir. Son famosas las expresiones “este país es inviable”, “la única salida es Ezeiza”, acá no hay futuro”, entre otras. Bueno, esto es justamente lo que me dedico a combatir.

A mis 22 años estoy convencido de que este país es más que viable, con muchísimas oportunidades y un gran futuro por delante. Mateo, ¿estás delirando? ¿Estás bien? Sí, les juro que sí. Déjenme contarles. 

Mi apuesta para ganar la partida del futuro: La tecnología en las manos de las nuevas generaciones

Esta pequeña “estrategia” para hacer una apuesta (parte racional y parte emocional, no voy a mentirles) por una Argentina Potencia en el mediano plazo, está compuesta de varias consideraciones que parecen no tener relación entre sí pero que confluyen perfectamente. 

¿Arrancamos?

Primera parada: Todo lo que Argentina ya es, y todo lo que podría ser. El nuestro es el país latinoamericano con más premios Nobel, sumando cinco reconocimientos de la Academia Sueca, de los cuales tres son en ciencias. Y sí, ya lo sé: Todos ellos se criaron en una Argentina que para muchos ya no existe. Por eso siempre me gusta decir que somos también la cuna de cinco unicornios (empresas cuya capitalización de mercado es superior a los mil millones de dólares), siendo el país latinoamericano con mayor cantidad de este tipo de empresas per cápita, y sólo superado por Brasil en términos reales. Ni hablar de que somos la casa de la empresa más grande de toda la región. Muchas de estas organizaciones se encuentran a la vanguardia en términos de innovación tecnológica y se han desarrollado a pesar de las trabas que el país impone al desarrollo de negocios.

Cada uno es libre de trazar su futuro, y jamás me opondría a eso: ¿Querés ir a vivir al exterior? Buenísimo. ¿Querés quedarte y que luchemos juntos por el futuro de Argentina? Me encanta.

Nuestro capital humano en lo que refiere a la economía del conocimiento es reconocido en todo el mundo. Nuestro sistema educativo es pionero en la región. Contamos con capacidades instaladas en materia de ciencia, y ni hablar de la resiliencia, capacidad de adaptación, y empuje. No quiero sonar a “la argentinidad al palo”, ni mucho menos. Tenemos cosas malas también, pero casi nunca destacamos todas las buenas. Sólo mencioné algunas. Son factores clave para esta apuesta: los tenemos casi sin esforzarnos nada para conseguirlos. 

Ahora bien, si queremos aprovechar eso que tenemos y hacerlo crecer, debemos poder saltar la barrera que nos estanca: La obsesión por el presente.

Segunda parada: El cambio de mentalidad. “Argentina es inviable, pibe” es algo que todos los jóvenes crecimos escuchando de parte de los adultos. Me pasa en las redes sociales casi a diario: cuando expreso que confío en que este país tiene futuro me llueven insultos,  me tratan de ingenuo y de ignorar la realidad.

No culpo a quienes piensan que mi discurso es una venta de humo -como les encanta decir a los haters-, porque entiendo que este país y su dirigencia (política, sindical, empresarial) se han cansado de jugarle malas pasadas a las generaciones más grandes durante toda su vida. Entiendo perfectamente que crean que acá no hay salida. Justamente por eso mi apuesta está principalmente dirigida a los jóvenes aunque sin excluir a nadie, obvio. 

Estoy convencido de que el problema de Argentina no es de capacidad, sino de voluntad. Y ésta no es tan difícil de construir. ¿A qué me refiero? Fundamentalmente, los jóvenes tenemos que luchar para dejar atrás la constante guerra interna que azota a nuestro país desde hace más de un siglo.
Debemos entender que la mejor forma de asegurar un futuro próspero es colaborando, aceptar que todos estamos en el mismo barco, y dejar las diferencias superficiales de lado. 

Esta nueva generación -gracias a la tecnología- trae consigo dos componentes clave: la democratización del conocimiento y un altísimo condimento de responsabilidad social. Por un lado, tenemos mucha más información al alcance de nuestras manos. Somos capaces de conseguir un empleo o empezar un emprendimiento con lo que aprendimos en unos meses por Internet. Nos relacionamos con el mundo de una forma muchísimo más ágil. Por otro, las problemáticas sociales son cada vez más visibles. 

Cada vez es más difícil regular qué se cuenta y qué no -lo que trae consigo otros problemas como las fake news, pero eso es otro tema- gracias a la democratización de la opinión que generan Internet y las redes sociales. Esto último, sumado a nuestro gran interés por la sustentabilidad, la diversidad, la inclusión y la igualdad de oportunidades, genera un match absoluto.

Sé lo que estás pensando: “Pero Mateo, este país no puede aguantar tres décadas más así hasta que los jóvenes sean adultos”

Tercera y última parada: La tecnología acorta los tiempos de cambio. Como mencionaba antes, el rápido avance de la tecnología cambian constantemente las reglas del juego y nos hace lograr cosas que jamás creímos posibles. En esta vorágine, sucede algo espectacular: se pueden lograr cambios de todo tipo en mucho menos tiempo que antes, y hasta de forma más eficiente y económica. Esto significa que no hará falta esperar treinta años para ver cambios positivos si nos apoyamos sobre estas herramientas para realizarlos.

Sobre estas tres columnas fundamento mi apuesta por el futuro del país. Ahora, la apuesta en sí. 

Si las generaciones jóvenes nos unimos para trabajar juntos, tender puentes y colaborar independientemente de nuestras ideologías, entendiendo que la tecnología y la ciencia son claves para proyectar un país con más oportunidades, inclusión y diversidad, podemos empezar a revertir esta situación.

Si a esto le agregamos que cada vez más jóvenes tienen espacios de liderazgo en distintos sectores, hay una verdadera ventana de oportunidad en el mediano plazo para que nuestro país explote su verdadero potencial. Por todo esto estoy convencido de que tenemos un gran futuro por delante si tomamos las decisiones correctas.

Elegir y defender esta postura me ha valido acusaciones de todo tipo: “sos un ingenuo”, “vivis en una burbuja”, “te pagan los políticos para engañar a las futuras generaciones” o “querés que se queden acá para pagar sueldos más baratos” (sí, hasta eso, les juro). Ni siquiera hace falta desmentir lo segundo, y no me voy a oponer a lo primero: Para transformar la realidad y hacer cosas diferentes se requiere una pequeña dosis de ingenuidad y búsqueda incansable de la utopía.

Recuerdo como si fuera ayer cuando a los 17 años fui muy ilusionado a una gran empresa a contar mis ideas para mejorar Háblalo –app para personas con discapacidad que había programado a pulmón durante un verano– y uno de los muy poco ingenuos miembros de la mesa ejecutiva me bajó el proyecto de un hondazo por no tener un modelo de negocios rentable: “¿Cómo pensás pagar sueldos si no querés cobrarle a los usuarios ni poner publicidad en la app?”. Hoy, cuatro años después, Háblalo se convirtió en el primer desarrollo de mi primera empresa, Asteroid. Ya somos nueve personas trabajando ahí y asistimos con nuestra tecnología a más de 125 mil personas con discapacidad en 55 países sin cobrarles un solo centavo, y sin usar publicidad. Pagamos sueldos, y nuestro modelo de negocios suma cada vez más clientes. Por suerte fuimos lo suficientemente ingenuos para no abandonar nuestro convencimiento de que se podía ayudar a cientos de miles de personas sin cobrarles nada. 

Lo de “vivir en una burbuja” podía aplicar al Mateo de 16 años, que rara vez salía de la Ciudad Autónoma. Hoy habiendo trabajado dos años en el estado provincial y teniendo el grandísimo lujo de haber recorrido 19 provincias, sé que rompí esa burbuja y que incluyo en mi mirada a cada rincón de nuestro querido país.

Solo me resta por decir -o más bien, aclarar- que cada uno es libre de trazar su futuro, y jamás me opondría a eso: ¿Querés ir a vivir al exterior? Buenísimo. ¿Querés quedarte y que luchemos juntos por el futuro de Argentina? Me encanta. Un chango inteligente decía que seamos libres, y lo demás no importa nada. 

Abrí mi corazón y mi mente para convencerte de que este país está lejos de ser inviable: si trabajamos juntos, podemos volver a ver relucir toda su grandeza. Al menos ese es el sueño de este pibe ingenuo que hace poquito salió de su burbuja y está dispuesto a hacer todo para que tanto a él, como a vos, les vaya muchísimo mejor.

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