Un siglo de hazañas en el fin del mundo – GENTE Online
 

Un siglo de hazañas en el fin del mundo

Lo estará disfrutando como un triunfo personal. Esto ya no es de a tres... Exactamente. Acá no me doy vuelta y le pregunto a lo
s chicos "¿qué hago?". Pero

creo que voy por el camino correcto.

"Solicito permiso de vuestras excelencias para la pesca de lobos marinos en
alguna de las islas que en la altura del Polo del Sud de este continente se
hallan inhabitadas".

(Don Juan Pedro Aguirre, síndico del Consulado de Buenos Aires, 1818).

Así, apenas ocho años después de la Revolución de Mayo, se escribió el primer
antecedente de la presencia argentina en la Antártida.

Emilio Marcos Palma, Marisa de las Nieves Delgado, Daniel De Carli, Francisco
Javier Sosa, Silvia Analía Arnouil y Lucas Daniel Posse son ciudadanos
argentinos. Palma, el mayor, tiene 26 años. Silvia, la menor, 24. Son gente
joven y común. Sin embargo, algo nada común los une: los seis, entre 1978 y
1980, nacieron en el fortín Sargento Cabral de la Base Esperanza (63º 24´ S 57º
00´ W), emplazado para oficiales y sub- oficiales del Ejército, sus mujeres y
sus hijos.

Por eso, el pasado domingo 22, al cumplirse un siglo desde el día de 1904 en que
el científico escocés William Bruce le vendió a la Argentina, en 5 mil pesos, la
modesta casa Ormond (una planta, madera, piedra), semilla de la Base Orcadas,
acaso revivieron el orgullo de ser antárticos.
Y eso -ser antárticos- no es poca cosa. Quien esto escribe, alguna vez enviado
especial a la Base Marambio, recuerda muy bien la definición de un oficial: "Los
antárticos, los que cumplimos misiones de un año o más en esta maravillosa
desolación, no somos una secta, pero sí una cofradía. Muchos creen que venir
aquí es sólo vestirse de color naranja, tomar mate y esperar que el tiempo pase.
No, para nada… Levantarse cada mañana e izar la bandera en este confín del mundo
es… ¿cómo explicarle? Es algo que tiene trascendencia, y hasta algo de
eternidad".

GRABADO EN EL HIELO. Desde aquel remoto Don Aguirre que pidió permiso para
pescar hasta el domingo en que el rompehielos Almirante Irízar, empavesado,
encendió a giorno sus reflectores, inundó la planicie helada a golpes de sirena
e iluminó el cielo con bengalas rojas, verdes y amarillas para celebrar los cien
años del instante en que el cadete Hugo Acuña, de 18 años, recibió la casa
Ormond y escribió en su diario "Hoy arrié la bandera del león escocés, hice
flamear el pabellón nacional y puse en funcionamiento la primera estafeta postal
de la Antártida", todo fue presencia, sacrificio y hazaña.

Muy larga es la lista (el país llegó a tener dieciocho bases), pero con algunos
hitos insoslayables. En 1927, la primera estación radioeléctrica. En 1947,
primer vuelo desde el continente hasta el Círculo Polar: quince horas sin
escalas en un Douglas C-54 piloteado por el contralmirante Gregorio Portillo y
el capitán Gregorio Lloret. En 1955, el rompehielos General San Martín y otros
seis buques penetraron en el Mar de Weddel, relevaron la barrera de hielos
Filchner y alcanzaron, al mando del comandante Alicio Ogara, la mayor latitud
jamás lograda antes por buque alguno: 78º 01´ S. En el verano de ese mismo año,
a bordo de un frágil monomotor, el coronel Hernán Pujato descubrió los cordones
montañosos de Santa Teresita y Diamante y la meseta Ejército Argentino. En 1969,
el 29 de octubre, un Fokker F-27 deslizó por primera vez sus ruedas en una pista
de barro y piedras y abrió el puente aéreo intercontinental: el momento
fundacional de la Base Marambio. Tres décadas después, otro enviado especial de
GENTE evocó así la epopeya de abrir ese surco: "Omar Aimaretti tenía 33 años
cuando vio nieve por primera vez. Llevaba tiras de suboficial auxiliar de la
Fuerza Aérea y le habían extirpado el apéndice en Buenos Aires, como a todos los
destinados a largas misiones. Junto con veinte compañeros recibió la misión de
construir la primera pista para aviones de gran porte. No recuerda haberse
bañado durante los dos meses siguientes. Vestía camiseta, remera, camisa
leñadora, pijama, pulóver, calzoncillos largos, tres pares de medias de fútbol,
botas y pantalón y campera térmicos. Derretía la nieve con un calentador a
kerosén y así fabricaba su agua. El baño era a cielo abierto: una ladera
. ´Bajarse los pantalones era bravo… Las nalgas te quedaban duras como madera´,
recordó. Dormía en carpa y comía sopas deshidratadas, albóndigas en lata, carne
charqueada, caramelos de miel y chocolate. Sufrió temperaturas de hasta treinta
bajo cero. Cuando la pista tuvo trescientos metros de largo por veinticinco de
ancho, dijimos: ´¡Misión cumplida!´, y esperamos la llegada del Fokker".

LAS MISERIAS DE LA POLITICA. Desde 1959 en adelante, a través de bases,
dotaciones y misiones permanentes, el país aportó al Tratado Antártico firmado
en Washington ese año, investigaciones clave de Meteorología, radiación nuclear,
auroras, Glaciología, Ionosfera y silbidos, mareas, Oceanografía, geomagnetismo, geoelectricidad, Sismología, Gravimetría, radiación cósmica, Biología,
Microbiología y Fisiología humana. Sin embargo, cuando esos avances científicos
exigían seguir y hasta crecer, el gobierno de la Alianza (Fernando De la Rúa),
amparado en el decreto de ajuste económico, decidió cerrar las bases Orcadas,
Esperanza y San Martín, que junto con Marambio, Belgrano II y Jubany costaban
apenas 1.587.850 pesos por año, más un millón, también anual, por el transporte
de elementos esenciales para las dotaciones. Los antárticos, los hombres de la
cofradía, todavía no se han resignado."Eliminar casi la presencia argentina en
la Antártida para ahorrar un poco más de doscientos mil pesos mensuales… no
merece comentarios: el hecho habla por sí mismo. Basta un dato: de las dieciocho
bases y refugios que hubo alguna vez, sólo quedan tres permanentes y siete
temporarias
", dicen.

Sin embargo, el espíritu no se ha perdido. Cada mañana, en lo que queda, alguien
iza la bandera, y vuelve a ser el cadete Acuña.

El rompehielos Almirante Irízar en operaciones rumbo al rescate de un buque atascado en la infinita trampa blanca. En su bitácora lleva escritas muchas aventuras similares.

El rompehielos Almirante Irízar en operaciones rumbo al rescate de un buque atascado en la infinita trampa blanca. En su bitácora lleva escritas muchas aventuras similares.

Un fantasmal paisaje del confín sur del planeta. Un hombre en el medio de la soledad junto a la cruz que recuerda a un caído en misión.

Un fantasmal paisaje del confín sur del planeta. Un hombre en el medio de la soledad junto a la cruz que recuerda a un caído en misión.

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