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Tremor

Leonardo Martinelli es un músico multifacético. Inicialmente baterista, exploró con casi todos los instrumentos “convencionales”, incluso con objetos de la vida cotidiana como cubeteras y aspiradoras. Y, a pesar de lo que se podría pensar, sacó música de ellos. Además de trabajar como compositor, colaboró en obras de teatro y en 2006 ganó el Premio “F” a las artes, otorgado por el Laboratorio de Experimentación Artística y el Faena Group. Allí, uno de los jurados era el líder de Soda Stereo, Gustavo Cerati.

Para su más reciente placa, resignificó y revaloró elementos propios del folclore argentino y plasmó huaynos, malambos y sayas en plan electrónico. El resultado es uno de los álbumes con mejores críticas de 2008 y un viaje experimental a través de un nuevo modo de ver la música. Viene de girar por Estados Unidos con el Colectivo Zyzek, conjunto conocido por mezclar cumbia y reggaetón con dance extremo, y enfrenta esta entrevista con la sonrisa cómplice de saber que se trae algo interesante entre manos. Veamos de qué se trata.

¿En qué consiste tu experimentación sonora?
–Toda la historia del proyecto y de mi música es muy espontánea y casual. Toco varios instrumentos, mi formación es tan variada como mi gusto. Estudié en el Conservatorio Superior de Música Manuel de Falla, pero no era fan de la música clásica. También me gusta el jazz, el rock y la electrónica. Hace 8 años se me ocurrió experimentar con el folclore andino y ver qué pasaba si trataba de combinar esos mundos que me gustaban. Mi primer acercamiento fue con la música del norte argentino: ficus, charangos, electrónica y objetos cotidianos. Landing, el disco anterior se trata básicamente de esta combinación.

¿Por qué no incluís vocales en tus composiciones?
–Me encantan el formato canción, pero siento que hay una historia re pesada de canciones en la música popular; enorme. Me interesa mucho tratar de encontrar un lenguaje propio y con la música instrumental encontré un sonido bastante personal. Con el aspecto vocal no me siento tan cómodo y no tiene que ver con lo que quiero contar en este momento.

¿Sufriste el prejuicio que asume que la música instrumental suena como ambiente o funcional?
–Pocas veces. La música de Viajante, de movida, no es amable. Siempre tiene momentos subversivos, hay muchos ruidos y espacialidad. El disco te pide que lo escuches, porque en líneas generales es más áspero. Aunque en algunas revistas especializadas me tildaron de ¡folclore cool!

¿Cómo se te ocurrió usar elementos del folclore y sumarlos a tu experimentación de sonidos?
–En los ritmos tradicionales hay muchos lenguajes a los que se los puede sacar de contexto y resignificar. El charango no necesariamente tiene que tocar un carnavalito. La búsqueda parte desde ahí. Desempolvé algunos elementos, respetándolos pero también perdiéndoles el miedo para poder explorar. Fue una manera de revalorarlos. No se trata de hacer un folclore nuevo o un folclore tecno, sino de hacer otra cosa. Pasó un poco con el tango al que llamaron electrónico. Lo pusieron en una cajita y en realidad no hubo ninguna búsqueda, fue sumarle un saco más moderno arriba. Acá, morfológicamente todo es diferente.

¿Y qué pasó con el público norteamericano, en tu gira con Zizek?
–En Estados Unidos, la cumbia colombiana se puede entender. En cambio el folclore argentino pasado por mi filtro, era algo que no comprendían y les sorprendía. Eso es positivo y, en general, nos fue bien. En Nueva York tocamos un lunes para 300 personas. Quedamos fascinados. No voy a decir que la rompimos, nada que ver. En Chicago vinieron 40 personas, por ejemplo.

¿Tenés miedo de que se lo confunda como un boom de “folclore electrónico”?
–Sí, sobre todo en la Argentina. Porque todos esos booms tienen un ciclo. Cuando salió Gotan Project y tuvo éxito, después aparecieron 700 mil que hacían lo mismo y finalmente todo terminó pareciendo algo berreta que a nadie le gustaba. Estoy tranquilo porque está claro que lo mío no es comercial. En el exterior veo factible que lo de la electro cumbia pegue, pero el folclore no tiene la misma naturaleza bailable. Mientras a mí me vaya lo suficientemente bien como para sacar otro disco, ya está.

Adelantanos algo de cómo serán las performances en vivo en el Centro Cultural.
–Es en formato trío, integrado por Camilo Carabajal, hijo de Cuti, en bombo legüero, que es la energía de la tierra, la sangre del grupo; Fernando Farrez, el científico loco del grupo, experto en síntesis, es el nexo entre lo digital y el vivo, y yo, que toco guitarra eléctrica, ronroco, teclados y bombo. Somos todos bateristas en realidad, e incluso hacemos un set a tres bombos muy tribal. Se van a encontrar con un show que tiene mucha tracción a sangre y es bastante roquero en algunos momentos, a pesar de que se piense lo contrario.

Más info: viernes 20 y 27 de junio a la medianoche en el Centro Cultural de la Cooperación, Av. Corrientes 1543, Capital Federal. Entrada: $10.

Más información: Página oficial de Tremor.

Ese es el nick de Leonardo Martinelli cuando está mezclando folclore con música electrónica.

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El más reciente disco de Tremor.

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