Tienen 9 y 11 años, y ya estuvieron presos 42 veces – GENTE Online
 

Tienen 9 y 11 años, y ya estuvieron presos 42 veces

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Sus datos personales constan prácticamente en todos los juzgados de menores
de la capital bonaerense. Tienen sólo 9, 11 y 13 años, pero sus actos delictivos
ya los llevaron 42 veces a dormir en comisarías. Son hermanos, integran una
familia numerosa que vive en un humilde barrio del Gran La Plata. Y por sus
andanzas los hicieron conocidos como La banda de los ladroncitos. La policía y
los comerciantes los identifican con facilidad: son chiquitos, desaliñados, se
nota que están desnutridos. Pero a la hora de robar, parecen mayores.

El subjefe de la comisaría primera, Rubén Mainet, afirma: "Cuando son detenidos,
se muestran sumisos, no agreden y agradecen el trato, la comida y la cama que
ocupan".

El comisario Daniel de la Portilla, a cargo de los casos de menores desde hace
siete años, manifiesta: "Jamás vi algo semejante. Hace unos años llegaban por
provocar peleas o agredir a mayores, pero el tema se fue agravando, pasaron por
armas de juguete y ahora actúan con cuchillos. No me sorprendería pronto que
aparezcan con un arma de fuego".

Quizás la respuesta podamos hallarla en el propio hábitat, el barrio Las
Quintas, donde se asegura que no es difícil conseguir un "fierro". La geografía:
calles de tierra, casillas de chapa y cartón, pibes deambulando en algunos casos
con los pies descalzos. Llegar a la vivienda de 527 y 141 implica atravesar un
irregular camino y el constante cruce de miradas alertas.

En una casa de ladrillos a medio construir, con ropa tendida al frente,
encontramos a la madre de las criaturas, Luisa Clara Gutiérrez (35). El cuadro
es desolador. Las ventanas están tapadas por maderas, adentro no hay muebles.
"Nos quieren desalojar, pero mire, no tenemos nada, ni abrigo, y mucho menos
dinero", justifica. Y continúa su lamento: Por el momento -según dice- su marido
es el único sostén económico, cartonea y reúne cinco pesos diarios. "Me dieron
un plan social, pero no pude cobrarlo porque perdí el documento. Antes fui hasta
el Consejo de la Familia pero no me dieron nada, ni una frazada
".

El barrio se alborota. Los vecinos se asoman. Luisa tiene 9 hijos. La mayor, de
19 años, y el menor, de un año y siete meses. Algunos nos rodean, amenazan con
piedras, luego piden cigarrillos. Uno de ellos tiene apenas 8 años, pero no le
tiembla el pulso y pita ante la indiferente mirada de su
madre.

-Luisa. ¿Qué pasa con sus hijos?
-Nada, el dinero no alcanza. Ellos salen a pedir o a vender lapiceras y unos
hilos...

-Pero luego delinquen...
-Lo que hicieron está mal y lo están pagando, están detenidos... Nuestra
situación es muy difícil, nos quieren echar de esta casa...

-¿De quién es?
-No sé, pero el dueño puso un abogado. Sé que hay un dueño, pero no tenemos
dónde ir, no podemos irnos...

-Volvamos a los chicos...
-Lo que yo puedo decirles es que entraron a un juzgado, de ahí los llevaron a un
internado y se fueron escapando y haciendo así... (se detiene). Ehhhh… no
vuelven a mi casa. Me entero de lo que hacen por los vecinos y por los diarios,
porque ellos salieron del instituto de menores y no volvieron acá, se quedaron
en la calle.

-Cometiendo delitos...
-No sé. Creo que a uno lo llevaron a Azul y la nena está en la Comisaría de la
Mujer...

-¿Usted los va a visitar?
-(Duda). Sí... Lo que pasa es que en los medios le ponen el apellido Acosta a
todos los pibes de la calle, pero yo tengo solamente nueve hijos y una nieta...

Sus palabras tienen parte de verdad. Una de sus hijas, de 13 años, está en la
Comisaría de la Mujer, pero dos de los varones, de 9 y 11, fugaron en pocas
horas cada vez que fueron llevados al centro de admisión de la Subsecretaría del
Menor.

Los registros policiales son terminantes: en lo que va del año, los chicos
asaltaron varios negocios céntricos y a un taxista en Las Quintas. Usaron
pistolas 9 milímetros de juguete y cuchillos. Peluquerías, zapaterías,
polirrubros y lencerías fueron sus blancos. La Ley 10.067 los ampara: preserva
la identidad del menor, y para proteger su integridad prohíbe su alojamiento en
comisarías e institutos cerrados. Van a los abiertos, desde donde, luego de
comer todo lo que pueden, se escapan con tranquilidad. De allí vuelven a las
andadas, estudian a sus víctimas y ponen en marcha una vez más este círculo
vicioso que, para muchos especialistas, se asemeja a una ruleta rusa con
licencia del Estado. En la que nadie sabe quién puede ser la próxima víctima.

Dos de los hijos de Luisa al ser detenidos el miércoles. Tras ser trasladados a un instituto de menores, fugaron a las seis horas. Luisa, la madre (arriba), frente a su casa del barrio Las Quintas.

Dos de los hijos de Luisa al ser detenidos el miércoles. Tras ser trasladados a un instituto de menores, fugaron a las seis horas. Luisa, la madre (arriba), frente a su casa del barrio Las Quintas.

Noemí (50), propietaria de una zapatería en diagonal 80 entre 1 y 2, soportó momentos de tensión al ser asaltada: Entraron pidiendo moneditas, pero fueron a la caja, me apuntaron con un arma -que después me enteré era de juguete-, y se llevaron 70 pesos. Salieron corriendo y fueron detenidos a las pocas cuadras. Tenían una actitud agresiva y no parecían drogados ni alcoholizados. A pocos metros del local había un policía, pero su presencia no los amedrentó".">

Noemí (50), propietaria de una zapatería en diagonal 80 entre 1 y 2, soportó momentos de tensión al ser asaltada: "Entraron pidiendo moneditas, pero fueron a la caja, me apuntaron con un arma -que después me enteré era de juguete-, y se llevaron 70 pesos. Salieron corriendo y fueron detenidos a las pocas cuadras. Tenían una actitud agresiva y no parecían drogados ni alcoholizados. A pocos metros del local había un policía, pero su presencia no los amedrentó".

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