«Soy la voz de la gente. De los que quieren decir algo y no pueden» – GENTE Online
 

"Soy la voz de la gente. De los que quieren decir algo y no pueden"

Che, Tito, ¿adónde está el Pelado?
La pregunta de GENTE va para Tito Verenzuela, el guitarrista, en un pasillo del Gran Rex, el miércoles 13, durante la entrega de los premios Gardel. La Bersuit ya ganó Mejor álbum grupo de rock, pero el Pelado no subió a recibirlo.

Tito responde con gestos. Primero hace que no sabe, después hace como que el Pelado se quedó dormido. El tema es que el Pelado llega cuando tiene que llegar. Está medio nervioso:
"¿Qué voy a decir? ¿Gracias por este regalo, Dios?", se pregunta. Viene la pausa, le piden que vaya a sentarse con sus compañeros: "No b…, no puedo ir ahora." Desde el escenario, Roberto Petinatto adelanta que después de la pausa se entregará el Gardel de Oro al Album del año. Y ahora sí. Gustavo Cordera, el Pelado, va con la fija del ganador. Y ganará. Se lo dedicó a su gente, y a los 193 chicos muertos en Cromañón, consciente de que el Gardel de Oro fue el clavo final, una frutilla
del establishment para darle forma final a algo que ya se sabe desde hace rato: que Bersuit, hoy por hoy en el mondo rock y en el mondo música, es el fenómeno más convocante, más vendedor y más paradigmático. Y es por causa o culpa de su cantante, letrista y propagandista, Gustavo Cordera, edad 43. Porque siempre es Cordera y la Bersuit.

AL JOVEN CORDERA, de Lanús (club, además, al que está asociado), estudiante de la Escuela Nacional Próspero Allemandri, le tocó lo siguiente: "Yo tuve una adolescencia muy dolorosa. Nunca había podido levantarme una mina. Iba y rebotaba en todos los bailes. Yo lloraba todas las noches cuando tenía 15, 16, 17 años…". Como muchos muchachos de este mundo, debutó en un burdel. Después, estudió Comunicación Social y vendió autos en Cordera Hermanos, el negocio familiar, y empezó a ganar plata. Hasta que un día se fue a Brasil. Algo le habrá hecho clic -o crack- en la cabeza:
"Vendía autos, tenía novia, vivía con mis viejos, era mucho más viejo que ahora. Estaba la hiperinflación, y yo volvía fumando marihuana, rapado, y con decisión para hacer las cosas." Tiró todo, y se impuso vivir de la música, pase lo que pase.

PARA SU MADRE fue doloroso. Quería hijo profesional. Su padre, que había sido cantor de tangos, se lo bancó. En 1988, en la Casa de las Artes de la Vieja Avellaneda, un punto de la bohemia de por ahí, conoció a los demás Bersuit. De esa época, hoy quedan Pepe Céspedes, el bajista, Juan Subirá,
tecladista -los cráneos musicales de Bersuit-, y el baterista Carlitos Martín. De nombre provisorio, Henry y Los Palanganas. Una vida que nada tiene que ver con autos usados. Cordera tuvo que parar la olla, bueno, como se podía pararla:
"Mirá… yo en ese tiempo empecé a vivir de lo que daba la calle. Salí a robar. Nunca con armas, ¿eh? Supermercados, farmacias, lo que podía. Nunca a un laburante…". Por entonces, ya estaba con su mujer, Estela, y su hija, Aylén. "Paraba en cualquier lado. Mi preocupación era que a la nena no le faltaran los pañales. Pero como estaba en el reviente la guita no me alcanzaba. Y caí, caí, caí." Vivió de okupa en Dock Sud, vendió sandwiches, ensalada de fruta, todo con materia prima conseguida quién sabe cómo. A lo último, amplió la gama de productos con sopa paraguaya y chipá, en la Feria de Mataderos.

En esa época -corría 1995- Cordera tenía un hábito medio destructivo de tomarse el mundo por la nariz, y la banda, en vivo, era una fuerza de choque, entre el hedonismo cachondo y machista y la política anti-política, que no se había desarrollado mucho. En vivo, en Cemento, en el Condon Clú, en el Ander, era temblor: la venganza lumpen contra el poder.

Hasta que apareció Gustavo Santaolalla, productor de productores, con su sello Surco, y ¡pum!, surgió Libertinaje, el cuarto disco, en 1997. El estallido, con temas como Se viene. Y Cordera, que se terminó de convertir en Cordera de Bersuit. El anti-político y su batallón verbal.

EL PELADO tenía por costumbre bajarse los pantalones de vez en cuando. Dijo al respecto: "Saber que puede haber un presidente, un ministro, o un juez y sus hijos, fundamentalmente sus hijas, mirándome cuando me bajo los pantalones, me produce un placer enorme. Es una manera de devolver el regocijo que ellos sienten cuando nos hacen m…" Y casi sin querer, Libertinaje rozó las 100 mil placas vendidas. Poco después, Cordera se compraría departamento en San Telmo, dejaría atrás los demonios nasales, y desarrollaría el personaje. El año pasado, llegó el doble disco La Argentinidad al palo: 270 mil copias vendidas entre sus dos volúmenes, el álbum más vendido de 2004. El fenómeno se hinchó a proporciones desmesuradas. Y no hablamos de un himno patriótico, o patriotero.

Es un catálogo de las distintas miserias del ser nacional: las canchereadas, las chicas más lindas del mundo, hasta los políticos corruptísimos, pasando por las hazañas deportivas. Está en Bersuit, también, una capacidad increíble, más allá del cachondeo burdo, de la protesta de trinchera. Protesta, sí, pero canciones hermosas también. "Soy la voz de la gente. De los que quieren decir algo y no pueden", se autofiniría Cordera. Más hermoso, es su número en vivo, Hociquito de ratón, donde las chicas tienen que, según el Pelado, pelar. A veces se suben al escenario una, dos, cinco y más. Como el último sábado 16 de abril, en Casilda, Santa Fe, cuando en masa, una docena de chicas dejaron sus atributos al aire al levantarse las remeras, en un rito que -más allá del escándalo- es una marca registrada.

Y la última reivindicación de Cordera y los suyos tiene nombre de prócer del rock: Andrés Calamaro. Lo recuperaron de España, del exilio y los tóxicos. Ahora, la Bersuit es su banda de apoyo para su regreso al vivo. Y el Pelado es su DT, su amigote espiritual que lo respeta. En mayo, la Bersuit entra a grabar nuevo disco. Ya tienen cincuenta temas en carpeta.

LOS VECINOS DE SAN TELMO a veces lo ven pasar a Cordera. Su departamento sigue en un edificio medio viejo. Sale al quiosco, lleva a sus hijos al colegio. Tiene tres. Gino, el más chico, es socio de Lanús, como papá. En el verano, los lleva a La Paloma, Uruguay, a ellos y a su mujer, con su Renault
Kangoo, la reposera, el balde y la palita, como cualquier hijo de vecino que curte la paz pueblerina en la más que familiar playa de La Aguada. Quién diría que ese pacífico pelado en ojotas es el roquero que con sus transgresiones convoca multitudes de adolescentes… Allí, en la arena, el tipo corre, nada, y hasta hace yoga de vez en cuando. En fin, la normalidad al palo.

Gustavo Cordera, este verano, en la piscina de un hotel cordobés. ¿Planes de la banda? Lanzar un DVD, tocar en los Estados Unidos y Puerto Rico, dos funciones en el Luna
Park, y grabar un nuevo disco. En la ceremonia de los Gardel, sellevaron dos estatuillas, incluido el premio mayor.

Gustavo Cordera, este verano, en la piscina de un hotel cordobés. ¿Planes de la banda? Lanzar un DVD, tocar en los Estados Unidos y Puerto Rico, dos funciones en el Luna
Park, y grabar un nuevo disco. En la ceremonia de los Gardel, sellevaron dos estatuillas, incluido el premio mayor.

El grupo en febrero, durante el Siempre Rock, en Cosquín. En primer plano, Cordera. Detrás, el bajista
Pepe Céspedes. Sus shows, una cosa de multitudes.

El grupo en febrero, durante el Siempre Rock, en Cosquín. En primer plano, Cordera. Detrás, el bajista
Pepe Céspedes. Sus shows, una cosa de multitudes.

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