«Sólo le pido a Nati que me lleve con ella» – GENTE Online
 

"Sólo le pido a Nati que me lleve con ella"

La casa es humilde pero amplia. Tiene un jardín
de pasto ralo que gana todo

el frente y unas tejas rojas que hacen más prolija la fachada. En el living,
Juan, el padre, está echado sobre un sillón negro y mira la nada de un televisor
encendido que, lo mismo le resultaría, podría no estar encendido o no ser un
televisor. Hilda, la madre, es una sospecha. Está, sí, pero como están las
presencias que se dejan adivinar detrás de una puerta, en este caso, detrás de
la puerta del cuarto del fondo. De entrada, Hilda, no va a dejarse ver.

A Natalia Di Gallo la asesinaron en la madrugada del lunes 29, presuntamente.
Había salido de su casa, en el Barrio Don Orione de Florencio Varela, a las once
de la noche del domingo 28. Con su amigo, Nicolás Gómez, a bordo de un Renault
11, fueron hasta el Parque Pereyra Iraola. Allí, según el testimonio de Gómez,
fueron atacados por un hombre robusto, mal afeitado, de barba candado, que lo
metió a él en el baúl y huyó con Natalia. Pero ni Juan ni Hilda, ni Gabriela, ni
Darío (sus hermanastros), ni la tía Marcela, ni la prima Karina creen en lo que
Gómez dice. No creen que hayan sido atacados, y si lo fueron, no creen que haya
sido casual: "Si él no la mató, entonces es el entregador", dice Gabriela.

Son las seis de la tarde y el jardín se va haciendo un gentío: amigos, amigos de
amigos, vecinos repentinos, periodistas, llenan el espacio de la ligustrina para
acá. De la ligustrina para allá, la zanja y la calle de tierra. Gabriela, de
pronto, se pierde detrás de la puerta del cuarto del fondo. Lleva un mate, es el
segundo que lleva y eso es todo lo que ha llevado y va a llevar hasta el cuarto
donde Hilda sigue siendo la idea de una presencia. Vemos viejas fotos, algunos
retratos y el cuarto de Natalia, pequeño, con peluches y velas artesanales sobre
las mesitas de luz, junto a la cama breve que alguien dejó bien hecha.

"Mi mamá va a recibirlos, pueden pasar". Gabriela comanda. En medio del
desgarro, lleva, trae, avisa, atiende el teléfono, prepara jugo, coordina lo que
nadie más en esa casa está en condiciones de coordinar.

Entrevista con el desconsuelo. Hilda está acostada, tapada con sábana y frazada
hasta la mitad del cuerpo, y no responde el saludo. Sólo hace dos golpecitos
sobre la cama, a su derecha, con la palma de la mano abierta. Entonces me siento
a su lado.

-¿Qué relación tenía con su hija?
-Ella tenía un carácter muy fuerte y no había forma de hacerla hacer algo que no
quisiera. Yo no tengo dudas de que se defendió hasta el último minuto de vida,
pero pobre, era muy flaquita, a quién le iba a hacer fuerza. Nos llevábamos
bien, pero no me dejaba entrar mucho en su mundo y yo se lo respetaba.

-Usted dejó de comer después de la muerte de Natalia, ¿por qué?
-No quiero ni comer ni tomar agua, porque sé que el agua me va a mantener viva y
yo no encuentro motivo para seguir viviendo. Yo sólo quiero estar donde está
Nati, donde sea que esté.

-¿No tiene fuerzas para salir adelante?
-Es que no quiero salir adelante. Todo el tiempo le pido a Nati que me lleve con
ella, y tengo esperanza en que me lo cumpla. Yo le pedía: "Nati, guianos para
que te encontremos
". Y a las horas apareció su cuerpo. Ahora le pido que me
vuelva a escuchar y que me lleve adonde ella está. Sólo quiero dormirme y
despertar junto a Nati.

-Gabriela y Darío también son sus hijos.
-Pero ellos ya tienen la vida hecha, ellos ya están. Tampoco voy a cortarme las
venas ni a meter los dedos en el enchufe. Sólo tengo que esperar que el cuerpo
se deje morir, que se desvanezca.

-¿Qué la lleva a creer que Nicolás Gómez miente?
-No cierra lo que dice. Tal vez Nicolás sea inocente de la muerte de Natalia,
pero no lo es de haberla llevado hasta un lugar donde ella no quería ir. De
todas formas, ya no me importa lo que diga. Ni siquiera me importa si encuentran
o no al asesino de Nati. Escuché decir a muchas madres que la justicia les
alivia el dolor. A mí, no.

-¿Usted es una mujer de fe?
-Sí, pero las oraciones y las misas que hicimos sólo me dieron una hija muerta.
No hay nada que me pueda ayudar hoy, ni siquiera mi fe. Sólo Nati me puede
ayudar. Yo sé que en algún lugar me está esperando. Anoche dormí en su cama con
la esperanza de recibir algún mensaje de ella.

La pieza tiene paredes blancas, una cama doble de diseño en gris y negro,
laqueada igual que la cómoda. Hay dos espejos rectangulares, uno más pequeño, y
un perchero de caño pintado, poca cosa. Hilda estira las sábanas azules y se
acomoda. No mira cuando habla, como si las palabras no necesitaran el énfasis de
gestos que las completen. Los ojos cuelgan la mirada en un punto allí delante,
un punto que no es ningún punto y así, suspendida la cara y el cuerpo, dice lo
que dice, lo que hasta ahora ha dicho. Entra Juan, despacio, y se sienta en el
filo de la mesita de luz. Juan es un hombre humilde que ha ido levantando casa y
familia a pura changa y rebusque. No es un hombre culto ni ha deseado serlo. Sin
embargo es capaz de pensar la venganza con una hondura que sería la envidia de
Rey Lear: "Ir a buscar venganza es salir a matarnos el doble de lo que vamos a
morir de hoy en adelante".
Lo dice un vendedor de espuma artificial en los corsos de Florencio Varela que hasta hace poco vivía de lo que pescaba en las
aguas del Salado.

-¿Salía mucho Natalia?
Hilda y Juan ni se miran, como si no precisaran consensuar ni siquiera el tono
de lo que ya saben que van a responder. Juan habla primero: "Nunca más de una
vez por semana. Ese domingo salió porque nos pidió por favor y cuando yo le
decía que no, no le costaba más de cinco minutos convencerme. Con un NO esa
noche, hoy estaría acá. De todas formas, no siento culpa, porque jamás descuidé
a mi hija. Si pensara que tengo alguna responsabilidad en lo que le pasó a
Natalia ya mismo me pegaría un tiro en la cabeza"
. Hilda habla después: "Esa
noche ella llevaba su celular y yo me quedé dormida. Tal vez la podría haber
llamado cuando vi que no llegaba, pero no, tampoco, no me engaño, no hubiera
servido de nada".

La investigación. Las pericias sobre el cuerpo de Natalia determinaron que
recibió cuatro golpes en la cabeza que sin embargo no fueron los que le
provocaron la muerte. Tampoco, por el deterioro del cuerpo, se ha logrado
establecer si se consumó alguna clase de abuso sexual o no. Y aunque los
investigadores tienen ganas de creerle a Nicolás Gómez y aunque la familia no le
cree ni un poco, y aunque faltan pruebas, y tiempo, y testimonios, la
investigación que encabeza el fiscal Claudio Pelayo va por un resultado, un
culpable, un asesino.

Sábado 3. Cementerio Parque La Gloria de Florencio Varela. Juan e Hilda Di Gallo, las caras cruzadas por el dolor más profundo, entierran a su hija Natalia.

Sábado 3. Cementerio Parque La Gloria de Florencio Varela. Juan e Hilda Di Gallo, las caras cruzadas por el dolor más profundo, entierran a su hija Natalia.

No quiero ni comer ni tomar agua, porque se que el agua me va a mantener viva y yo no encuentro motivo para seguir viviendo" ">

"No quiero ni comer ni tomar agua, porque se que el agua me va a mantener viva y yo no encuentro motivo para seguir viviendo"

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