“Siempre me resultó más fácil pelear por los demás que por mí misma” – GENTE Online
 

“Siempre me resultó más fácil pelear por los demás que por mí misma”

Con disciplina, sudor y lágrimas consiguió que Cristian Ponce (bailarín de 26 años) alcanzara su sueño: el de la casa propia para él y su familia que, hasta anoche, dormían en un galpón prestado en Mechongué. Ganar el concurso Bailando por un sueño de ShowMatch (la final tuvo picos de 32 puntos de rating) era un desafío ajeno que peleó como suyo. Y tanto se lo apoderó que lamentó no tener dinero para comprarle ella misma el techo en caso de que su partenaire perdiera. Pero eso no sucedió. El último lunes, juntos, le ganaron a Dady Brieva y Mirtha Lima en la gran final. El pibe se quedó con el premio. Ella, con el mérito de haberlo acompañado. Ahora, la pregunta: ¿quién es esta mujer que volvió a coquetear con la danza sólo para que un soñador concrete su anhelo?

Carmen Barbieri carga con su propia historia, una que viene escribiendo desde hace 51 años. “Nunca fui pobre –dirá–. Pero sé bien lo que cuesta tener la casa propia. De hecho, yo alquilo y todavía no terminé de pagar la mía. Todo lo que soy, todo lo que tengo, me costó sudor y lágrimas. ¿Cómo no me iba a sumar a esta ambición de Cristian?”.

Las memorias de esta rubia de boca gigante cuentan que fue la hija de Alfredo (el actor amigo de Gardel que llegó a ser primera figura de las revistas porteñas), que de nena se divertía espiando a su vecino de al lado (el cantor flamenco Miguel de Molina) para poder imitarlo, que en plena adolescencia fantaseó con convertirse en monja de clausura, influenciada por los retiros espirituales que le organizaban las hermanas del colegio La Anunciata, que se convirtió en una mujer de curvas exuberantes, que triunfó como vedette y que vivió las alocadas noches porteñas de los sesenta y setenta. “Ningún hombre me duraba, y menos la plata –reconoce hoy–. A todos los encaraba yo. Tenía un cuerpo tan impactante que ninguno se me animaba. Buscaba relaciones frías, poco profundas, le temía al compromiso... Recién cuando murió papá logré romper el Edipo y pude encontrar a mi compañero para la vida. Porque lo enterramos el 6 de junio del 85 y a los siete meses, el 24 de enero del 86, ya estaba de novia con Santiago Bal, pese a que sabía perfectamente que si papá viviera se hubiera opuesto a esa pareja: el viejo lo conocía desde siempre y lo consideraba un mujeriego. Nunca lo hubiera permitido. Hoy, sé, estaría muy feliz y orgulloso si viera esta familia que formé”.

Lleva 20 años en pareja y tiene un hijo, Federico, de 16, que sueña con dirigir cine y televisión. “Pero no somos sólo tres –aclara enseguida–. Los Bal somos muchos más: porque también están Mario (que tiene 43 y es el hijo que Santi tuvo con Isabel, una excelente bailarina del Colón, su primera mujer) y está Julieta (que tiene 28 y es la hija que tuvo con Silvia Pérez –hoy, madre e hija están haciendo teatro juntas–). Ellos no tendrán mi sangre, pero son los hermanos de mi hijo y yo los considero mi familia. Tengo una relación extraordinaria con los hermanos de mi Fede y sus mamás”.

–¿Por qué lo elegiste a Santiago, Carmen?
–Porque tiene todo lo que yo no poseo: tranquilidad, seguridad, frialdad a la hora de tomar decisiones, porque me lleva 20 años de ventaja y está de vuelta cuando yo voy. Con Santiago pasamos más tiempo cerca del infierno que del paraíso, pero es el hombre que elegí, el que me hizo sentar cabeza, me dio un hijo, seguridad, contención, todo. Es el gran amor de mi vida. Un amor que estuve a punto de perder muchas veces, quizás por eso hoy lo valore tanto, tanto…

–¿Qué marcas quedaron de aquella época?
–El miedo. Hace cinco años ya que Santiago está bien, está sano, no tiene nada. Pero la venimos peleando desde hace 19 años. El tenía un antecedente oncológico y al año de conocernos enfermó. Después estuvo mejor, que fue en la época que nació Fede. Lo peor lo pasamos entre el 97 y el 2000: entraba y salía de terapia intensiva, fue la peor época. Tuve que vender todo lo que tenía y pedir un préstamo en el banco. Si bien la obra social de actores nos ayudó mucho, cada tratamiento nos salía 6 mil pesos diarios y económicamente no estábamos nada bien. Por suerte me salió lo de Movéte. Con ese programa pude devolverle al banco los 60 mil pesos que le debía. Siempre hay una mano que te saca del lodo, siempre. Me acuerdo que no bien me entregaron el Martín Fierro nos cayó la DGI. Yo estaba haciendo Ricos y famosos. Recién nos estábamos acomodando: vivíamos en un departamento alquilado y no teníamos ni auto. Santiago, enfurecido, les gritaba: “No somos ricos y famosos, somos pobres y populares”. Sus ocurrencias me provocan mucha gracia, pero era para llorar. A los tres días comprobaron que no teníamos un mango y nos dejaron en paz.

–Hoy levantaste cabeza…
–Sí, muchas veces tuve que levantar cabeza. Hoy laburamos para el día a día. Ninguno se puede dar el lujo de vivir sin trabajar. Nunca fui pobre. Ser pobre es otra cosa, pero viví muchos años sin poder darme un solo gusto. Hoy tenemos un auto y esta casa de fin de semana que sueño con terminar de pagar, porque la compramos gracias a un crédito. Es un regalo que le hice a Santi para que disfrute de su salud: ama esta casa y, por suerte, hoy está perfecto. Por mi parte, me gustaría estar mejor, pero no tengo demasiadas ambiciones. Desde que pasamos por esos momentos tan duros, en todos mis cumpleaños pido lo mismo: salud, salud y salud. Si tenés salud, podés tener trabajo, disfrutar del amor.

–Supongo que esas situaciones críticas te deben poner más allá de todo, ¿no?
–No, yo nunca pude estar más allá de todo. A mí todo me afecta y ¡cómo me importa lo que dicen de mí! En 2003, que padecí panic-attack, todos me aconsejaron que dejara de hacerme tanta mala sangre, pero me resulta imposible. Es más: soy de las que agrandan las cosas. Así como tengo este humor bien arriba, cuando me pasa algo malo reacciono con la misma pasión descontrolada. Odio que la gente no me quiera, por ejemplo. Yo sé que no le puedo caer bien a todo el mundo, pero soy capaz de trabajar para que el que no me banca termine aceptándome. Locuras de artistas, supongo. Pero me importa todo. Me importa, y mucho, que Cristian haya ganado su sueño. Es un buen pibe, que quiere un techo para su familia, y se lo merece. No sabés las broncas que me agarraba cuando el jurado nos bajaba el puntaje. Los perseguía por los pasillos para que expliquen el porqué. El otro día me preguntaban qué le deseaba a Dady Brieva, mi contrincante en la final. Y, la verdad, le deseé lo peor. No puedo ser tan hipócrita... Quería que gane Cristian y no sabés el bajón que tendría hoy si hubiera perdido. Me importa eso, me importa mi peso, me importa todo.

–¿También la luchás por mantenerte en forma?
–En el verano hice una dieta estricta con Claudio Borges y bajé cinco kilos. Siempre me estoy cuidando, y ahora con los ensayos debo haber bajado cinco más. Pero hoy no es el peso lo que más me importa.

–Vos, ¿qué sueños tenés?
–En realidad, siempre me resultó más fácil pelear por los demás que por mí misma. Hasta ayer estaba asociada al sueño de Cristian. Hace unos años sólo quería recuperar la salud de mi marido. Hoy, con mis misiones cumplidas, sólo pido que todo siga como hasta ahora: con Santiago sano y trabajo para mantener a mi familia.

Se cayó emocional y económicamente una y otra vez. Carmen supo cómo resurgir de sus propias cenizas. Llegó a la final de <i>Bailando por un sueño</i> para que su compañero, Cristian, tenga su casa propia.  El programa de Tinelli tuvo picos de 32 puntos de rating.

Se cayó emocional y económicamente una y otra vez. Carmen supo cómo resurgir de sus propias cenizas. Llegó a la final de Bailando por un sueño para que su compañero, Cristian, tenga su casa propia. El programa de Tinelli tuvo picos de 32 puntos de rating.

“<i>Con Santiago pasamos más tiempo cerca del infierno que del paraíso, pero es el hombre que elegí, el que me hizo sentar cabeza y me dio un hijo. Es el gran amor de mi vida</i>”.

Con Santiago pasamos más tiempo cerca del infierno que del paraíso, pero es el hombre que elegí, el que me hizo sentar cabeza y me dio un hijo. Es el gran amor de mi vida”.

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