“Si el Gordo está con Olmedo, al fin está bien” – GENTE Online
 

“Si el Gordo está con Olmedo, al fin está bien”

Se fue el último de los tres grandes cómicos que tuvo el país. Nos dejó Alberto Olmedo. También Juan Carlos Altavista. Ahora, El Gordo… Me llamaron de una radio el martes 16 a la noche, casi de madrugada: “Gerardo, queríamos que hable al aire sobre la muerte de Porcel, que le haga una despedida…”. ¡¿Qué, qué?! Estaba muy al tanto de su enfermedad, era una pérdida imaginable, pero me conmocioné como si no la esperara. De alguna forma, nunca quise oír esa noticia.

Pasó diez años en una silla de ruedas y le costaba hablar. Sé que tuvo mal de Parkinson y que en los últimos años visitó varias veces el quirófano. Su queja más constante era que le funcionaba más rápido el cerebro que la lengua: “¿Sabés que pienso a una velocidad y hablo en otra?”, me contaba. Fuera de broma, fue un cómico de gran peso, que supo reírse de su gordura y hacer reír a través de ella. Paradójicamente, fue la obesidad la culpable de su muerte: llegó a pesar 245 kilos. Cuando lo conocí, hace 42 años, todavía luchaba con la balanza. Después se entregó…

–¿Vos sos Porcel…? Yo soy Sofovich…
Esa fue la primera vez que le dirigí la palabra. Nos conocimos en 1964, en la puerta de radio Belgrano, allá en la calle Uruguay. Por entonces, él tenía 27 años, pesaba 95 kilos y ya era El Gordo. Ese mismo año lo contraté para La peluquería de don Mateo, donde trabajó con Olmedo, aunque hacían sus entradas por separado. La primera vez que logré juntarlos fue en el 73, cuando lancé a Moria Casán y protagonizaron juntos su primer film: Los caballeros de la cama redonda, hoy considerada una película de culto. Desde entonces, con El Negro formó una dupla sin igual. Además, no sólo fueron buenos compañeros para la ficción; eran compinches en la vida.

Olmedo y Porcel tenían mucho en común: venían de un origen muy humilde, siempre se entendieron muy bien. El Gordo soñaba con dirigirlo, pero El Negro murió antes de darle la oportunidad. Eran amigos hasta cuando sus marquesinas competían: siempre se deseaban lo mejor. Jorge fue el más dúctil colaborador que he tenido en toda mi carrera: fue un creador de personajes, un gran cantante, un as del rock and roll. Fue un grande de verdad.

En el 74 lo lancé como capocómico en el teatro de revistas y compartió cartel junto a Nélida Roca y Susana Giménez en el Maipo. Me acuerdo que por aquel tiempo El Gordo todavía se mentía. Me decía que se había pasado la tarde en lo del doctor Cormillot y que estaba feliz porque había bajado 380 gramos. Después, entre función y función, se pedía una grande de muzzarella, la doblaba en cuatro y se la comía tipo sandwich. Siempre, en el fondo, fue un gran cajetilla: le gustaba empilchar bien y andar en los mejores autos. Para él, la pinta no era lo de menos…

Obviamente, tuvimos nuestras diferencias. Nos peleamos en el 85. Estábamos haciendo Operación Porcel, el programa de más rating, y un día paré la grabación para decirle que no me había gustado la escena, que la repitiera. “Para mí estuvo bien, seguí”, me dijo. Fue la primera vez que me enfrentó, y lo mandé a la m… El programa siguió, yo agarré mis cosas y por primera vez me tomé un mes y medio de vacaciones para irme a Europa. Cuando volví, habían levantado el programa. Ahí fue cuando dije: “Porcel sin mí nunca tuvo éxito”, y se calentó. Pero el tiempo me dio la razón. De hecho, después volvió y seguimos juntos como si nada hubiera pasado. No debe ser fácil, reconozco, acatar las órdenes de un tipo que tiene tu misma edad, pero él sabía que a la hora de laburar el que mandaba era yo. Fue el único cortocircuito que tuvimos en todos estos años. Siempre decía que nos entendíamos bien porque éramos dos vanidosos en potencia. Y tenía razón.

Cada vez que iba a Miami, lo visitaba. Salíamos a comer con Olga, su mujer, y su hija adoptiva, María. La última vez que nos vimos fue en 2004. Llorábamos y nos divertíamos mucho. Siempre me citaba en el boliche de él, A las pastas con Porcel, que en realidad no era suyo, sino de un argentino que explotaba su nombre y le pagaba por eso. El anteaño pasado me impresionó verlo tan achicado, estaba como encogido. No hablaba de esas cosas, pero supongo que a un tipo tan inteligente y entero como El Gordo debía matarlo verse en ese estado.

No tengo nada para decir sobre su relación con su hijo Jorgito. Esa historia pertenece a su intimidad, algo que siempre nos respetamos. Sólo te puedo decir que en los últimos trece años, desde que se había convertido al evangelismo, no hacía otra cosa que preguntar quién había leído la Biblia y quién no. Sin duda, ese acercamiento a Dios fue lo que le prolongó la vida.

El 7 de septiembre del 2005 hablamos por última vez. Lo llamé como todos los años, para su cumpleaños 69, y lo noté mejor que nunca. Se expresaba con más fluidez y él lo notaba también: “Estoy fenómeno, Ruso. Digo lo que pienso en el momento que lo pienso”, me dijo. Quizás por eso pensé que tiraría un poco más.

Si El Gordo está con Olmedo, al fin está bien. Parece que por primera vez se juntan para hacer llorar… Lo vamos a extrañar. Chau Jorge, saludos a El Negro y un fuerte abrazo para Minguito…

Dicen que Porcel nunca superó la muerte del Negro Olmedo y que lloró su ausencia desde aquel fatídico verano del 88. “<i>No sólo fueron buenos compañeros para la ficción; eran compinches en la vida</i>”, recuerda Sofovich.

Dicen que Porcel nunca superó la muerte del Negro Olmedo y que lloró su ausencia desde aquel fatídico verano del 88. “No sólo fueron buenos compañeros para la ficción; eran compinches en la vida”, recuerda Sofovich.

A los 21, integra la troupe radial de <i>La Revista Dislocada</i>. A los 37 conoce la fama: protagoniza su primera película junto a Alberto Olmedo, Los caballeros de la cama redonda, dirigida por Gerardo Sofovich.

A los 21, integra la troupe radial de La Revista Dislocada. A los 37 conoce la fama: protagoniza su primera película junto a Alberto Olmedo, Los caballeros de la cama redonda, dirigida por Gerardo Sofovich.

Con Moria Casán, Susana Giménez, Javier Portales y Olmedo: los capocómicos del cine nacional.

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