«Sentimos la paz que llega con la justicia» – GENTE Online
 

"Sentimos la paz que llega con la justicia"

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"La cúpula de la comisaría 34ª de la Policía Federal fue relevada hoy y
nueve agentes fueron detenidos, en el marco de la investigación por la
desaparición de un joven en aguas del Riachuelo
", dijeron -palabras,
palabras menos- los principales diarios del país en su edición del 18 de
septiembre de 2002.

El "joven" era Ezequiel Demonty, tenía 19 años y era, como Rodolfo, su
padrastro, cartonero. Aquella madrugada del 14 de septiembre de 2002 salió de la
bailanta Peñambí, en Constitución, junto a tres amigos. Fueron hasta su casa en
el barrio Illia, en Pompeya, y volvieron a salir: sus amigos tenían que llegar a
Mataderos y Ezequiel los acompañó a buscar un remís. Estaban golpeando la puerta
de la remisería en avenida Cruz y pasaje la Constanza cuando llegó el primer
patrullero. Eran cerca de las seis.

En unos minutos llegó el segundo y después el tercero y después el cuarto.
Entonces nueve policías, sin dar muchas explicaciones, comenzaron a darles
culatazos mientras estuvieron de pie. Y a patearlos cuando ya habían caído al
piso. Uno de ellos les robó 30 pesos. Luego, los subieron a los autos. Por
separado, se llevaron a Ezequiel, a su amigo de catorce años, al otro joven de
dieciocho, y dejaron ir a la única chica del grupo cuando escucharon que estaba
embarazada. La mentira le había resultado y la chica comenzaba a alejarse cuando
Ezequiel, desde la patrulla, le gritó: "¡No te vayas que me matan!".

"¡Tomatelás, tomatelás!", dijo la chica que le dijeron los hombres.
También dijo que muchos de ellos olían a vino. Un supuesto forcejeo de Ezequiel
y sus amigos con el dueño de una bicicleta o una denuncia por ruidos molestos,
ahí se terminan los motivos, ninguno del todo comprobado, que pudieron llevar al
oficial subinspector Gastón Somohano, jefe de calle de la comisaría 34ª durante
esa noche, a ordenar una detención ilegal. No pudo confundirse: a los 31 años,
con un padre, el comisario -Osvaldo Somohano, ex jefe de la Bonaerense entre
1990 y 1991-, conocía perfectamente los rudimentos del procedimiento, del que no
se encontró registro ni en los libros de la comisaría ni en el Comando.

Los móviles arrancaron todos con el mismo destino: en diez minutos estaban en
Puente Alsina. "Tirate, negro, porque te mato", dicen que dijo Somohano.
Y los tiró al Riachuelo.

Los tiró al Riachuelo significa exactamente eso: no los obligó a saltar. Los
fue tomando de a uno por debajo de los brazos y los dejó caer en la oscuridad.
Ya habían escuchado el splash de los cuerpos en el agua cuando Somohano volvió a
decir: "Naden, naden... ahora no van a hinchar más las pelotas". El de
dieciocho se agarró de una rama. El de catorce nadó hasta la orilla y salió.
Ocho días después, flotando entre la basura, apareció el cuerpo desfigurado de
Ezequiel.

Iban a pasar dos años hasta que Dolores Demonty, sentada, en silencio,
escuchara en una sala de Tribunales el dictamen que sentenció a Gastón Somohano
y dos de sus hombres a reclusión perpetua.

-¿Qué sentiste, Dolores?
-Paz. Todos sentimos paz, esa paz que llega con la justicia.

-¿Los perdonaste?
-Sí, porque si no lo hago el odio me devora, así que los asesinos de mi hijo
tienen mi perdón. Lo que no quiere decir que no desee para ellos la justicia. Y
la justicia llegó.

-Sos una mujer cristiana. ¿Nunca te preguntaste dónde estaba Dios mientras
Somohano tiraba a Ezequiel al Riachuelo?
-Dios estaba ahí.

-...
-Mirá, antes, por ahí donde lo tiraron a Ezequiel, el pasto estaba siempre
pisado, había varias huellas, como caminitos. ¿Sabés por qué? Porque era
habitual que llevasen chicos a ese lugar y los arrojaran al agua. Lo sabíamos en
el barrio y sin embargo nunca alzamos la voz. Ahora el pasto está crecido, ya no
hay más huellas. A veces Dios permite que las cosas sucedan porque tiene un
propósito, porque son parte de Su plan. Y yo no le pido explicaciones, soy muy
temerosa de El.

-¿Te habló Dios en estos años?
-En la morgue, después de reconocer el cuerpo de Ezequiel, yo estaba tirada
en el piso, llorando. De pronto vino un oficial de Asuntos Internos y me
dijo: "Levántese, Doli, que no la vean así". No era ese policía el que
hablaba, era Dios que a través de él me estaba diciendo que me levantara, que me
pusiera de pie.

-¿Y ahora, qué viene?
-Sigue la lucha… La lucha contra lo que nos dejó la dictadura, porque estas
prácticas de abuso de poder es algo que nos dejó la dictadura y hay que
erradicarlas, hay que decirle basta a la muerte y a la discriminación. Por eso
es tan importante que la condena haya sido también por torturas.

-¿Y en lo más íntimo, en tu corazón?
-Hasta hoy nunca pude ir al cementerio a ver a Ezequiel. Una vez lo intenté,
pero me quebré antes de llegar y me fui. Tal vez ahora que las cosas están en su
lugar pueda llegar hasta su tumba sin derrumbarme antes.

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Según la autopsia, el chico murió ahogado. "Se agotó nadando, la ropa
mojada le pesó demasiado. No tenía golpes, pero tragó tierra. Tenía la cara
raspada por rozar con el fondo
", dijo el informe. Antes de que apareciera el
cuerpo, nueve policías, los nueve que habían estado en la calle la madrugada del
14, habían sido detenidos por la propia Federal. Uno de ellos, el sargento 1°
Luis Funes, se quebró cuando le tocó declarar frente al fiscal y terminó
revelando los detalles de aquellas horas. Según su declaración, Somohano fue el
ejecutor de todo y de tanto. Luego, los amigos de Ezequiel reconocieron a
Somohano como el que los tiró de Puente Alsina. Para cuando los buzos de
Gendarmería hallaron el cuerpo a la altura del Puente Vélez Sarsfield, el caso
estaba resuelto.

-¿Habría cambiado algo para vos si hubieras visto a los policías
arrepentirse?
-Hubiera cambiado mucho, pero lamentablemente no se produjo y el mal que
hicieron sigue en ellos, excepto en el sargento Funes a quien, a pesar de todo,
le agradezco.

-¿De qué pasaje de la Biblia te acordás en estas horas?
-De la parte donde Dios dice: "Ay, del que toque a mis pequeños".

Alfredo y Dolores Demonty junto a Isaac, de cuatro años, hermano de Eze.

Alfredo y Dolores Demonty junto a Isaac, de cuatro años, hermano de Eze.

Dolores y Alfredo, los padres de Ezequiel.

Dolores y Alfredo, los padres de Ezequiel.

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