«Se hizo justicia, ya puedo dormir en paz» – GENTE Online
 

"Se hizo justicia, ya puedo dormir en paz"

El lunes 19 de noviembre de 2001 -diecisiete días después del brutal asesinato de su marido, Miguel Lecuna-, Georgina Barbarossa volvió a la televisión. Desde la pantalla del entonces Azul Televisión, habló por primera vez de su dolor.
"No voy a descansar hasta encontrar a los responsables de este crimen. Dios y el Vasco me van a enviar fuerzas desde el cielo", concluyó entre lágrimas. Los asesinos pronto fueron detenidos y procesados. Sin embargo, el camino de la Justicia se convirtió en un nuevo calvario para Georgina.

-Escuchar lo que se dice dentro del tribunal me hizo revivir momentos muy duros
-diría Georgina durante el juicio.

De acuerdo con los testimonios recogidos durante los once días que duró el
proceso, el Tribunal Oral en lo Criminal Nº 2 de la Capital Federal pudo
reconstruir el crimen de El Vasco. Y la sangre fría con que lo mataron.

2 DE NOVIEMBRE DE 2001. Miguel Lecuna tomó un taxi cerca del Abasto. Estaba apurado, pretendía llegar a casa para disfrutar de la fiesta de cumpleaños de
sus hijos, los mellizos Juan y Tomás. El azar lo llevó hasta el Renaul 19 que
Antonio Arregui había "prestado" a una banda de asaltantes. Lo conducía Ernesto
Gabriel Cara de goma Gómez. En una maniobra perfecta, Walter Omar Jorge
interceptó el automóvil con su Renault Trafic. Juan Carlos Schmit bajó de la
camioneta y se sentó junto a Lecuna, que se resistió al robo. Forcejearon. Oscar
Barros (alias El siberiano o Mario, el tucumano) pronto se presentó como
"refuerzo". Llevaba un cuchillo en sus manos. Y, sin piedad, apuñaló a su
víctima en el cuello y tórax. Los asaltantes arrojaron el cuerpo de Lecuna en la
esquina de Sánchez de Bustamante y Gorriti, a no muchas cuadras de su casa,
donde los esperaban los mellizos. El Vasco se desangró sobre el pavimento y
murió minutos después en el Hospital Rivadavia.

Tras un proceso que duró once días, Georgina dejó tribunales con un rosario en sus manos.

Tras un proceso que duró once días, Georgina dejó tribunales con un rosario en sus manos.

Conmovida, pero sin derramar una sola lágrima, Georgina asistió a la sentencia.

Conmovida, pero sin derramar una sola lágrima, Georgina asistió a la sentencia.

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