«Sé fuerte, papá, aquí en Nápoles todos te amamos» – GENTE Online
 

"Sé fuerte, papá, aquí en Nápoles todos te amamos"

Soy un hincha argentino y te quiero ver campeón del mundo. Muchos besos.
Respóndeme”. El trazo de la letra es ansioso y temblón. Es
el trazo de un chico de 9 años que le escribe a quien –su madre se
lo ha dicho– es su padre. Sobre el breve rectángulo de papel, el chico
va dejando el testimonio de su amor sin condiciones: “Sé que eres
una estrella del Mundial porque te he visto en la TV, contra Grecia. Has hecho
un gol maravilloso y he saltado gritando de alegría. Sé fuerte papá,
aquí en Nápoles todos te amamos”. Es el año 1994 y del
otro lado del Atlántico, en los Estados Unidos, el hombre lagrimea su rabia
porque, dice, le cortaron las piernas. El chico, en cambio, no lagrimea: espera,
lo espera. Intuye, muy en el fondo de su almita bambina, que va a llegar la tarde
en que la paralelas se crucen. No le importa la ausencia. No hay herida. Las dos
primeras palabras sobre el papel lo explican con suficiencia: “Caro papá”.

Casi nueve años después, según dijo haberlo atestiguado un
periodista del diario Il Mattino, sobre el green del Golf Club de la localidad
de Fiuggi, a setenta kilómetros de Roma, Diego Maradona, genio y figura,
quedó cara a cara con Diego Maradona Jr., el hijo que la Justicia italiana
lo obligó a reconocer. Fue la primera vez para ambos. Y fue una buena primera
vez.

Según aseguró, firmó y narró Francesco Marolda, periodista
de Il Mattino, el chico (que ya no es tan chico sino un adolescente que viste
los colores del Nápoli y lo hace con la camiseta número diez) llegó
hasta el club de golf decidido a pegarle un volantazo a su destino y al destino
del más extraordinario futbolista de la historia. Entró al campo
mintiendo, diciendo que era un aspirante a golfista, que deseaba tomar algunas
clases y que sólo estaba allí para inscribirse. “Quisiera poder
ver el campo por un momento”, cuenta Il Mattino que dijo el muchacho. Los
controles cedieron y, una vez adentro, Diego Jr. fue por Diego. Maradona lo vio
y no lo reconoció. Convencido de que se trataba de otro afiebrado ragazzo
en busca de un autógrafo, levantó el hierro y le pidió que
lo dejara en paz. El chico, con 16 años de silencio sobre el lomo, sólo
atinó a sacarse algo de la ropa que lo cubría. Maradona reconoció
la cara joven, se subió al carro que lo transportaba de hoyo en hoyo y
ordenó alejarse. El carro arrancó y Diego ya se dirigía al
siguiente hoyo cuando un grito le colmó los oídos: “E l’ultima
occasione che hai per incontrare tuo figlio!”. Tal vez, sólo tal vez,
Maradona haya deseado en ese instante medular no haber aprendido nunca la lengua
de la península. Pero los años napolitanos le dejaron, entre otras
cosas, ese saber. Y comprendió perfectamente lo que el chico que dejaba
parado sobre la gramilla le estaba diciendo: “¡Es la última
oportunidad que tenés para conocer a tu hijo!”. ¿Quién
es capaz de seguir camino cuando un grito como ese lo llama desde el fondo? Maradona
–según relata el testigo del encuentro– frenó el carro
y retrocedió. A los 42 años, la vida lo ponía frente a otro
y, más que nada, frente sí mismo.

Dicen que fueron cuarenta minutos. Dicen (y los periodistas de Il Mattino son
los que lo dicen) que el primer abrazo fue interminable. Que lloraron. Que se
consolaron. Que se prometieron volverse a ver. “Ahora sé que mi padre
me quiere”, dijo Diego Jr. cuando Il Mattino lo entrevistó unas horas
después. Por pudor o por mutua promesa, el chico se negó a revelar
una sola palabra de todas las que, bajo el sol de Fiuggi, se regalaron ambos,
sin embargo agregó: “Ha sido bellísimo hablar con mi papá
por primera vez. Hubiera querido correr hacia él cuando estuvo grave, hace
unos dos años, pero finalmente fue éste el momento en que pudimos
estar juntos”. Con gli occhi lucidi –puede traducirse como con los ojos
humedecidos–, así fue como, según Diego Maradona Jr., Diego
Maradona habló y escuchó, y así también fue como,
según el periódico italiano, el chico dijo esto último que
dijo: “Prometió que nos volveríamos a ver”.

De regreso, Diego Jr. le relató, cuadro por cuadro, lo que le había
sucedido (o mejor, lo que él mismo había provocado) a su madre,
Cristiana Sinagra, quien lo escuchaba al borde del llanto. “Sono felice,
molto, molto, molto”. Cinco palabras en boca de Sinagra abrieron y cerraron
un diálogo breve y suficiente con los periodistas.

Días después –el jueves 22 de mayo–, ella decidió
retirar la demanda contra Diego Maradona por incumplimiento en el pago de la cuota
por alimentos de su hijo (que impuso la Justicia italiana y que el Diez cumplió
rigurosamente hasta hace dos años). “Lo decidí para no crear
ningún obstáculo en la relación entre padre e hijo, cosa
que no tiene precio. No quiero impedirle a Diego volver a Italia para reencontrarse
nuevamente con su hijo”, dijo Sinagra.
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Pasaron 16 años desde que llegó al mundo. Pasaron nueve desde que
le escribió una carta demoledora en su sencillez y en su hondura. Pasaron
apenas un puñado de horas desde que, según los testigos, se tuvieron
por primera vez. Esta historia registrará, quizá, un nuevo hito.
Y entonces todos volveremos a escribir sobre el desencuentro y la certeza de que
nada es para siempre.

Por Alejandro Seselovsky
Fotos: Luciana Zigiotti y AFPAño 1994, Nápoles. Diego Maradona Jr. muestra la carta que acaba de escribirle a su padre. “Respóndeme” es la palabra que cierra el texto de trazo infantil. Mientras, en los Estados Unidos, Maradona era apartado de la Copa del Mundo.

Año 1994, Nápoles. Diego Maradona Jr. muestra la carta que acaba de escribirle a su padre. “Respóndeme” es la palabra que cierra el texto de trazo infantil. Mientras, en los Estados Unidos, Maradona era apartado de la Copa del Mundo.

En 2003: juega de 10 en las inferiores del Napoli.

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