Fueron diez mil testigos. Privilegiados, únicos, envidiados por los millones
que "apenas" podíamos disfrutarlo por televisión. Sólo ellos -una pequeña
multitud apiñada en un rincón austral de la provincia de Santa Cruz, a 70
kilómetros de El Calafate- vieron en vivo y en directo una caída esperada desde
hacía casi 17 años. Y cuando a las 19.09 del domingo 14 de marzo de 2004 la
pared de hielo del Glaciar Perito Moreno se desplomó sobre el Canal de los
Témpanos, esa abigarrada Babel, con gente llegada desde todas partes del país y
del mundo -España, Estados Unidos, Italia, Israel, Francia, hasta de la India-
se unió en un grito, en una misma emoción.
El puente blanco, férreo en su decisión de no permitir el flujo de agua entre el
Brazo Rico y el resto del Lago Argentino, comenzó a ceder el jueves 11. Con
paciencia, la filtración entre ambas masas lacustres -que en sus 20 centímetros
de diferente altura y la presión que ejercen esconden el secreto del fenómeno-
lograba su meta. Poco después, un túnel de hielo, de 80 metros de largo por 200
de ancho, era el espectáculo que hacía presagiar lo mejor. Alrededor, columnas
de hielo de se precipitaban desde 70 metros de altura. El techo de esa obra
maestra de la naturaleza resistió 75 horas. Y luego, con el ruido de mil bombas,
se deshizo contra las heladas aguas del lago. Para completar el marco, y a modo
de saludo, tres arco iris se recortaron en el cielo patagónico, sobre el Parque
Nacional Perito Moreno. Esta vez, la gran bestia blanca dejó que todos se fueran
con una mueca de asombro, pero en paz. Porque el Glaciar se quiebra, pero en su
caída encierra el peligro de la indomable fuerza de la naturaleza.
Cada metro cúbico del hielo del Perito Moreno pesa una tonelada. Y, comentan en
la zona, los sucesivos rompimientos provocaron 30 muertes por esquirlas de hielo
y olas. Una de las más recordadas, la de un periodista norteamericano que se
aventuró, hace algunos años, con carpa y todo, a los pies del gigante para
registrar mejor el gran suceso. Por eso, hoy, las pasarelas más próximas -único
lugar autorizado para visitar al Glaciar- están ubicadas a 50 metros, y durante
el fin de semana del desprendimiento fueron recorridas por 25 guardaparques día
y noche.
Patrimonio Natural de la Humanidad desde 1981, la enorme masa blanca del Perito
Moreno mide 30 kilómetros de largo por cinco de ancho y tiene una superficie de
257 kilómetros cuadrados, apenas un poco menos que la Capital Federal. Es el más
famoso entre los 356 ventisqueros que salpican las 600 mil hectáreas del Parque
Nacional Los Glaciares. Pero nadie, ni siquiera los diez mil privilegiados que
lo vieron romper entre millones de lágrimas de hielo, podrán explicar jamás lo
fascinante que es sentarse a mirar, al menos un solo día en la vida, semejante
maravilla. Eso es magia.
Domingo 14, hora 19.09. El hielo del puente formado tras los primeros desprendimientos cede. El rompimiento del glaciar provocó un estruendo similar del de mil bombas.
Desde el jueves, cuando el 90 por ciento del dique, que impedía el paso del agua desde el Brazo Rico del Lago Argentino hacia el Canal de los Témpanos, ya había caído, se esperaba el gran momento. Las imágenes muestran cómo el techo se desprende, cae en una nube de hielo y agua, se desgarra en decenas de icebergs y, finalmente, deja libre el canal. Será así hasta que el Glaciar avance, lo cierre, y el fenómeno vuelva a repetirse.
