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Rescate en el fin del mundo

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Meridiano 0, paralelo 69… Ahí, en medio de lo más parecido a la nada, 19 almas esperan ser rescatadas. La misión, calificada co
mo de "alto riesgo", está en marcha: a 14 nudos (unos 28 kilómetros por hora) el rompehielos de la

Armada Argentina Almirante Irízar avanza a velocidad ininterrumpida. El objetivo ya está cerca: faltan dos días como máximo para que los prismáticos del comandante, capitán de fragata Héctor Luis Tavecchia, divisen la silueta del buque alemán Magdalena
Oldendorff.


TODOS A BORDO.
El 11 de junio, una nave de bandera liberiana pidió auxilio: sus 108 tripulantes (contratados por un instituto de investigaciones sísmicas, geológicas y biológicas perteneciente a la base rusa Novolazarevkaya) habían quedado atrapados entre los hielos del Antártico. Por entonces, el guardamarina Ariel Del Pino seguía con sus planes largamente elaborados. Se casó y se tomó las vacaciones para celebrar el acontecimiento en Bariloche. Nunca imaginó que su luna de miel podía naufragar. Pero eso, precisamente, fue lo que pasó. La orden era clara: en 48 horas debía presentarse en la Dársena Norte del puerto de Buenos Aires. El martes 25, a las siete de la tarde, Del Pino cumplía con su deber: puntual y de reglamentario uniforme, abordaba el rompehielos y se despedía con un "hasta siempre" de su flamante esposa.

Cuando la sirena sonó para anunciar la salida, otra historia de amor interrumpido se develaba sobre cubierta. El teniente de fragata Carlos Alberto Recio se preguntaba una y otra vez si esta aventura terminaría a tiempo para llegar a su boda: todos los detalles de su casamiento con Cecilia están previstos para el 21 de septiembre. Aunque se espera que la campaña dure dos meses, por si queda varado, el Irízar carga con provisiones suficientes para resistir hasta octubre. "Tengo tiempo hasta mediados de agosto para avisarle, si no deberemos cambiar los planes de boda para más adelante", calcula en voz alta Recio mientras enseña la imagen de una mujer delgada y bronceada que le sonríe desde una fotografía.

Estas son sólo dos de las 176 historias que hoy navegan sobre el helado mar argentino. Sí, ciento setenta y seis personas que podrán enfrentarse a vientos de 120 kilómetros por hora, a temperaturas de 50 grados bajo cero, a tormentas de nieve, a 22 horas de oscuridad al día, y a la suerte que los espere.


EL ALMIRANTE IRIZAR.
Capaz de abrirse paso entre hielos de siete metros de espesor, con 119,3 metros de eslora y 25 de manga, el rompehielos de origen finlandés llegó a la Armada Argentina en 1978 y se convirtió en el único de su tipo en toda Sudamérica. Nadie, entonces, dudó en bautizarlo con el nombre del teniente de navío que había comandado con éxito la corbeta argentina Uruguay en 1903: Julio Irízar se convirtió en un héroe nacional cuando logró rescatar de entre los hielos a un barco sueco. La misma hazaña intenta repetirse hoy.

Cargado con 80 toneladas de comestibles (como para alimentar a toda su tripulación durante un año), 500 mil litros de gasoil (suficientes para dar la vuelta al mundo) y expertos en meteorología, glaciares, medicina y tareas de ejército (aptos para cualquier tipo de rescate en los hielos, aunque ninguno lo haya intentado antes en pleno invierno), el Irízar cumple su travesía número 28 a la Antártida. Se sabe, deberá recorrer 7 mil kilómetros -aproximadamente unos 10 días de navegación- hasta enlazar con el atrapado Magdalena Oldendorff. Todo está organizado: para el rescate, el rompehielos cuenta con dos helicópteros que -en caso de no poder acercarse- se encargarán de llevar comestibles y gasoil al buque alemán. Otra de las tareas de los Sea King será la de sobrevolar la zona (son los llamados "vuelos glaciológicos") para indicarle al Irízar por dónde le conviene avanzar. Además, en caso de emergencia, el buque posee balsas para el doble de su tripulación: cada una de ellas tiene capacidad para 20 pe
rsonas, agua potable, balizas, alimento especial, un manual de indicaciones y hasta una Biblia. Tantos recaudos están justificados: si alguien cayera al mar, la muerte se produciría en segundos.


MAR ADENTRO.
Por dentro, el rompehielos es una ciudad flotante: cuenta con 270 camas, capilla, quirófano, gimnasio, sauna, quiosco, lavandería, panadería y hasta videoteca. A las once de la noche, las luces del Irízar comienzan a apagarse. Es la hora en que ya cenaron, hubo tragos en el bar y, también, partidos de metegol. Entonces, la mayoría de la tripulación se va a dormir. Algunos, en cambio, recién encaran sus tareas: los relevos se hacen cada 8 horas, siempre debe haber un grupo en guardia y atento. Así, turnan sus vidas y sus ánimos. Porque entre tanta soledad resulta fácil pasar de una sonora carcajada a una silenciosa lágrima, como le sucedió al suboficial de la Armada Carlos Cristián Márquez... 

En la tarde del jueves 4 de julio, el capitán le pasó un llamado especial: le hablaba el doctor Eduardo Liboratore, desde el Hospital Español de Bahía Blanca. "Norma está dando a luz, escuchá…",
le dijo el médico. Después, oyó los gemidos de su mujer, las palabras: "Viene, viene" y finalmente el llanto de Ciro Lautaro, su primer hijo varón. Entonces, no importó la charretera ni la insignia que llevaran: todos los marinos que estaban en el puente frente a la radio, escuchando el nacimiento del bebé junto a Márquez, se emocionaron sin pretender disimularlo. Esa noche, hubo festejos y brindis hasta muy tarde. 


LA EXTRAÑA DAMA.
Se llama Beatriz Lorenzo, es glacióloga civil y la única tripulante femenina. Esta es su octava misión a bordo del Irízar y lleva consigo una responsabilidad de gran peso: deberá evaluar, tras las imágenes satelitales y también sobrevolando la Antártida en cualquiera de los dos helicópteros, cuál es la mejor ruta para avanzar entre los hielos. Ella sabe bien que habrá periódos en los que con sus hijos (María Belén, de 20 años, y Fernando Martín, de 15) podrá hablar sólo por radio y, a lo sumo, dos veces por semana. "La última vez que pasé una situación así fue hace cinco años: quedamos dos semanas atrapados en el mar de Wedell, donde las comunicaciones no son fluidas, y la pasé muy mal"

Lorenzo es, sin dudas, una de las que más conoce al Almirante: ella fue quien en 1979, cuando el buque partía rumbo a la Antártida en su viaje inaugural, comprobó cómo la nave avanzaba sobre la aparente impenetrable masa de hielo. "Esta es una travesía incierta -asegura la experta-. Y lo digo, especialmente, porque los anteriores viajes se hicieron entre la primavera y el verano y concluyeron con la llegada del otoño. En época invernal, el mar de Wedell crece en forma explosiva y no existen las cartas náuticas en las que confiarse porque se desconoce el grosor de los témpanos". Otra de las contras que la única dama a bordo enfrentará son las dos horas de luz solar que tendrá al día. "Como los satélites tienen que tomar imágenes infrarrojas, muchas veces se confunde el blanco del hielo con el blanco de las nubes", concluye. 

La zona que enfrenta el Irízar presenta una gran inestabilidad climática y mucha nubosidad. Además, allí, donde todo se ve blanco, no existe el horizonte ni los puntos de referencia: deben confiar, sí o sí, en los instrumentos de la nave. Este panorama hace que el capitán Tavecchia no arroje datos precisos sobre la tarea de rescate: "No podemos asegurar nada. Es una misión riesgosa: nosotros mismos podemos quedar atrapados". 

ESPERANDO EL RESCATE.
El sistema de comunicación está dañado y sólo puede contactarse con una base rusa. El Magdalena Oldendorff había partido de la estación antártica de Novolazarevskaya y se encaminaba hacia Ciudad del Cabo, de donde soltó amarras a mediados de abril, cuando los hielos le cerraron el paso. Cinco días después del accidente, el buque sudafricano Agulhas zarpó al rescate. Con la ayuda de dos helicópteros lograron trasladar a la mayoría de la tripulación (fundamentalmente científicos) y dejar alimentos para los 19 marinos que aún quedan atrapados. 

Pese a esto, la empresa alemana dueña de la embarcación contrató al Irízar para el operativo auxilio. Según se sabe, la Armada Argentina ya cobró un millón de dólares como adelanto de servicios. Como dato significativo se develó también que mover el rompehielos tiene un costo diario de 40 mil dólares. ¿La misión? Rescatar el resto de la tripulación y remolcar al buque alemán hasta que pueda navegar por sus propios medios. 

Ciento setenta y cinco hombres y una mujer, con sus historias y sus emociones, van hacia el Magdalena Oldendorff. Siempre con rumbo sur; 0 grado, 41 minutos de longitud Este; 69 grados, 41 minutos de latitud Sur. 

Por que ahí, entre la nada fría y blanca, está la misión.

El Almirante Irízar en acción: a 28 kilómetros por hora, avanza entre la masa congelada para socorrer al buque científico alemán Magdalena Oldendorff y a la tripulación que quedó atrapada en plena Antártida.

El Almirante Irízar en acción: a 28 kilómetros por hora, avanza entre la masa congelada para socorrer al buque científico alemán Magdalena Oldendorff y a la tripulación que quedó atrapada en plena Antártida.

El teniente de fragata Carlos Alberto Recio no sabe si podrá llegar a su boda prevista para el 21 de septiembre. Tengo tiempo hasta mediados de agosto para avisarle a Cecilia (su novia) si llego o no a la iglesia", cuenta el jefe de comunicaciones que lleva las fotos de su novia en el camarote.">

El teniente de fragata Carlos Alberto Recio no sabe si podrá llegar a su boda prevista para el 21 de septiembre. "Tengo tiempo hasta mediados de agosto para avisarle a Cecilia (su novia) si llego o no a la iglesia", cuenta el jefe de comunicaciones que lleva las fotos de su novia en el camarote.

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