Qué hay detrás de los cartoneros – GENTE Online
 

Qué hay detrás de los cartoneros

Fue La París del Plata. La París, y también la Reina, porque ser apenas princesa era poco. Fue "la más cosmopolita de las ciudades de América latina", según Rubén Darío. Pero hoy la comparan (y no mienten) con Calcuta: sucia, caótica, peligrosa. Porque noche tras noche, Buenos Aires se convierte en una ciudad invadida por un ejército de seis mil personas que recorren el microcentro, Once, Barrio Norte y los alrededores de la Facultad de Medicina -algunas de las zonas más cotizadas- en busca de papel y cartón. El cirujeo -como se lo llama vulgarme
nte- fue, al principio, una forma de subsistencia para cientos de familias empobrecidas que perdieron su trabajo. Pero a partir de la devaluación, el precio del papel se multiplicó, y recolectar sus desechos se transformó en un pingüe negocio del que formarían parte -según los testimonios logrados por GENTE en esta investigación- porteros de edificios, algunos policías, dueños de galpones donde se acopia la mercadería, y hasta ciertas empresas papeleras.

Apenas cae el sol, decenas de camiones, camionetas, colectivos desvencijados y hasta carros tirados por caballos invaden el centro. Algunos llevan changuitos y otros se dedican a traer gente que se ocupa de la recolección, y cobran entre 5 y 7 pesos por día. La mafia del cirujeo establece -siempre de acuerdo con una regla no escrita- que las paradas tienen precio: de 80 a 100 pesos por semana. Y que ese precio aumenta al ritmo del valor de los desechos que se arrojan en los alrededores. Un mercado, en definitiva. Pero no transparente. Porque, como dice Roberto L. mientras arrastra su carro por la calle Ayacucho, "esto es una mafia, viejo. Si salís a juntar y no formás parte del negocio, la policía te raja… ¡y andá a cantarle a Gardel ! O estás en la transa, o no laburás, te amenazan y te c… a patadas". 

La invasión de camiones fue in crescendo a partir del aumento del cartón, que en diciembre costaba 6 centavos el kilo y ahora llega casi a los 35. Pero la vedette del negocio es el papel blanco: de 55 a 60 centavos el kilo. Un dato significativo: en el radio Recoleta-Once-Tribunales-Medicina, los cirujas juntan unos 10 mil kilos de papel y cartón por día.


LA PATRIA CARTONERA
. Hace algunos meses, el Gobierno porteño lanzó la idea de reorganizar el trabajo de recuperación de la basura aplicando disposiciones que datan de la época de la dictadura, para impedir el ingreso a Buenos Aires de los carros tirados por caballos (la tracción a sangre está prohibida en toda la Capital) y también de los carros con ruedas de autos o bicicletas. El intento puso en alerta roja a los capos cartoneros, convencidos de que, sin protección policial, el negocio se les hundía sin remedio. "Es así, flaco. Si no le decís con qué mionca laburás, la yuta te quema el carrito", revela Rodolfo Z. mientras suda por Marcelo T. de Alvear a la altura de Tucumán. "Yo antes trabajaba sólo para mí, pero desde hace un tiempo me tuve que agregar al grupo de los mafiosos para no c… de hambre. Preguntale a aquel que maneja el camión, que sabe bastante". El aludido está sentado al volante de un viejo Bedford y ruega discreción: "Si me escrachás, soy boleta. Te pido que no me haga
n fotos, y a cambio te doy un dato: esta es la zona de los que venimos de Villa Fiorito. Todas las semanas los rati pasan a cobrar más o menos 100 mangos. Esa es la cuota. Y en las manzanas del centro también se ponen, ¿entendés? Andá a la esquina de Rivadavia y Esmeralda y preguntá por el viejo Meza, ¡ese sí que está en la transa!
".

Allí, en plena vereda y a metros de la Embajada de Israel, un hombre resopla sentado al costado de una balanza. En ella pesa todas las noches cientos de kilos de papel y cartón. A su alrededor, decenas de cirujas trajinan acomodando lo recolectado. Alfredo Meza acepta hablar con
GENTE, pero "sin fotos, eh, para que la Municipalidad no diga que esto es un depósito". Meza tiene 57 años, vive en Temperley y niega formar parte de la mafia que explota a gente sin trabajo y coimea a la policía. "Ya sé, te dijeron que yo era un capomafia. No lo creas. Preguntale a la gente. Ellos juntan el papel, yo se los compro, y nada más". El viejo -como lo llaman los cartoneros- jura que no paga protección policial: "Son pavadas que dicen los que nos quieren barrer de esta esquina para coparnos el negocio", dice, y se encoge de hombros.


-Pero recién lo vimos acercarse a un patrullero y hablar un rato largo con los policías…

-Pasan por acá y me preguntan si está todo bien. Nada más que eso. Ven si todo está en orden, si no hay problemas, y se van…

-Pero usted estaba rodeado de personas, se levantó y caminó unos treinta metros para hablar con ellos. Resulta sospechoso… 

-(Hace un largo silencio). Te dije que yo no pago protección.


-Usted trabaja en la calle y maneja dinero para pagarle a la gente todas las noches. Sin protección policial, ¿cómo evita que lo asalten?

-Me cuidan, sí. Pero no les pago. Y no insistas…

-Se sabe que ustedes tienen problemas con el Gobierno de la Ciudad…

-Tienen ganas de sacarnos de la calle, es cierto. Pero le hago una advertencia a Ibarra: si lo intenta, le saqueamos la ciudad. Se lo aviso para que no j…


-Usted no se define como mafioso, pero amenaza con organizar saqueos. Eso es un delito.

-Es que estoy recaliente, porque esta gente es muy humilde y le quieren quitar lo poco que tiene. ¿Qué pretenden? ¿Qué se pongan a robar?


-¿Para quién trabaja?

-Para mí. Lo que compro, lo llevo a un depósito de Bernal y me gano unos pesos. El papel blanco lo compro a 45 centavos el kilo y lo vendo a 50, y por el cartón pago 20 centavos y me dan 25. Pero no soy el único. Si caminás un poco, te vas a encontrar con Camerún, Soto y El Paraguayo, que laburan igual que yo.

LA CIUDAD BASURA
. En la city, las camionetas y los carros no paran de desfilar. Tienen todo organizado: cuando llegan los camiones de la empresa recolectora de basura, las bolsas ya están revisadas a fondo. "Tenemos que dejar todo bien, porque al otro día volvemos a pasar", cuenta Oscar P. mientras carga una bolsa dentro de un colectivo naranja que alguna vez llevó chicos al colegio. Y aclara: "El tema es respetar las zonas. Nosotros venimos desde Lanús, y cerca de la Facultad de Medicina laburan los vagos de Berazategui. Queremos que el Gobierno de la Ciudad entienda que es la única forma de sobrevivir que nos queda. Que no nos eche, porque somos cirujas, no delincuentes".

Pero algunos números abruman y anuncian que será muy difícil desterrar esta mafia, porque son ya cien mil las familias de Capital Federal y Gran Buenos Aires que subsisten gracias a este modus operandi después de ser arrasados por una desocupación que supera el 25 por ciento. En los barrios de Palermo, Belgrano, Colegiales, Coghlan y Villa Urquiza la cosa es un poco menos dura para los cartoneros que viajan en el llamado tren blanco desde José León Suárez. "Conseguimos organizarnos, y que la empresa TBA nos cediera un tren para ir y volver por el que pagamos 12 pesos cada quince días. Pero no alcanza.
Necesitamos que se agreguen más coches. Somos trabajadores que la crisis dejó sin laburo, y nos la rebuscamos como podemos. Acá no hay mafia
", dice Héctor Aquino, uno de los representantes del tren blanco. "Somos trescientas familias y les pedimos a Aníbal Ibarra y a la policía que no nos corra. Somos cirujas, no leprosos", implora la delegada Lidia Quinteros.

Para el diputado porteño Eduardo Valdés, autor de un proyecto de ley para regular el trabajo de los cartoneros, la cuestión es bastante sencilla: "En cualquier sociedad moderna, la basura es un recurso económico, no un problema. Hay que formar cooperativas para darles trabajo a los desocupados. La gente del tren blanco es un ejemplo de que, con esfuerzo, se consiguen cosas". Mientras, el cura Ernesto Narcisi, que ayuda a los cirujas del barrio de Flores, dice con fastidio: "En la ciudad hay áreas protegidas. La solución es desterrar a la mafia de los cartoneros, que vive de la explotación de los más
humildes"
.

Mafia o no, pobreza extrema o no, los vecinos -que pagan impuestos- no deberían soportar esta invasión. Desde luego, cuando la miseria aprieta, alegar razones estéticas es desafinar gravemente. "De algún modo tenemos que ganarnos la vida", coincide la mayoría de los cirujas cartoneros, y ese argumento es dramáticamente válido. Pero el Gobierno porteño debe asumir que toneladas de basura al aire libre, además de una incomodidad, son una bomba de tiempo que amenaza la salud, que puede desatar una epidemia, y suma contaminación a una ciudad que, en ese sentido, empieza a parecerse a las más sucias del planeta.

Estación Villa Urquiza, jueves 6, 23 horas. Los recolectores regresan a sus casas en José León Suárez y Villa Ballester. Nosotros recorremos la zona de Belgrano y Palermo y allá no hay mafia. Los explotadores laburan en el centro".">

Estación Villa Urquiza, jueves 6, 23 horas. Los recolectores regresan a sus casas en José León Suárez y Villa Ballester. "Nosotros recorremos la zona de Belgrano y Palermo y allá no hay mafia. Los explotadores laburan en el centro".

Detrás del hotel <i>Intercontinental</i> hay una parada donde compran papel y cartón.

Detrás del hotel Intercontinental hay una parada donde compran papel y cartón.

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