“Nunca pensé en fugarme ni en suicidarme” – GENTE Online
 

“Nunca pensé en fugarme ni en suicidarme”

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“¿Puedo ir al baño antes de que me lleven?”, preguntó entre serio y perturbado Omar Emir Chabán (53) cuando pisó tierra firme, después de ser trasladado durante cuarenta minutos en el guardacostas G 94 de la Prefectura Naval Argentina desde Isla Don Mariano, la casa que habitaba en el Delta, hasta la costa de San Fernando. Ninguno de los uniformados que lo acompañaban prestó demasiada atención a su pedido, y entonces el empresario tuvo que aguantar sus necesidades fisiológicas durante los 50 kilómetros que lo separaban de la cárcel de Marcos Paz, adonde llegó después de las diez y media de la noche. Se puede decir que el del jueves 24 de noviembre fue uno de sus peores días, amén del trágico 30 de diciembre de 2004, cuando en Cromañón, el boliche que él gerenciaba, murieron 194 personas. La peor tragedia no natural de la Argentina. Baste recordar que en el atentado de Al Qaeda en la estación madrileña de Atocha las víctimas fueron 192.

Su jornada había empezado turbulenta. Exactamente a las 11.20 sonó su teléfono y escuchó lo que nunca hubiese querido escuchar. El que lo llamaba era su amigo incondicional, el ex comisario Rodolfo Campisi. Y Chabán oyó del otro lado de la línea:

–Soy Rodo, Omar. Escuchá lo que te voy a decir y quedáte tranqui.
–No jodas. ¿Qué pasó?
–La Cámara de Casación anuló tu excarcelación.
–¿Es oficial? ¿Ya salió la resolución? Pero… Todavía no vuelvo a la cárcel, ¿no?
–…Sí, Omar. En una hora van a ordenar tu detención. No te desesp…
–¡La p… que lo p…!
.
Chabán estaba solo en su casa. Y ni siquiera atinó a moverse. Se quedó quieto varios minutos hasta que otro llamado, el de su abogado, Pedro D’Attoli, lo despabiló. Su defensor le confirmaba que debía volver a prisión. En el entorno de Chabán se manejaba esta posibilidad, pero nadie pensaba que pudiera suceder tan pronto. Especulaban con que podía pasar algo así recién hacia marzo de 2006.

El empresario está procesado por estrago doloso seguido de muerte y cohecho activo –delitos que tienen una expectativa de pena nunca menor a los veinte años– y ocupa ahora una celda individual del Módulo 2 de la cárcel de Marcos Paz, adonde trasladó alrededor de 60 libros –entre ellos el del I Ching, su preferido– y una máquina de escribir. “Contené a mi vieja, y te pido por favor que la semana que viene la traigas, porque quiero que vea que acá me tratan muy bien. Así se queda tranquila”, le imploró a Campisi cuando éste lo fue a visitar el viernes. El doctor Pedro D’Attoli lo vio el sábado y contó la estrategia judicial que seguirá: “Voy a estudiar la resolución en detalle, para presentar un recurso ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación. En la causa hay calificaciones provisorias y por eso hay grandes posibilidades de que el Alto Tribunal pueda rever la situación. No obstante, mi cliente respeta el fallo”.

A Chabán, además de un amigo y su abogado, lo fueron a visitar un sacerdote y un médico del penal, quien le ordenó estudios de rutina para chequear su estado de salud. Dicen que el gerenciador de Cromañón pasó tranquilo la noche por primera vez desde hace mucho tiempo: “Por fin pude dormir de un tirón”, comentó paradójicamente. Cuentan sus íntimos que en el Tigre siempre se sobresaltaba por la noche con algún ruido. Y que en la cárcel lo encontraron bastante más relajado que antes. “Fue duro, pero pese a todo nunca pensé en fugarme ni en suicidarme. Y ahora, en prisión, me siento en paz”.

 Jueves, 21.35 horas. Chabán, fuertemente custodiado, acaba de bajar de la lancha guardacostas que lo trasladó desde la casa que ocupaba en el Delta hasta San Fernando. Y desde allí fue llevado en una camioneta de la Prefectura Naval hasta la cárcel de Marcos Paz.

Jueves, 21.35 horas. Chabán, fuertemente custodiado, acaba de bajar de la lancha guardacostas que lo trasladó desde la casa que ocupaba en el Delta hasta San Fernando. Y desde allí fue llevado en una camioneta de la Prefectura Naval hasta la cárcel de Marcos Paz.

 Con las esposas puestas y la mirada extraviada, Chabán es llevado por los Albatros de la Prefectura rumbo a la prisión. Allí ya lo visitaron su mejor amigo y su abogado, y él pidió que la semana próxima permitan la entrada de su madre, para que ella pueda ver que lo tratan bien. En su calabozo tiene más de 60 libros y una máquina de escribir. Recibió a un sacerdote y a un médico del penal, quien le ordenó estudios de rutina para chequear su salud.

Con las esposas puestas y la mirada extraviada, Chabán es llevado por los Albatros de la Prefectura rumbo a la prisión. Allí ya lo visitaron su mejor amigo y su abogado, y él pidió que la semana próxima permitan la entrada de su madre, para que ella pueda ver que lo tratan bien. En su calabozo tiene más de 60 libros y una máquina de escribir. Recibió a un sacerdote y a un médico del penal, quien le ordenó estudios de rutina para chequear su salud.

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