“No soy una mujer despechada” – GENTE Online
 

“No soy una mujer despechada”

No soy una mujer despechada. Hablo porque quiero terminar con estos dos años de amenazas anónimas”, jura Cecilia Milone (37). Ya pasó una semana desde que confesó su relación con Nito Artaza (47). “Fue un romance que duró seis años, y que mantuve oculto para proteger a quien creí el hombre de mi vida”, dijo frente a cámaras la protagonista de Morocha y pasional. Semejante declaración derivó en un escándalo que crece cada día y que consiguió robarles algunos minutos de aire a los chicos de Gran Hermano. Comenzaron los cruces, claro. También por televisión, el capocómico y político radical le restó importancia a la relación, calificándola como “encuentros esporádicos durante mis tiempos de soltero”. Pero fue luego su mujer, la sensual Cecilia Oviedo, quien avivó el fuego con una declaración de antología. Refiriéndose a Milone, dijo: “I’m sorry for you, querida. Si estás despechada, andá al psicólogo”. Mientras se maquilla para una nueva función en su camarín del Metropolitan 2, Milone recoge el guante.

–¿Cómo te sentís después de semejante explosión mediática?
–Fue muy difícil, porque no estoy acostumbrada. Lo que más me duele es cuando le cambian el nombre a las cosas… Yo no salí a hacer una denuncia: antes de que yo hablase hubo publicaciones que contaron nuestra relación. Al mismo tiempo, recibía mensajes anónimos que me perjudicaban. Por eso salí a dar la cara y a contar cómo eran realmente las cosas. Y creo que si uno sale a hablar, tiene que decir la verdad. ¡Si no, te convertís en cómplice!

–Dijiste que Nito Artaza era el amor de tu vida. ¿Todavía lo creés?
–No, con el tiempo descubrí que él fue el gran desamor de mi vida. Yo creía que era un amor, pero resultó todo lo contrario.

–Eso significa que en algún momento estuviste enamorada…
–Sí, por supuesto. Pero creo que “el amor de la vida” debe ser incondicional y feliz.

–¿Cuándo empezaron a salir?
–Cuando él enfrentó una de sus tantas crisis. Siempre que estuvimos juntos fue cuando estuvo separado. ¡Jamás fui su amante! Y si alguna vez lo fui, nunca lo supe. A mí no me molesta el título de “amante”, pero la realidad es que nunca lo fui.

–¿Qué te dolió más: que no se jugara por tu relación, que en estos últimos días haya dicho que no fuiste importante en su vida o que no te creyera sobre las amenazas?
–Afortunadamente, lo que hoy me duele no está ligado a él. Yo tengo muy elaborado el duelo de nuestra separación y ahora sé con quién estuve vinculada. Claro que me molesta esta espantosa exposición que tengo desde que conté nuestra historia… ¡No tiene nada que ver con mi forma de vida! Pero soy consciente de que hubiese sido muy difícil resolver el tema de los anónimos por la vía legal. ¿Por qué? Porque no son de muerte. Que quede claro: yo hablé del tema con la prensa porque la prensa ya había hablado del tema.

–Desde que saliste a hablar, ¿volviste a recibir anónimos?
–No, nadie se comunicó conmigo. Creo que los que me lastimaban entendieron que ya no salía con él… Y, lo que es mejor, se dieron cuenta de que a él ya no le importo nada… Lo único que rescato de todo esto es que logré mi cometido: no recibo más amenazas. El dolor por él es un duelo resuelto; hace un año que no lo veo más. Hay una herida en el alma que queda por el fracaso… Eso va estar siempre, pero ya no tiene cara ni nombre.

–¿Qué te hizo pensar que mantenían una relación y no algo más informal?
–Una relación no se hace de encuentros esporádicos, se hace de miradas cómplices, de conversaciones telefónicas, de compañías mutuas… Se puede medir con el cuerpo o con el cuerpo y el alma, como lo hice yo. Hay detalles que no voy a aclarar, porque son privados. Si esto fuera un juicio, le diría al juez que revise los llamados de los dos teléfonos. Le daría datos, lugares… No me importa si me creen a mí; sólo me importa que la persona que manda los anónimos deje de hacerlo. El me hizo un gran favor al decir públicamente que no soy ni fui importante en su vida.

–¿Hubo promesas?
–No, de ningún tipo. Mientras duró, fue una relación feliz. La vida iba a decidir…

–Pero es difícil amar a alguien sin pensar a futuro.
–Eso era lo bueno del vínculo. Igual, no me pongo a repasar lo que pasó. Hoy salí a limpiar mi nombre y a dejar las cosas en claro. Más adelante contaré la relación como una más de mis historias. Ahora estoy muy envuelta en todo lo malo como para hablar de eso.

–¿Qué recuerdo te queda?
–Yo fui feliz. Cuando comprendí cómo venía la mano, dejé de serlo y nos separamos. Creí en él, de la misma forma que creí que era un muy buen hombre… Y lo amé. Lo amé en cada encuentro esporádico que se sucedió día tras día, mes tras mes y año tras año.

–¿Escuchaste lo que dijo Cecilia Oviedo de vos?
–No.

–De alguna forma, pidió que hagas terapia.
–Si se dirigió a mí, que diga mi nombre y apellido.

–El tema estaba instalado, no hacía falta nombrarte.
–Entonces estoy de acuerdo: ¡hay que consultar a los especialistas! Mi terapeuta me dijo que salga a hablar para limpiar mi nombre, porque la situación perjudicaba mi autoestima.

–¿No te duele que él simplifique la relación?
–Yo ya estuve destruida. Ya lo trabajé con mi terapeuta. Cuando se conoció la noticia, en el 2004, no me hubiera animado a hablar, porque estaba muy comprometida con él. Ahora que todo terminó, nada de lo que digan me puede afectar. Yo viví mucho tiempo con miedo: una compañía espantosa. ¡Ahora todo me da igual! No me escapo y respondo a todo. La intranquilidad con la que viví fue una basura. ¡Y hoy estoy tranquila, porque salí de esa basura! Mucha gente del medio me dijo que no me convenía meterme en la porquería del escándalo, pero… ¡yo ya estaba metida! No me avergüenzo, soy un ser humano. Me equivoqué; le puede pasar a cualquiera.

–¿Qué sentías cuando recibías esos mensajes?
–Eso te pisotea. Recibir anónimos ofensivos e intimidantes por dos años es una situación horrible. Llegaron a llamar al lugar en donde yo trabajaba. Viví muy asustada, porque no sabía de dónde venían, ni de qué eran capaces. Yo no acuso, porque no sé quién fue el autor de los mensajes… ¡Eran muy variados! Aunque todos ofensivos, intimidantes, desvalorizantes, desagradables…

–¿Se los mostraste a Nito Artaza?
–Sí, pero él no les daba importancia. Me decía que no los leyera. Lo que pasa es que cuando terminás una relación y siguen llegando anónimos… Tenía que darles importancia, porque alguien pensaba que seguíamos juntos.

–¿El también recibió mensajes?
–No lo sé. Alguna vez me dijo algo, pero no los vi.

–¿Qué opinión te merece Nito?
–Es un extraordinario artista.

Cecilia dice que no se siente feliz en medio del escándalo. “<i>Pero desde que conté mi historia con Nito Artaza logré mi objetivo: ya no volví a recibir amenazas</i>”, asegura.

Cecilia dice que no se siente feliz en medio del escándalo. “Pero desde que conté mi historia con Nito Artaza logré mi objetivo: ya no volví a recibir amenazas”, asegura.

“<i>Yo fui feliz. Y lo amé en cada encuentro esporádico que se sucedió día tras día, mes tras mes, y año tras año. Cuando comprendí cómo venía la mano, dejé de serlo y nos separamos</i>”

Yo fui feliz. Y lo amé en cada encuentro esporádico que se sucedió día tras día, mes tras mes, y año tras año. Cuando comprendí cómo venía la mano, dejé de serlo y nos separamos

Se conocieron en 1999, cuando Nito produjo la obra <i>Boeing Boeing</i>, donde trabajaba Cecilia Milone. Al año siguiente compartieron escenario en la obra <i>Lo que el turco se llevó </i>(abajo) junto a Cherutti y Graciela Alfano.

Se conocieron en 1999, cuando Nito produjo la obra Boeing Boeing, donde trabajaba Cecilia Milone. Al año siguiente compartieron escenario en la obra Lo que el turco se llevó (abajo) junto a Cherutti y Graciela Alfano.

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