«No soy un monstruo, ni un criminal, ni un asesino» – GENTE Online
 

"No soy un monstruo, ni un criminal, ni un asesino"

"Entro yo, quiero verle la cara a ese h… de p…", pensó en voz alta
Jorge Viegas Mendes -padre de Cristian (18), uno de los 193 muertos de Cromañón-
cuando un oficial de Prefectura se acercó el domingo por la tarde al grupo de
familiares que se manifestaba frente a la casa que ocupa Omar Emir Chabán en el
Tigre, y les dijo que el empresario estaba dispuesto a recibirlos. Fue un
momento duro, de máxima tensión, porque ninguno aceptaba la invitación del
hombre al que ellos consideran el principal culpable de la muerte de sus hijos.
"Ni loco entro, no podría mirar a ese asesino", reaccionó, como otros,
Ricardo Righi, papá de Emiliano (19), también fallecido en la trágica noche del
30 de diciembre de 2004. Entonces, Jorge meditó un instante y se decidió a
entrar "porque necesitaba decirle todo lo que pensaba de él, y además, la
verdad que quería saber si estaba ahí adentro, porque se rumoreaba que se podía
haber escapado
".

CARA A CARA. Entonces, Jorge Viegas Mendes caminó apretando fuerte la
mano de Mirta, su esposa. Y cuando salió, una hora y cuarto después, explicó
emocionado, y con marcada tensión en su rostro: "No se quebró para nada, sólo
nos pidió disculpas por lo ocurrido. Sentí que me quería explicar lo
inexplicable, pero algo me quedó claro: nunca me dijo que estaba arrepentido.
Por eso no le creí nada. Le pedí que se hiciera cargo de lo que le corresponde,
y por sobre todas las cosas, que no se quede callado. Reconoció culpa, y no lo
vi del todo bien, eso me pareció bueno porque significa que algo le llegó de lo
que pasó. Aunque debo admitir que no se lo ve tan mal si pensamos que sobre sus
espaldas pesan 193 muertes. Estoy satisfecho porque pude decirle que él debía
pagar su culpa por la tragedia, aunque los padres tenemos bien claro que no es
el único responsable. Pidió disculpas, pero eso a mí no me sirve, no me
soluciona nada, y además no me gustó que estuviera gran parte del tiempo
excusándose de un montón de cosas, parecía un actor. Sé que muchos familiares no
están de acuerdo con que yo haya entrado, pero pensé que si nadie lo hacía, nos
perdíamos la oportunidad de estar frente a frente con él. Y yo decidí que no iba
a dejar pasar la posibilidad. Igual quiero dejar en claro que todos estamos en
la misma lucha para que se haga justicia, y que cada papá o mamá reacciona como
puede ante la adversidad, De todos modos, que quede en claro que nunca vamos a
bajar los brazos
".

EN NOMBRE DEL HIJO. El encuentro fue en la pequeña cocina de la
modesta casa ubicada en una isla del Delta, sobre el arroyo Abra Vieja, a 30
minutos del puerto de Tigre. Papillon, se llama el chalecito, igual que el
protagonista de la novela de Henri Charrière que se escapa de una cárcel en la
Guayana francesa. Chabán recibió a los Viegas Mendes tendiéndoles la mano, y
luego los invitó a sentarse. Lo primero que les dijo fue: "Siempre quise y
siempre voy a estar dispuesto a hablar con ustedes
". Jorge recuerda hoy,
veinticuatro horas después, aquel momento con mucha bronca contenida: "Le
dije de entrada: 'Son varios los responsables de lo que pasó, los chabanes de
esta historia, y los quiero a todos adentro'. Te juro que quería boxearlo,
quería…
". Pero Viegas Mendes elige el silencio para no decir una barbaridad.
Luego hace una pausa, y cuenta que, durante la charla, Chabán "disparaba para
el lugar que le convenía. Yo le hablaba de una cosa y él me salía con otra. Por
ejemplo, cuando le marqué que la noche de la tragedia en su boliche había una
puerta de emergencia que se abría hacia adentro y no hacia afuera, como
correspondía, él me empezó a hablar del techo ignífugo que había colocado meses
antes. Cuando le dije que la capacidad de Cromañón era para mil personas y no
tres mil y pico como él había dejado ingresar, me salió con que el problema
fundamental de esa noche fue el poliuretano, que al tomar contacto con el fuego
despidió el cianuro que terminó matando a nuestros hijos. Pese a que no me
contestó muchas de las preguntas que le hice, me saqué el gusto de decirle unas
cuantas cosas que pensamos los familiares de las víctimas. No sé, la verdad es
que estoy muy triste, no me gustó que todos los medios hablen de mí por lo que
hice, porque soy un tipo de perfil bajo, pero sentí la necesidad de estar cara a
cara con uno de los responsables del asesinato de Cristian. ¿Sabés lo buen pibe
que era?
", reflexiona a manera de pregunta. Y cuenta que Terko -como le
decían en San Justo, su barrio- se hacía llamar así por un tema de La Renga
-precisamente El terco- que dice: "Siempre que muera, volveré a nacer".
Ese era su lema.

Cristian Viegas Mendes era un típico pibe de barrio, amante del fútbol, fana
de River, la música, pero, por sobre todas las cosas, la computación. Cursó sus
estudios secundarios en la escuela Juan XXIII de Ramos Mejía, donde se recibió
como técnico en Informática. Y había logrado, con muchísimo esfuerzo, el ingreso
a la Universidad de La Matanza para iniciarse en la carrera de Ingeniería
Informática. Pero lo sorprendió una muerte absurda; entonces su padre, pese al
dolor, intentó que la vacante que se había ganado su hijo en muy buena ley, le
fuera adjudicada a un amigo suyo, que había estudiado mucho para entrar, y que
no lo había logrado. Finalmente no se lo permitieron; sin embargo Jorge hizo el
esfuerzo de realizar una buena obra en medio de su pena. "Hago todo lo que
puedo para intentar sentirme mejor, pero tengo bien claro que nada me devuelve
la vida de mi hijo
". Y se retuerce de dolor cuando cuenta que el cuerpo de
Cristian descansa en el cementerio de San Justo, sin cruces ni flores, pero
rodeado de posters de su grupo preferido, La Renga, poesías de sus admiradoras,
y palabras de afecto de sus mejores amigos.

CON VISTA AL RIO. Mientras se decide su traslado a un campo del
interior de la provincia de Buenos Aires, Chabán pasa entre sofocones sus días
en la casa que sus amigos alquilaron en el Delta. Primero fue la protesta de la
dueña para que se vaya inmediatamente de la vivienda, y luego la visita de los
padres de los muertos de Cromañón, que lo puso más que nervioso. Digamos que
nunca estuvo tranquilo -pese a que 40 efectivos de la Prefectura Naval lo
custodian día y noche- porque los medios de prensa montaron guardia frente a su
circunstancial hogar.
En su encierro, Chabán se la pasa leyendo y durmiendo en el chalecito de dos
dormitorios y un pequeño baño por el que sus amigos habían firmado un contrato
de alquiler -que en los próximos días sería rescindido- que demandaba un pago de
700 pesos por mes, cifra bastante elevada para la temporada invernal. Chabán no
asoma la cabeza ni a la puerta, y además de la lectura y el descanso, se dedica
a la actividad física -cuarenta y cinco minutos de gimnasia diaria- hasta que le
lleven la bicicleta fija que usaba en el departamento de su madre en San Martín.
Chabán también se dedica a otra de sus actividades preferidas: la cocina
vegetariana, costumbre que no abandona bajo ningún punto de vista, pese a las
propuestas de sus amigos de preparar un asado. "No estoy para comidas ni para
nada que me distraiga del seguimiento del expediente. Lo único que hoy me
importa es que se investigue rápido y bien para que quede demostrado que no soy
el único responsable
", repite el empresario a su entorno. Dicen que cada día
está más deprimido y que repite que se siente sin fuerzas y acorralado: "No
soy un monstruo, ni un criminal, ni un asesino. No maté a nadie. Fui superado
por lo que me pasó, fue como un mazazo que recibí. Desde esa noche siento un
dolor muy grande por no poder volver a la vida a esas criaturas
".

Lunes, 15.30 horas. Chabán se asoma por una de las ventanas laterales de la casa que ocupa en el Delta. Desde que llegó no salió por temor, aunque efectivos de Prefectura custodian la vivienda día y noche.

Lunes, 15.30 horas. Chabán se asoma por una de las ventanas laterales de la casa que ocupa en el Delta. Desde que llegó no salió por temor, aunque efectivos de Prefectura custodian la vivienda día y noche.

Jorge  y Cristina Viegas Mendes, los padres de Cristian (18) -muerto en Cromañón-, aceptaron la invitación de Chabán y dialogaron con él durante una hora y media en la cocina de la casa del Tigre. No se quebró para nada. Sentí que me quería explicar lo inexplicable. Nunca me dijo que estaba arrepentido, por eso no le creí nada", aclaró Jorge a la salida, acompañado por oficiales de Prefectura y Rodolfo Campisi, amigo del empresario.

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Jorge y Cristina Viegas Mendes, los padres de Cristian (18) -muerto en Cromañón-, aceptaron la invitación de Chabán y dialogaron con él durante una hora y media en la cocina de la casa del Tigre. "No se quebró para nada. Sentí que me quería explicar lo inexplicable. Nunca me dijo que estaba arrepentido, por eso no le creí nada", aclaró Jorge a la salida, acompañado por oficiales de Prefectura y Rodolfo Campisi, amigo del empresario.

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