Ella, Máxima, princesa de Holanda, llegó a Buenos Aires desde Frankfurt (sola): lunes 27, seis de la mañana, Lufthansa. Tres horas después, desde Caracas, llegó su padre. Para la estadística, fue su primera visita a su patria como princess. No se instaló en la casa de sus padres (calle Uriburu al 1200): recaló en un
departamento pegado al de su tía y madrina, Marcela Cerruti (Blanco Encalada al 1500, barrio de Belgrano). El martes, primera salida, y de incógnito: al taller del orfebre Juan Carlos Pallarols (San Telmo), donde encargó bellas y nuevas piezas de plata. Sorpresa. No sabía que su marido y sus amigas y antiguas compañeras del colegio Northlands también la esperaban con varias piezas -urdidas por las manos del mismo orfebre- como regalo para su cumpleaños número treinta, sucedido el 17 de mayo: anillos, pulseras y hasta un campero y filigranado mate…
Sin su príncipe, durante dos días, Máxima mató el tiempo haciendo shopping en la avenida Santa Fe. Bolsos, carteras y camperas "para llevar de regalo a Holanda, ya que a mi familia política y a mis amigos de allá les encanta el cuero argentino", le confió a una vendedora. También se llevó ropa de Graciela Naum, su diseñadora argentina preferida, pero no la buscó personalmente…Vivió a perpetua sonrisa y a perpetuo buen humor. Según algunos de sus amigos, dijo: "Cuando venimos para acá, en Holanda se preocupan mucho por las noticias sobre inseguridad, piquetes, violencia… Pero conozco mi país y no tengo miedo".
Por supuesto, coraje no es temeridad: por eso la siguen a sol y a sombra cinco marechausse, un grupo de elite de guardaespaldas de la Corona con quienes más vale no tener un entredicho…
Según sus amigas argentinas, el príncipe le pide a Máxima que nunca deje de visitarlas, más allá de las obligaciones -a veces, tediosas- del protocolo real.
WELCOME… Jueves, mediodía, Ezeiza. El príncipe Guillermo Alejandro llega con ocho custodios, sube a una 4x4 que pone proa al Yacht Club Argentino (Viamonte y el río, sede de Dársena), y una vez allí mira el reloj. Una, dos, tres veces, porque Máxima llega una hora tarde. Ella, pelo suelto, pantalón blanco, suéter claro de cuello alto. El, pantalón sport color arena y camisa a cuadros. Encuentro en el restaurante del club con los padres de Máxima. Almuerzo: frutos de mar. Después abordan un
Peugeot 405 azul, llegan a un taller de marcos (en Montañeses 2284, Belgrano, a dos cuadras del departamento de Marcela Cerruti), se encuentran con Martín Zorreguieta (hermano de Máxima) y su mujer, Mariana Andrés -le dicen Michu-, pasan allí una hora, pero salen sin paquetes: desde el día de la boda, un funcionario del protocolo real se encarga de llevar a destino todo lo que compran. En este caso, los marcos de los cuadros que le van a regalar a su hermana, la artista plástica Dolores Zorreguieta, hija de Jorge Zorreguieta y de la profesora de Filosofía Marta López Gil.
por Alejandro Sangenis
fotos: Julio Ruiz con Alejandro Carra, Jorge Luengo, Diego García y Fabián Uset
Lejos del protocolo, Guillermo cargó a su princesa en sus espaldas, "a caballito" en buen romance. En los links del Pingüinos Golf Club, el matrimonio real jugó al golf el viernes 31. También se mimaron y pasaron el día en familia.
Viajó para estar con su familia y amigos. Nada de obligaciones ni protocolo. El sábado, visitó la muestra de su hermana Dolores en el museo de Bellas Artes junto al príncipe y a Martín Zorreguieta y Mariana Andrés, su hermano y cuñada. Parece que Alex se siente muy a gusto con sus nuevos parientes.
