«No lo pude proteger pero me consuela saber que Axel estaría orgulloso de mí» – GENTE Online
 

"No lo pude proteger pero me consuela saber que Axel estaría orgulloso de mí"

Sábado a la noche. Juan Carlos Blumberg oye misa en Nuestra Señora de Fátima (Martínez): misa por Axel, su hijo. Cuando sale, cientos de vecinos lo aplauden. Una hora después va al concierto de la Orquesta Filarmónica Joven de Friburgo en la Goethe
Shule, la escuela en la que estudió Axel. Allí, más de quinientas personas lo aplauden, músicos alemanes incluidos. El domingo, cuando llega a una estación de servicio para cargar nafta, lo abrazan los empleados, y familias enteras bajan de sus autos y le regalan rosarios, medallas, estampas religiosas. Más tarde, abrumado por tanto amor,
habla con GENTE: su corazón de león lo impulsa a seguir. Por eso, en su casa, rodeado de los recuerdos de Axel, confiesa cómo son su vida y su lucha después de la multitudinaria marcha y sin Axel:

-Algunos cuestionan su discurso y critican, por ejemplo, su propuesta de penalizar el uso de armas. ¿Qué opina?
-Tenemos que concentrar los esfuerzos en cosas concretas. Número uno: el Congreso, las leyes. No entiendo mucho del tema -soy ingeniero-, pero en las empresas aprendí a manejar gente…

-¿Qué quiere decir?
-Que ni bien alguien empieza a hablar, sé qué quiere decirme, adónde
quiere llegar. No soy Dios, pero lo sé.

-Vuelvo al tema portación de armas.
-Es clave. Quedé atónito frente a lo que dijo Eugenio Zaffaroni en La Nación del sábado. No quiero polemizar, pero hay personas que, aun capaces, se convierten en científicos de laboratorio. No viven la realidad. Zaffaroni debería encargarse de Derechos Humanos. No lo veo como hombre de la Corte Suprema.

-¿Por qué?
-Porque hay cosas en donde habría que actuar de inmediato. Tenemos gente pervertida que está asesinando y matando. ¿Qué hacer? Es simple: separarla de la sociedad y ponerla a un costado para que no siga cometiendo crímenes.

-¿En qué costado?
-En uno donde su mente apunte a otra cosa, no a perfeccionarse como delincuente.

-El problema es la superpoblación carcelaria.

-Los mismos presos pueden construir cárceles trabajando entre ocho y diez horas, como hacemos todos. Y cuando salgan, podrán reinsertarse en la sociedad con un oficio. Siempre trabajé dieciséis horas por día, y no me enfermé. Al contrario: me enriquecí
espiritualmente
.

-Leyes hay, pero no se cumplen, dice la gente…
-Leyes hay, pero además de no cumplirse, no siempre son adecuadas. La eximición de prisión es por una sola vez, pero hay delincuentes que robaron, mataron o violaron siete, ocho veces, y siguen gozando de eximiciones. Es una vergüenza.

-¿Qué opina del Poder Judicial?
-El 84 por ciento de los procesados no tiene condena. Eso significa que el sistema colapsó. Sin embargo, el Poder Judicial sigue trabajando de siete y media de la mañana a una y media de la tarde, con un mes de feria y quince días de vacaciones de invierno. Señores: ¿están de fiesta?

-Su protesta, Blumberg, puso a los celulares en el centro del debate sobre seguridad. ¿Es un triunfo?
-Sí. Porque los los delincuentes operan desde la cárcel con ellos.
Les dan órdenes a sus secuaces. También usan los teléfonos públicos
de los penales para llamar a cualquier casa y engrupir a la
gente diciéndole 'secuestramos a su hijo'. Les hacen comprar un
montón de tarjetas telefónicas por importes muy altos, y al final
las usan ellos como crédito para más llamados. Los celulares de
los que mataron a Axel fueron comprados con DNI falsos. Hay
que confeccionar documentos imposibles de ser falsificados.

-¿El aumento de las penas reduce el delito?
-Es muy importante. En Atlanta, Estados Unidos, si usted secuestra a alguien, va preso de por vida. Y si comete un asesinato, muere por una inyección (antes, en la silla eléctrica). Consecuencia: el índice de delitos bajó estrepitosamente.

-¿Propone la pena de muerte?
-No, jamás lo haría: la vida la debe quitar sólo Dios. Pero sí penas ejemplares… y que se cumplan. Portación de armas sin permiso: cinco años de cárcel y 10 mil dólares de multa. Además, las penas deben sumarse. La gente que voló los trenes en Atocha va a
recibir quinientos y pico de años de cárcel.

-Su propuesta de bajar la edad de imputabilidad desató unagran polémica…
-Hay que decir las cosas como son: algunos padres agarran a
sus hijos y les enseñan lo que yo llamo "el jardín de infantes del
robo
". Saben que ese chico roba para ellos, y como entra por
una puerta y sale por la otra, lo usan para delinquir como si fuera
un empleado para cometer delitos. En Inglaterra no hay mínimo
de edad. No era así, pero la realidad los obligó, y respondieron.
Si los padres les enseñan a robar, hay que sacar a los
chicos de ese hogar y reeducarlos con psicólogos, con trabajo,
con estudio. No puede ser que los institutos de menores sean
peores que las cárceles.

-Otro tema: la famosa pena de reclusión perpetua.
-Famosa por inútil. El máximo es veinticinco años, pero la rebajan
hasta un tercio, le dan salidas transitorias, y ese delincuente, que
a lo mejor mató a cuatro o cinco personas, queda libre mucho antes.
Es de locos…

-¿Cómo fue su vida, Blumberg?
-Empecé a trabajar a los seis años. Mi padre me llevaba a un taller
de unos alemanes, en Avellaneda. El trabajo era duro… ¡y ojo
con romper una herramienta! Me pegaban en la mano… Mi padre,
mi madre y yo trabajábamos. Cuando yo aprendía un oficio,
mi padre me mandaba a otro taller para que aprendiera un oficio
nuevo. En La Bernalesa yo era cadete, pero me presenté a un
concurso para entrar en el laboratorio químico, y lo gané entre setenta
técnicos…

-Cada vez más esfuerzo…
-Sí, no mata a nadie. Después estudié ingeniería y manejé una hilandería
de seis mil operarios: la mayor de Sudamérica. Soy un
perfeccionista en el buen sentido de la palabra.

-¿En su vida también?
-Sí. Soy muy autoexigente. Creo en la palabra empeñada. Y trabajo
sobre objetivos. Primero hay que ponerse una meta y después
alcanzarla paso a paso.

-¿Cómo es María Elena, su mujer?
-Es de origen lituano, contadora, y una excelente profesional. Sabe
inglés y alemán. Es muy, muy intelectual, pero tiene sentido
práctico.

-¿Cómo está ahora?
-Destrozada. Todavía no es consciente de lo que pasó. Su padre
también está muy mal. Dice que dejó una carta para que no se
culpe a nadie de su muerte, porque no soporta la pérdida de su nieto.
Imagínese el doble dolor por el que atraviesa mi mujer…

-Usted era un desconocido, y ahora es un referente de muchos
argentinos. ¿En qué cambió su vida?

-Soy un tipo simple, pero sé lo que tengo que hacer. Me siento fuerte,
aunque no estoy bien. Todas las noches voy al cuarto de Axel,
me siento en su cama y me pongo a llorar.

-¿Defiende la democracia?
-Por supuesto. Pero con la vigencia real de sus instituciones y los
controles del Estado, como sucede en Suiza y en Alemania, por
ejemplo.

-¿Saldremos adelante?
-Creo que sí. Todos los argentinos deben comprometerse para salvar
la vida de sus hijos y su propia vida. Ese reclamo va para los que
sólo se preocupan por los derechos humanos de los delincuentes.
Hay que impedir que sigan asesinando a la familia argentina ante los
ojos indiferentes de los políticos.

-¿Cuál es su ideología?
-Digo que soy de centro, pero en realidad lo único que soy es un
hombre de trabajo. Como empresario me tocó tratar con diputados
y senadores. Cada vez que abríamos una planta industrial en el interior,
venían los legisladores, decían que iban a apoyar a la comunidad…
¡y no aparecían más!

-¿Siente que lo quieren usar políticamente?
-Hubo políticos que querían sumarse a la marcha (yo les pedí que
mandaran solamente a sus familiares y amigos con velas), y además
se acercaron algunos personajes muy extraños que no se identificaron
y me dijeron "¡Tenemos que hacer una misa en la Quinta de Olivos!".
Me pareció que querían enrarecer la marcha…

-¿Siente culpa por la muerte de Axel?
-Llegué a cuestionarme el haberle exigido tanto a Axel en su educación,
y después, el no haberlo podido proteger. Pero sus amigos me
hicieron reflexionar. Me dijeron que Axel estaba muy orgulloso de mí,
y eso me dio mucha paz. Ahora tengo que cumplir con él, como le
prometí cuando lo abracé por última vez en la morgue, y llegar hasta
el final. La noche del Congreso miré hacia arriba y ví que me sonreía.
Después de esa noche, ¿quién podrá detenernos en esta lucha
por salvar la vida de nuestros hijos? ¿Quién?

En el jardín de su casa en Martínez, Juan Carlos Blumberg sigue concentrado en su cruzada por su hijo Axel.

En el jardín de su casa en Martínez, Juan Carlos Blumberg sigue concentrado en su cruzada por su hijo Axel.

La casa de los Blumberg se convirtió en un centro de recepción constante de firmas de apoyo al petitorio que se presentará en el Congreso. Juan Carlos se emocionó el sábado a la noche en la misa de Fátima, en Martínez. El domingo, reflexivo, Blumberg propone
controlar a funcionarios y legisladores para que se encuentren soluciones concretas al flagelo de la inseguridad.

La casa de los Blumberg se convirtió en un centro de recepción constante de firmas de apoyo al petitorio que se presentará en el Congreso. Juan Carlos se emocionó el sábado a la noche en la misa de Fátima, en Martínez. El domingo, reflexivo, Blumberg propone
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