“No aprendí a convivir con el dolor. Hoy sólo respiro, camino, como y trabajo” – GENTE Online
 

“No aprendí a convivir con el dolor. Hoy sólo respiro, camino, como y trabajo”

–¿Cómo era Axel, María Elena?
–Era –y para mí sigue siéndolo– un sol. Alguien muy afectivo, cariñoso, inteligente, siempre de buen humor. Todos los días me levanto y me acuesto recordándolo y llorando su ausencia. Lo disfruté 23 años, los mejores de mi vida. En realidad, mi vida se terminó el día que lo asesinaron.

María es María Elena Usonis (52). Y María Elena Usonis –de apellido lituano– es contadora. Y también es la esposa de Juan Carlos Blumberg, el hombre cuyas marchas conmovieron a la anestesiada sociedad argentina en reclamo de Justicia para los miles de muertos en manos de la delincuencia impune. Sin embargo hoy, aquí, por primera vez frente a un medio, María Elena Usonis de Blumberg es fundamentalmente la madre de Axel, el joven secuestrado el 17 de marzo de 2004 en Martínez y asesinado en La Reja el 23 de marzo del mismo año. Una madre que rompe el silencio de madre a dos años del secuestro y asesinato de su único hijo. Una madre que finalmente quiere abrir su maltrecho corazón y decir lo suyo…

–¿La Justicia avanzó después del crimen de su hijo?
–Rotundamente, no. La Justicia en general está en manos de personas que parecen no vivir en el mismo mundo que los ciudadanos comunes. Desde la teoría es fácil reeducar a los delincuentes, pero desde mi punto de vista, el que no valora la vida del otro a los 20 años tampoco lo va a hacer a los 30, por más educación o reeducación que se le quiera dar. El que es violador, en cuanto salga de la cárcel y tenga la oportunidad, va a volver a violar.

–¿A quién culpa por esto?
–En cuanto al panorama general, creo que todos somos responsables del país que tenemos. No culpo a los políticos, que aumentan a piacere sus sueldos de acuerdo a sus necesidades, y les importan poco o nada las vergonzosas jubilaciones que perciben aquellos que han trabajado durante 30 o más años; o se venden para sancionar o aprobar determinada ley, de acuerdo a los pactos que hacen entre los distintos partidos sin tener en cuenta para nada las necesidades del resto de los ciudadanos. En lo personal, creo que somos una sociedad bastante hipócrita, que no vacila en coimear para conseguir mejor ubicación en el teatro o una habilitación.

–¿Qué sentimiento prevalece en usted cuando se cumple el segundo aniversario del asesinato de su hijo? ¿Odio, bronca…?
–Aparte de un dolor infinito, creo que la bronca. Por supuesto que a quienes acuso en primer lugar es al asesino de Axel, a sus cómplices, a la policía que no atendió los llamados de los que avisaban que alguien necesitaba ayuda, a los que por miedo a las represalias de los asesinos no le brindaron ayuda (algo muy típico de los argentinos hoy en día), al fiscal (Jorge) Sica, quien, cuando se le ofrecieron todos los medios que necesitara para tratar de localizar a Axel, manifestó tener todo bajo control. Y resulta que cuando Juan Carlos (el papá de Axel) iba a pagar el rescate, ni siquiera había avisado que no debía haber policías en la zona convenida para hacerlo. También al responsable de haber dejado en libertad al asesino de Axel, quien ya había estado preso por haber secuestrado a otra persona.

–¿Alguna vez pensó en hablar con los secuestradores? ¿Querría preguntarles algo?
–Esos ¿“seres humanos”?, no merecen que la madre de Axel les dedique ni una palabra.

–¿Usted se recrimina algo?
–No haberme ido del país cuando Axel vivía. No lo hice ni lo hago ahora porque acá tenía y tengo a casi todos mis afectos.

–¿La conmovieron las marchas multitudinarias encabezadas por su marido? ¿Sintió el apoyo de la gente?
–Pasado el tiempo, pude ver que mucha gente se solidarizó con el dolor de los que nos quedamos sin Axel, y quiero aprovechar esta ocasión para agradecerlo.

-¿Aun en silencio, acompaña la acción de Juan Carlos?
–En el momento de las dos marchas a las que concurrí, sólo pude sentir el dolor por la ausencia de Axel para siempre, y mucha rabia por la injusticia de que alguien tan despreciable como su asesino estuviera con vida, y que Axel, que siempre veía la parte positiva de todos, y trataba de justificar a todos, y ayudar a todos, no pudiera disfrutar de todo lo que se merecía en la vida y por lo que mucho se había esforzado. No puedo acompañar la acción de Juan Carlos porque no creo que le permitan hacer mucho. Hay muchos intereses creados para que todo siga igual. Y mi poca energía restante prefiero usarla para apoyar y acompañar a los amigos de Axel, que son muchos y quedaron lastimados de por vida. Me cuesta olvidar que a los pocos días del asesinato de Axel, mucha gente se acercaba a Juan Carlos para acercarle denuncias y pedirle que los ayudara, que hiciera tal o cual cosa, pero eso sí, sin mencionar a sus hijos, porque tenían miedo de que les hicieran algo. Vi mucha cobardía. “Hace todo por mí, que yo me quedo en casa teniendo hijos o mirando televisión”.

–¿Cómo se ve a sí misma y cómo ve a Juan Carlos?
–Yo soy una muerta en vida, algo así como una zombi. Y mi marido es una persona que trata de sobrevivir como puede a una pérdida que no se puede dimensionar hasta que no se la sufre en carne propia

–¿La pérdida provocó diferencias o acercamiento entre usted y Juan Carlos?
–La pérdida de mi hijo provocó muchos cambios en mí. Ya no soy la misma que antes, me siento más lejos de la religión, no tengo fe, esperanza, y nada me interesa. Hasta disminuyó mi capacidad de amar.

–El psicólogo norteamericano George Kohlreiser –quien también perdió un hijo- les aseguró que se tardaba unos dieciocho meses en hacer el duelo. ¿Pudo hacer su duelo, María Elena?
–La verdad es que no.

–¿Y aprendió a convivir con el dolor, recuperó la ilusión?
–No. Hoy sólo respiro, camino, como y trabajo.

–¿La ayudó haber vuelto a ejercer su profesión?
–Sí. Antes mi trabajo era la herramienta que tenía para ganarme mi subsistencia y darle algunos gustos a Axel. Ahora mi trabajo me es de mucha utilidad en la espera del momento de irme de esta vida.

–¿Cómo es su vida hoy? ¿Pudo recuperar parte de su vida social?
–¿Cómo es mi vida hoy? Triste, muy triste. Pero no puedo dejar de reconocer los tremendos esfuerzos que hace mi padre de 95 años para que yo siga viviendo, y el cariño de mi hermano, que adoraba a Axel. Y las horas de dolor compartidas con Steffie (la novia de Axel), con los amigos de Axel, con los padres de ellos, con mis amigos, con mi familia que vive en Brasil. Siempre fui muy sociable, y los amigos que tenía no me abandonaron, se bancaron el verme llorar, el preguntar constantemente “¿Por qué?”. Sigo compartiendo salidas con ellos, voy al cine, al teatro, a caminar, al gimnasio. Antes de que lo mataran a Axel iba a terapia porque quería ser mejor madre, ayudarlo a crecer de la mejor manera posible, quería ser mejor persona, que Axel se sintiera orgulloso de su madre.

–¿Sigue yendo?
–Sí, pero ya no tengo más interés en superarme, en mejorar. Voy porque tengo una terapeuta que es una excelente profesional y un maravilloso ser humano, y porque es mi espacio para llorar y desahogarme sin destruir a otro. No cualquiera se puede hacer cargo de un corazón desgarrado.

–¿Puede visitar el cuarto de Axel?
–Muchas noches duermo en su cama. Cuando veo las fotos de mi hijo siempre pienso que daría cualquier cosa para que estuviera con vida. Pero eso es imposible.

–¿Cómo eran sus días junto a Axel?
–Nuestra vida era pura alegría. Los horarios de desayuno y cena eran los impuestos por sus actividades. Siempre lo esperaba a que volviera de la facultad para cenar juntos. Y nos quedábamos disfrutando de largas sobremesas. Trataba de inculcarme su pasión por la Física moderna pero murió sin haber conseguido su objetivo. Cuando iba a la escuela secundaria y participaba en Atletismo en los Torneos Bonaerenses que se hacían en Mar del Plata, yo me tomaba vacaciones y asistía a todas las carreras. Axel tenía 5 años cuando lo llevé por primera vez al teatro Colón a ver una ópera. Recuerdo que se deslumbró a pesar de la duración de la misma. A todos los lugares que viajé, Axel siempre fue conmigo. Como iba a una escuela alemana, y le enseñaban a cantar en ese idioma desde el jardín de infantes, yo empecé a estudiar alemán para poder entender lo que él cantaba. Compartí muchas salidas con Axel y su novia, con Axel y sus amigos.

–Algunas madres pudieron canalizar en parte su dolor a través de acciones o actividades para reclamar Justicia. ¿Por qué usted no considera esta posibilidad?
–Yo ya perdí todo lo que tenía... Los que deben luchar para dejar un mundo mejor son aquellos que tienen hijos con vida. Y veo mucha gente que trata de hacerlo desde la fundación que lleva el nombre de mi hijo. Nunca voy a poder superar este atrocidad. Pero debo reconocer la paciencia y el afecto que me brindan Steffie y los amigos de Axel, que estudian, trabajan y se hacen tiempo para acompañarme. Y tengo amigas que son increíbles, puro corazón.

–¿Y qué consejo le daría a una madre que puede estar sufriendo algo parecido a lo suyo, María Elena?
–Lamentablemente no soy quien para dar consejos a nadie: yo no pude proteger a mi hijo.

María Elena desciende de su auto en Martínez, el mismo en el que estaba su hijo cuando lo secuestraron.

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Una postal repetida, Axel abrazado a mamá.

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 Una de las últimas fotos junto a Axel: con un tío y el abuelo.

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