Barrio de Belgrano, diez y media de la noche. Un auto con vidrios polarizados
se detiene en la puerta de Kitayama. Bajan una mujer con su pelo caoba y
un hombre que trata de pasar inadvertido, resguardándose detrás de una bufanda
roja. Pero antes de entrar al restó japonés, y ya con el rostro descubierto, se
dibuja la enorme e inconfundible sonrisa de Sandro.
Aunque nadie lo crea, el Gitano salió de su mansión de Banfield acompañado
por María Elena -su mujer desde hace más de veinte años-, relación que recién "blanqueó"
el 18 de julio de 2001, un día antes de su cumpleaños. Adentro los esperan
algunos íntimos del cantante -incluidos el actor Matías Santoianni y un grupo de
músicos- a quienes Sandro confiesa: "Ya lo decidí. Hasta el año que viene no
vuelvo a cantar en público. Quiero aprovechar este tiempo para salir a cenar con
amigos y con María, la mujer de mi vida".
A la hora de ordenar, el dueño del restaurante recomienda niguiri-sushi.
El plato despierta la curiosidad de Sandro y María Elena. Quieren saber cómo se
prepara. Ella -experta cocinera- anota los ingredientes: variedad de pescados,
especialmente salmón, langostinos, congrio y caviar, entre otros. Después de la
breve lección del arte de elaborar sushi, brindan con sake -la
bebida alcohólica que se elabora mediante la fermentación del arroz- y la pareja
se regala una nueva y enorme sonrisa.
Esta salida es toda una noticia: por primera vez Sandro es retratado en una
salida de un matrimonio común, simplemente como Roberto Sánchez y María Elena,
la mujer con cuatro hijos y tres nietos, a los que el ídolo considera como
propios. Después de sus shows, después de más de un mes de internación, y mal
que les pese a todas sus "nenas", el Gitano está más enamorado que nunca.
Por primera vez, Sandro es retratado en una salida de matrimonio común, con su mujer María Elena.
