Son las ocho de la noche del lunes 9 pero Marcela Kloosterboer (35) parece no tener demasiado registro. “Estoy perdida con los días... Cuando estás relajada de vacaciones es como que te olvidás de las fechas y los horarios...”, arremete entre risas, pisando la abundante nieve del cerro Chapelco, con el volcán Lanín que se vislumbra en el horizonte.
Hace tres días que la actriz y su marido, el ex rugbier y actual administrador de empresas Fernando Sieling (35) aterrizaron en la provincia de Neuquén para practicar una de las actividades que más disfrutan en la vida: esquiar. Y he ahí una de las explicaciones al desenchufe...
–Pregunta obligada: ¿y Juana?
–Se quedó en casa con mi mamá y mi suegra. Es la primera vez que viajamos sin ella.
–¿Les costó dejarla?
–La despedida, un poquito... Pero, la verdad, ella es súper independiente y está acostumbrada a quedarse con otras personas. También fue más fácil porque ya tiene dos años y tres meses y entiende absolutamente todo. Le dije: “Mamá se va a esquiar a la nieve, como Elsa de Frozen” (N. de la R.: la princesa de Disney con poderes mágicos para generar frío). Así que ahora, cada vez que la llamo, Juan me pregunta: “¿Y Frozen?”.
–Después del exitazo de Las Estrellas, ¿en 2018 decidiste alejarte de la tele?
–Sí. Quería dedicarme un poco más a mi hija. El año pasado fue duro: grababa como diez horas por día y la extrañaba mucho. Lo mismo me pasaba con Klooster’s, la marca de carteras y zapatos que hace dos años y medio creé con mi prima (María Pomarada). Necesitaba estar más involucrada, ir a la fábrica, presenciar momentos del diseño y la producción... En la Argentina es difícil ser emprendedor: de repente viene una crisis y... Pero se puede. A mí me encanta contar con un proyecto fuera de la actuación. Esta es mi otra pasión, y realmente la disfruto. Por todo esto necesitaba alejarme un poco de la pantalla.
–¿La extrañás?
–No. Lo tomo como un respiro necesario, para mí y para el público. Me parece que si estás permanentemente al aire terminás cansando. Cuando llegué a Las Estrellas venía de dos años de no hacer nada, por el embarazo y el nacimiento de mi hija. Entonces mucha gente me preguntaba: “¿Cuándo volvés a la tele? ¡Queremos verte!”. Está bueno que se genere eso.
–Debutaste como actriz en 1995 con Amigovios, seguiste con Mi familia es un dibujo y Verano del ’98, y no paraste. ¿Tenés pendiente algún proyecto?
–Un montón. Desde hacer cine hasta trabajar con determinados actores, como Rodrigo de la Serna, Mercedes Morán y Joaquín Furriel. Amo esta profesión y me siento afortunada de hacer lo que me apasiona.
–Este año se cumplieron justamente dos décadas de Verano del ’98. ¿Qué significó para vos haber formado parte de aquel elenco?
–(Piensa). Fue un antes y un después en mi vida, una experiencia inolvidable que recuerdo con mucho amor. No sólo por todo lo que significó, sino por la calidad y cantidad de actores de los que me rodeé. Muchos, como Tomás y Dolores Fonzi, arrancaron su carrera ahí. Nos marcó y marcó una etapa en la vida de la gente.
–Hablás de etapas: el 5 de julio cumpliste 35 años. ¿Te asusta el paso del tiempo?
–Para nada. La edad está en el espíritu. Tengo un papá de 65 que juega al paddle tres o cuatro veces por semana; mi mamá también practica deporte... Creo que depende de cómo lo vive cada uno. Obvio que me cuido, pero sin obsesionarme. Me gusta verme bien.
–Durante los últimos meses, varias colegas tuyas le pusieron el cuerpo a la campaña por la legalización del aborto. ¿Cuál es tu postura sobre este tema que divide a la sociedad?
–Yo me mantuve un poco al margen, porque tengo sentimientos encontrados. Si bien estoy a favor de la despenalización, hay ciertos puntos de la ley, proyecto que leí y del cual me interioricé, con los que no estoy tan de acuerdo. Por eso preferí no participar activamente. Está bueno opinar... Pasa que últimamente hay como una exigencia de hablar sobre todo, y no me parece que deba ser así.
–Ya que hablamos de números redondos, en noviembre celebrás con tu marido el cuarto aniversario de casados. ¿Balance?
–Muy bueno. De casados son cuatro, pero vamos camino a cumplir once juntos. Con Fer nos llevamos bárbaro. Somos grandes compañeros y disfrutamos compartiendo distintas cosas, como venir a esquiar. Es un plan que repetimos desde antes de ponernos de novios y nos encanta. Esquiamos en equipo: a los dos nos gusta tirarnos por cualquier lado y si uno se queda atrás, el otro le hace aguante. ¿Sabés qué es la montaña para nosotros? Un símbolo de unión.
Por Flor Illbele.
Fotos: Diego Costantini, Publico Press Group e Instagram.
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