Malvinas: los 74 días que conmovieron al mundo – GENTE Online
 

Malvinas: los 74 días que conmovieron al mundo

EL HUNDIMIENTO DEL GENERAL BELGRANO

EL PRIMER CRIMEN DE LA GUERRA

"En el mar empezaba a asomar el mal tiempo y a las 16:25 ordené el abandono del buque. Más de 50 balsas comenzaron a desplazarse hacia el sur empujadas por el viento. La temperatura del agua era de 2 o 3 grados, pero la sensación térmica era de unos 20 bajo cero. Aquellas en las que viajaban diez o más personas pudieron superar el trance, pero hubo balsas con tres o cuatro tripulantes que murieron
congelados
".
(Del relato del comandante del crucero ARA General Belgrano, capitán de navío Héctor Elías Bonzo).

Domingo 2 de mayo. El ARA General Belgrano navega al este de la Isla de los Estados y a 36 millas de la zona de exclusión. A las cuatro de la tarde se escucha una explosión, y minutos más tarde otra. El crucero argentino es alcanzado por dos torpedos disparados por el submarino británico
HMS Conqueror. Lleva 1.093 tripulantes. La tormenta azota. El fuego quema. Los hombres se arrojan a las balsas. Algunos caen al mar y nadan, empetrolados y soportando el frío del agua, hasta algún bote salvavidas. Todos reman desesperados con sus manos para evitar que el hundimiento del barco los chupe al fondo del océano. A las cinco de la tarde el Belgrano escora 90 grados y se da vuelta lentamente: está herido de muerte y se hunde. 323 hombres mueren en este primer crimen de guerra en el Atlántico Sur. Desde las balsas, abrazados para darse calor, los sobrevivientes entonan el
Himno Nacional.

Juan Carlos Heinze es hoy un sobreviviente del Belgrano. Para él pasó el tiempo, pero la memoria continúa. Y recuerda así aquel trágico domingo 2 de mayo de 1982.
"Tenía 18 años y estaba haciendo la conscripción en Marina. Cuando ocurrió el ataque, todo fue muy rápido, en media ahora murieron todos mis amigos. El torpedo destruyó la proa del buque y 250 personas murieron en el acto. En pocos minutos el barco comenzó a acostarse y todos corrimos hacia las balsas. Había visto imágenes como esta en las películas, pero nunca pensé en vivirlas. Todo lo aprendido se había acabado: estaba en el baile y tenía que bailar. Me subí a una balsa como pude. Estuvimos a la deriva durante 44 horas. Había olas gigantes, como si departamentos de dos pisos se nos cayeran encima. Murieron 23 de los 770 que llegamos a las balsas. Nos rescató el Bahía Paraíso. Al volver a Buenos Aires vimos las lágrimas de más de 300 familias que jamás pudieron reecontrarse con sus
hijos
".

Heinze volvió a la vida civil con el cuerpo lastimado por esquirlas y una artritis reumatoidea a raíz del frío que sufrió durante el hundimiento del Belgrano. Fue cadete, hizo trabajos administrativos y changas, hasta que en el 94 se incorporó a la División de Veteranos de Guerra de la Marina.
"Mi vida cambió: dejé el bastón que usaba y comencé a mejorar. Ayudamos a los familiares de los caídos en combate. A veces un padre viene a tomar un café, me acaricia el pelo, y se pone a llorar: ve en mí al hijo que no volvió. Y uno le cuenta dónde estuvieron sus hijos, con quiénes hablaron y qué hicieron en sus últimos momentos. Esto no les quita la tristeza, pero les alivia saber cómo murieron. Estas son las medallas que me gusta llevar: las que deja la partehumana".

informe: Diego Sanjurjo
fotos: Archivo GENTE y Maximiliano Vernazza

EL HUNDIMIENTO DEL SHEFFIELD Y LA DESTREZA DE NUESTROS PILOTOS

Martes 4 de mayo, Río Grande. El capitán de corbeta Augusto Bedacarratz y el teniente de fragata Armando Mayora esperan en la sala de pilotos del casino de oficiales de la Base Aeronaval. Tienen los buzos puestos y las armas enfundadas en sus cartucheras. Mediante informes de un avión Lockheed P-2V Neptune explorador de la Armada, la posición enemiga quedó establecida a unas 100 millas al sur de Puerto Argentino. El plan estaba fijado y la reunión previa al vuelo había terminado hacía ya algunos minutos. La rueda de mate se hizo corta. A las 09:45 horas, a través de una chirriosa alarma, el Comando de la Aviación Naval dio comienzo a una nueva misión.

"Pensé que se trataría de un vuelo más, uno como los miles que ya había hecho buscando a un enemigo que jamás aparecía", recuerda hoy Mayora. De inmediato, dos Super Etendard despegaron de la base. Cada uno llevaba un misil Exocet MM-39 bajo el ala de estribor.
"Sabíamos que estábamos bien armados, pero no estábamos seguros de que cuando apretáramos el gatillo, el Exocet se iba a disparar. El gobierno francés -los constructores del misil- les habían informado a los británicos que ellos no nos habían enseñado a usarlos y ni siquiera nos habían dado los códigos necesarios para operarlos. Claro que no sabían lo que nuestros técnicos e ingenieros eran capaces de
hacer
", insiste Mayora.

A las 10:04 horas, sobre el Mar Argentino, se realizó el encuentro con el avión tanque para el reaprovisionamiento y comenzó la fase final del ataque.
"Volamos casi a diez metros sobre el mar, a 900 kilómetros por hora y con un clima pésimo para volar, pero excelente para atacar por sorpresa -recuerda Bedacarratz-.
Para evitar ser captados por británicos y chilenos, solamente subimos dos veces el nivel para prender el radar y hacer tres barridos de 3 segundos. La primera vez no apareció la flota en la pantalla y nos produjo una gran desazón porque estábamos muy
ansiosos
". A las 10:30, los aviones recibieron la posición actualizada del objetivo:
"Dos buques grandes y uno mediano", según el Neptune. El nuevo informe incluyó también el andarivel exacto para que los aviones pudiesen atacar sin toparse con ningún barco-piquete con misiles de defensa antiaérea en su camino.

Mayora descubrió a la flota británica en la pantalla de su radar al mismo tiempo que su avión se internaba en una nube espesa. Su Super Etendard tambaleó algunos segundos. Entonces, descubrió fuego debajo del avión de Bedacarratz y dedujo que su compañero había disparado. Eran las 11:04 cuando lanzó también su misil. La
"liberación" de los 600 kilos de explosivo volvió a desbalancear las naves. Luego de recuperar el control, los pilotos invirtieron rumbo a gran velocidad y regresaron a base.

Uno de los dos misiles impactó directamente en la cubierta del Sheffield, una de las fragatas misilísticas tipo 42 que, en teoría, conformaba un escudo electrónico inexpugnable a cualquier ataque aeronaval. La explosión fue letal para la nave, que se hundiría en el mar algunas horas después. El saldo del ataque fue de 20 británicos muertos y otros 24 heridos.
"El efecto de la destrucción y hundimiento del Sheffield fue devastador. La flota británica nunca más volvió a acercarse tanto a las
islas
", sentencia Bedacarratz.

por Alejandro Sangenis
fotos: Matías Campaya y Archivo Atlántida

EL DESEMBARCO BRITANICO. LA HEROICA DEFENSA DE SAN CARLOS

San Carlos, 21 de mayo de 1982. El teniente primero Carlos Daniel Esteban montaba guardia en el puesto de comando. A las 08:02 horas, un joven conscripto -improvisado observador aéreo- le informó de la presencia de una fragata enemiga en el estrecho San Carlos.

-¿Cómo sabe usted que se trata de una fragata? -preguntó Esteban.

Entonces, el joven extrajo de su bolsillo una caja de fósforos Fragata -las que recibían los fumadores en las islas-, la volteó y señaló la silueta de una nave grabada en la parte posterior.

-Es igual a ésta, mi teniente primero -insistió.

Ya en la altura del Puesto Observatorio, con la ayuda de sus binoculares, el teniente primero Esteban descubrió media flota británica en la boca norte. Fragatas, destructores y lanchones que se desprendían en todas las direcciones, mientras decenas de helicópteros sobrevolaban la zona. En el centro, la majestuosa figura del Canberra. El desembarco masivo británico había comenzado.

Otra vez en el puesto de comando, Esteban se comunicó con Capanga (N. de la R.: nombre en clave de su inmediato superior en Puerto Argentino) y le describió el desembarco, dándole las coordenadas y las características del mismo. Pidió apoyo de la Fuerza Aérea e informó que procedería a defender el lugar.
Su empresa parecía condenada al fracaso. Esteban tenía 28 años y contaba con tan sólo 62 hombres -la compañía C del Regimiento de Infantería 25- para repeler un desembarco de 5 mil enemigos.
"Tenía que mandar y hacerlo bien, tenía que cumplir la misión, tenía que salvar a mi gente y tenía que volver a ver a mi
hijo
", recuerda el hoy coronel Esteban. Su arsenal estaba compuesto por dos morteros 81 milímetros con los cuales es muy difícil acertar sobre un blanco en movimiento, y dos cañones de 105 milímetros cuyo fogonazo de disparo pronto los convertiría en blancos fáciles para la artillería británica.
"Comenzaba el combate de San Carlos y estaba seguro de que mi día había llegado. Ya no volvería a ver a mi hijo Santiago, pero seguía rogando por
ello"
, recuerda ahora.

Luego de una mala exploración, la Task Force desembarcó en la bahía sin la preparación para entrar en combate. Con fuego de ametralladoras y fusiles, las tropas argentinas lograron derribar un helicóptero Sea King y otros tres Gazelle. A cada blanco derribado le sucedía el inevitable grito de "¡Viva la
patria!
".

Inmediatamente después, Esteban y los suyos se replegaron en la altura y mejoraron sus posiciones. Ya sin indicaciones aéreas, el fuego de la artillería naval británica se volvió inofensivo. Cada avance de los marines fue sorprendido con un contraataque del teniente primero Esteban, sus oficiales y conscriptos. Desconociendo la real magnitud de lo que enfrentaba, el comandante enemigo frenó su avance.
"Todos estábamos vivos y con mucho deseo de seguir estándolo. Yo quería ver a Santiago aunque fuera por última vez. Esperamos así el apoyo de la Fuerza Aérea", recuerda Esteban.

Cuarenta y ocho horas después de iniciado el desembarco, la Compañía C del Regimiento de Infantería 25 se replegó hacia Puerto Argentino. Sin lamentar bajas, y habiendo causado destrozos en las filas enemigas. Estrategas e historiadores de todo el mundo consideraron su defensa de San Carlos,
"una verdadera proeza". El hoy coronel Esteban ensaya ahora una explicación:
"Lo que ocurre es que cuando se ha presentado una situación similar siempre se produjo una rendición. Es decir, si sesenta o cien hombres están recibiendo un desembarco de 5.000 soldados de frente, con helicópteros, lanchones, ataque de protección aérea y fuego de la artillería naval, lo normal es rendirse de inmediato. Pero en el Ejército Argentino no teníamos entonces concepción de la rendición".

por Alejandro Sangenis
fotos: Guillermo Gallardo y Archivo Atlántida

CAE PUERTO ARGENTINO. EL ULTIMO DIA DE LA GUERRA

"Los ingleses nos superan con sus armas, mi general. La defensa se hace
imposible
". (Ultimo mensaje radial de un oficial argentino al gobernador militar y comandante de las fuerzas que operaban en Malvinas, general Mario Benjamín Menéndez, antes de la rendición final).

Lunes 14 de junio, 20:59 horas. El general Mario Benjamín Menéndez rubrica con su firma el acta de rendición ofrecida por el comandante británico Jeremy Moore. Cae así Puerto Argentino, último foco de resistencia nacional. Luego de 45 días, el combate del Atlántico Sur llega a su fin.

Desde su provisorio lugar de detención -una cancha de básquet-, el soldado Juan Salvucci alcanzó a ver el arrío de la última bandera argentina que flameó en Malvinas.
"Nunca lo voy a olvidar -asegura el bahiense-. Ahí sentí que habíamos sido parte de una aventura y no podía entender el porqué de la sangre
derramada
". En los días previos a su arresto, Salvucci vio a un compañero volar por los aires, sin eufemismos.
"Estaba a metros de mí y fue alcanzado por un misil antitanque. No quedó nada: ni el arma, ni un resto. Sólo trapitos
verdes…
", recuerda ahora.

Sus últimos días de combate, Salvucci resistió el fuego de la artillería enemiga. Su grupo sufrió más de diez bajas. Luego, junto a otros sobrevivientes, se replegó hasta el corazón de Puerto Argentino. Salvucci buscó refugio en el gallinero de un kelper, pero minutos después fue rodeado por una patrulla británica.

Juan Salvucci llegó a Malvinas con 27 años y un título de arquitecto bajo el brazo. Aún era conscripto, ya que había pedido prórroga en el servicio militar obligatorio para completar sus estudios. Durante su cautiverio, los británicos lo confundieron con un profesional del ejército y lo encerraron junto a oficiales y comandos argentinos en un campo de prisioneros de bahía San Carlos. Su regreso al continente se demoró más de lo previsto. Mientras tanto, los ingleses le ofrecieron la tarea de desactivar minas. Aún tentado con dinero, se negó.
"Sí nos obligaban a limpiar las letrinas o un quirófano montado sobre un lugar donde despellejaban las ovejas, que era algo tan desagradable como enterrar cuerpos... Lo extraño, al menos para mí, fue que montaron un modubank y nos pagaban semanalmente como prisioneros de
guerra
", recuerda Salvucci. Finalmente, Juan Salvucci regresó a continente el 24 de julio, junto al último contingente. Pesaba 58 kilos, 24 menos de los que tenía al llegar a Malvinas. Entonces comenzaría un nuevo calvario.

Más de 11.400 soldados argentinos fueron trasladados a las Malvinas durante la guerra del 82. Conscriptos -apenas instruidos, en su mayoría- lucharon con coraje ante un enemigo profesional. Con su sangre, permitieron que la bandera argentina volviera a flamear sobre las islas. Fueron 74 días de permanencia física argentina.
"Pero el sentimiento Malvinas nunca termina", insisten los veteranos de guerra.

por Darío Ríos 
fotos: Sandrina Gobbi y Archivo Atlántida

Las tropas colonialistas británicas -tercera potencia mundial e integrante de la OTAN- se rinden ante la embestida argentina el 2 de abril de 1982. El pabellón nacional volvió a flamear en Malvinas. Treinta días después, comenzarían los combates con el bombardeo inglés sobre Puerto Argentino.

Las tropas colonialistas británicas -tercera potencia mundial e integrante de la OTAN- se rinden ante la embestida argentina el 2 de abril de 1982. El pabellón nacional volvió a flamear en Malvinas. Treinta días después, comenzarían los combates con el bombardeo inglés sobre Puerto Argentino.

A las 17 horas, el crucero <i>ARA General Belgrano</i> fue atacado fuera de la zona de exclusión. Ese día murieron 323 argentinos. Los sobrevivientes fueron rescatados del mar por el buque Bahía Paraíso.

A las 17 horas, el crucero ARA General Belgrano fue atacado fuera de la zona de exclusión. Ese día murieron 323 argentinos. Los sobrevivientes fueron rescatados del mar por el buque Bahía Paraíso.

A las 11:04 horas del martes 4 de mayo, la fragata misilística Sheffield recibió el impacto letal de un Exocet. Ese día, los misiles franceses tuvieron su exitoso bautismo de guerra. Durante los combates del Atlántico Sur, los pilotos argentinos -tanto de la Marina como de la Fuerza Aérea- se convirtieron en la amenaza más temida por la Task Force.

A las 11:04 horas del martes 4 de mayo, la fragata misilística Sheffield recibió el impacto letal de un Exocet. Ese día, los misiles franceses tuvieron su exitoso bautismo de guerra. Durante los combates del Atlántico Sur, los pilotos argentinos -tanto de la Marina como de la Fuerza Aérea- se convirtieron en la amenaza más temida por la Task Force.

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