Madres de Malvinas: "Hace 35 años que esperábamos este reconocimiento" – GENTE Online
 

Madres de Malvinas: "Hace 35 años que esperábamos este reconocimiento"

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Las mamás de los héroes. Desde la izquierda: María Lobos Olivares, Delmira Hacenclever, Aída Cejas, Idelina Sausedo, María del Carmen Molina, Julia Franco (acompañada por un familiar) y Amanda Calbin.
Las mamás de los héroes. Desde la izquierda: María Lobos Olivares, Delmira Hacenclever, Aída Cejas, Idelina Sausedo, María del Carmen Molina, Julia Franco (acompañada por un familiar) y Amanda Calbin.

"Hace 35 años que, todos los días, prendo una velita y le pido a Dios que si mi hijo está vivo me dé una pista”, dice María del Carmen Molina de Bordón (72). Bastón en mano derecha, la mujer viste un traje blanco y negro que, muy probablemente, refleja la polaridad de sus sentimientos en el día de hoy. Del lado izquierdo de su blazer cuelga un prendedor con la imagen de su hijo, Luis Jorge Bordón, a quien vio por última vez cuando ella tenía 37 años.

Hoy sigue sin saber el paradero de su primogénito. No es la única: como ella, parte de las mujeres que ha decidido homenajear el Ejército en esta ocasión son madres de “un soldado argentino sólo conocido por Dios”. ¿Qué significa esto? Que todavía están esperando que identifiquen los cuerpos sus hijos.

Viernes 3 de noviembre, 11.30 am. Entre abrazos y lágrimas, el jefe del Ejército, teniente general Diego Luis Suñer, otorgó la Orden de Servicios Distinguidos al Mérito Civil a las siete madres de los caídos
Viernes 3 de noviembre, 11.30 am. Entre abrazos y lágrimas, el jefe del Ejército, teniente general Diego Luis Suñer, otorgó la Orden de Servicios Distinguidos al Mérito Civil a las siete madres de los caídos

AL FINAL HAY RECOMPENSA. Son las 11.15 am del viernes 3 de noviembre y, en el patio del Regimiento de Infantería 1 Patricios se entonan las estrofas del Himno Nacional. Minutos después, tras una invocación religiosa para bendecir la ceremonia, el jefe del Ejército, teniente general Diego Suñer, toma la palabra y se dirige a las madres. “Ustedes son la mayor expresión del sacrificio y el dolor. Les reconocemos haber entregado lo más valioso, un hijo, para que la Patria, como concepto y realidad, viva”, arranca.

Las ocho homenajeadas lo escuchan atentas desde la primera fila, con la mirada clavada en la pantalla, donde previamente se proyectaron fotos de sus hijos. “A ustedes les debemos un ‘gracias’ nacido de las entrañas mismas, y también un ‘perdón’ por no haber puesto la cara, la acción y el corazón ante una madre cuyo hijo no volvió de la guerra. Intentamos reparar lo que la Nación y el Ejército no hicieron durante treinta y cinco años. Son madres de héroes pero, ante todo, lo son de hombres con nombre y apellido. Nuestros caídos por la Patria”, continúa el jefe castrense.

Finalmente, cuando el reloj marcó las 11.30, llegó el momento tan esperado. Una a una, Suñer se paró frente a cada madre, la miró a los ojos y –abrazo de por medio– le colgó una medalla.

La medalla que le entregaron a las madres
La medalla que le entregaron a las madres

No es la primera vez que el Ejército realiza un acto de este tipo. El anterior fue el 29 de mayo y se otorgaron reconocimientos a otras diez madres en el Campo de Despejo del Colegio Militar de la Nación. “Se está haciendo en todo el país, para las madres que están vivas y las que no, a través de sus familiares, por haber entregado un sacrificio tan grande como lo es un hijo”, explicará Suñer al finalizar el acto.

Julia Franco (75), mamá de Angel Benítez

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Mientras el teniente general Suñer le colgaba la medalla, por la mente de Julia se sucedían –igual que en una película– imágenes del día en que su hijo llegó al mundo en la ciudad de Nueve de Julio. Fue el 26 de octubre de 1962. “Angel nació por parto natural. Era un bebé muy grandote”, rememora. Julia habla bajito. Hace un esfuerzo para contener las lágrimas, pero la emoción la desborda. Entre sollozos dirá que está contenta por el homenaje, pero que se le hizo “muy pesado; en momentos como éste, los recuerdos están muy a flor de piel”, cierra.

Amanda Elsa Calbin (75), mamá de Horacio Balvidares

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Amanda tiene fresco el recuerdo de la última charla con su hijo. “Fue el 13 de marzo de 1982. Se casaba su hermana y él estaba acuartelado en el Regimiento 6 de Infantería Mecanizada, en Toay, La Pampa, pero le dieron permiso para ir a la boda. Después recibí la noticia de que lo habían llevado a Malvinas. Ese día me sacaron los brazos”, se lamenta hoy esta mujer (mamá de otros cinco hijos varones y dos mujeres) con la herida todavía abierta. “Horacio figura como NN. Ojalá antes de irme de este mundo pueda saber dónde está”, concluye.

María Antonia Lobos Olivares (80),mamá de José Antonio Reyes Lobos

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Por las noches, María Antonia asegura que alguien se sienta al pie de su cama. “Sé que es él”, asegura en referencia a su hijo y sonríe. “A José lo recuerdo siempre en vida. Con decirte que en casa no tengo fotos suyas. No hace falta: lo llevo siempre conmigo”, dice. La última vez que viajó a Malvinas tenía 58 años y aún podía caminar. Con los años, su cuerpo se fue venciendo y hoy está en silla de ruedas. Lo único intacto en ella es la esperanza de poder identificar el cuerpo de su hijo –soldado del Regimiento de La Tablada– mediante el cotejo de ADN.

Delmira Esther Hacenclever (80), mamá de Julio Rubén Cao

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“Mamá, me voy”, le dijo Julio. “¿¡Cómo te vas a ir!? Tu mujer está embarazada de cinco meses”, le retrucó Delmira. Corría el año 1982 y su hijo, maestro de escuela primaria, nacido en Ramos Mejía, decidió presentarse como voluntario. Delmira no quería que su hijo fuera a la guerra, pero no pudo impedírselo porque Cao era un chico de convicciones fuertes. “Yo siempre digo: no es casualidad, mi hijo plantó un árbol –un pino–, tuvo un hijo, y no habrá escrito un libro, pero hizo historia”, dice orgullosa.

María del Carmen Molina de Bordón (72), mamá de Luis Jorge Bordón

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Cuando supo de este homenaje, a María del Carmen se le pusieron “los pelos de punta”. Motivos –está claro– tiene de sobra. “Jorge fue mi primer hijo y era todo. Estar acá significa seguir recordándolo como el héroe que es”, afirma. Al igual que el hijo de Amanda, el suyo –que fuera soldado del Regimiento 6 de Mercedes, Buenos Aires– tampoco fue identificado. Mientras tanto, y como viene haciendo desde 1982, cada Navidad seguirá esperándolo con un plato en la mesa. “Jamás vi su cuerpo, ni su cajón, ni nada. Por eso, la esperanza de encontrarlo a mí no se me muere”, asegura.

Hilda Beatriz Díaz (84), mamá de Sergio Alberto Carballido

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El cabello gris, el ceño fruncido y la mano izquierda enyesada, producto de una caída en la que se rompió dos dedos. “Estoy bastante mal –asume–. Venir acá y que te recuerden todo esto...”. Hace una pausa y continúa. “Mi hijo –soldado del Regimiento de Infantería 7 de La Plata– era tan, pero tan, tan bueno. Sus amigos cuentan que él les decía que aunque tuviera al enemigo al lado no iba a matarlo. Si me preguntás, yo pienso que se quedaron allá justamente por eso, por no matar”, apunta. Mientras acaricia la medalla que cuelga a la altura de su pecho, desliza: “Ahora es como si tuviera un poco de Sergio acá”.
Aída Manuela Cejas (80), mamá de Omar Enrique Torres

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A Aída la diabetes la dejó sin una pierna. Lejos de victimizarse, agradece que no haya sido peor. Está claro: esta mujer sabe lo que es el verdadero dolor. “Omar fue mi primer hijo y el más cariñoso. Era un pibe diez puntos. Hoy, 35 años después de su partida, lo recuerdo todavía más”, asegura. Oriunda de Bolivia, dio un hijo argentino –que se crió en La Matanza– del que está orgullosa, porque entregó su vida por la Patria. “Este reconocimiento significa muchísimo. Malvinas es lo más grande que podemos tener, porque todos nuestros hijos están allá”, cierra.

Idelina Sausedo (75), mamá de Ramón Omar Quintana

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“Por fin, después de 35 años, se acordaron de los chicos y de nosotras, ¡de las madres! Estoy muy contenta y agradecida”, asegura Idelina, la mamá de Ramón, nacido en San Miguel, criado en Quilmes y que era soldado del Regimiento de Infantería 7 Coronel Conde, La Plata. “La última vez que tuve noticias de mi hijo fue a través de una carta. Después viajé a ver su tumba, pero no sé si su cuerpo está ahí, porque ‘la Malvina’ es un manantial. Uno pisa y sale agua debajo de los pies. No me quiero imaginar el frío que habrá pasado”, se lamenta.

Por Flor Illbele
Foto: Julio Ruíz y gentileza Ejército.

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