«Los llamo a la pobreza y a la castidad, y a oponerse a la guerra de los poderosos contra los débiles» – GENTE Online
 

"Los llamo a la pobreza y a la castidad, y a oponerse a la guerra de los poderosos contra los débiles"

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"Repito hoy con fuerza: ¡no tengan miedo! ¡Abran las puertas a Cristo!
¡Déjense guiar por Él! ¡Confíen en su amor!"
.
(Juan Pablo II)

Hace un cuarto de siglo, recién elegido Papa, después de su primera bendición
urbi et orbe, y con voz tonante, Karol Josef Wojtyla (Lolek -Carlitos-, como lo
llamaron sus padres y lo llaman todavía sus amigos) proclamó con esas palabras
el signo de lo que sería su pontificado: un retorno, en cuerpo y espíritu, "al
hombre que se muere en un madero
", como escribió Borges en uno de sus
prólogos. Veinte palabras a las que acudió otra vez en la histórica tarde romana
del 16 de octubre, ante más de cincuenta mil almas que cubrían la Plaza de San
Pedro, enmarcada por banderas de veinte países y por miles de tulipanes llegados
desde Holanda. Pero esa tarde, el llamado estuvo en su espíritu, no en su voz,
casi apagada por sus 83 años, su esfuerzo y la enfermedad que soporta más allá
de su resistencia carnal. Juan Pablo delegó el compromiso y el privilegio de
repetirlas en un argentino: el arzobispo Leonardo Sandri (60), marplatense, hijo
de inmigrantes de Trento, y el hombre que lo asiste cada día en las cuestiones
vaticanas de máxima importancia.

AL CORAZON DE LOS OBISPOS. Juan Pablo empezó su liminar jornada en el aula Paulo
VI, promulgando y firmando la exhortación apostólica Pastores Gregis (Los
Pastores de la Grey): un documento de 188 páginas destinado a los 4.695 obispos
del planeta, y considerado la clave de su testamento espiritual. Estos son sus
mandatos más trascendentes:

o "Sean pastores, no burócratas" o"Los llamo a la pobreza y a la castidad, y a
oponerse -como protagonistas- a la guerra de los poderosos contra los débiles,
que abrió profundas divisiones entre ricos y pobres" o "Consideren el fracaso de
las esperanzas humanas basadas en ideologías materialistas y economicistas que
pretenden medir la realidad en términos de eficiencia y de relaciones de fuerza
y de mercado" o "Sean firmes, decididos, justos y serenos frente a graves faltas
y delitos que perjudican el testimonio mismo del Evangelio" (alusión a los
escándalos sexuales que afectaron a la Iglesia) o "Sean operadores de la
justicia y de la paz" o "Respeten la opción preferencial por los pobres" o
"Promuevan la globalización de la caridad y de la solidaridad" o "Tengan muy en
cuenta los problemas del medio ambiente, y luchen para proteger los recursos
naturales de la Tierra" o "Trabajen para que los países ricos condonen la deuda
externa de los países pobres, que compromete la economía de pueblos enteros y
frena su progreso social y político".

AL CORAZON DEL MUNDO.
A las seis de la tarde en punto (hora de Roma;
una de la tarde en la Argentina), en su trono-silla de ruedas, estremecido por
una ovación que hizo temblar las antiquísimas piedras del templo y de la plaza,
y mientras todas las campanas de Polonia eran echadas a vuelo, el hombre "venido
de lejos
" -como él mismo se definió hace 25 años- y líder espiritual de
1.100 millones de católicos, presidió la misa de sus bodas de plata,
concelebrada por 149 cardenales. Una misa que abrió el purpurado alemán Joseph
Ratzinger, decano del Sacro Colegio, evocando el anuncio "Habemus papam" del 16
de octubre de 1978 y diciéndole: "Usted, que bien puede ser comparado con el
apóstol Pablo, se ha puesto con todo su ser al servicio del Evangelio, y se ha
dejado consumir por esa misión. En su vida, la palabra
'Cruz' no es sólo
una palabra. Usted se ha dejado herir por ella en el alma y en el cuerpo"
.
Luego, con esfuerzo pero sonriente, Juan Pablo desgranó una especial oración: "Señor,
te ofrezco los frutos de estos veinticinco años de ministerio, te pido perdón
por el mal cometido, te pido la multiplicación del bien, y a través de María te
invoco para que todo se cumpla según tu voluntad".

Al final de la misa, parte de cuya liturgia pronunció en latín, saludó en todos
los idiomas, dio personalmente algunas comuniones y -aunque agotado- llegó al
último minuto de esas dos horas, según los que estuvieron más cerca de él, "con
una visible alegría, como si el llegar a esta fecha y no haber flaqueado a lo
largo de la ceremonia le hubiera dado una misteriosa energía".

AL CORAZON DEL TERCER MILENIO. Durante la firma del documento Pastores
Gregis, en el palco del aula Pablo VI y a la derecha del Papa (puesto de gran
privilegio), estuvo el cardenal argentino Jorge Bergoglio, que al llegar, y fiel
a su bajo perfil, quiso sentarse en la platea, entre 150 de sus pares. Pero de
inmediato fue invitado a subir al palco, y no casualmente: también se le
confirió el honor de presidir la solemne conferencia de prensa y lectura
completa del Pastores…, sucedida al día siguiente y largamente esperada por todo
el mundo católico. Porque, dirigida a los obispos, que según Juan Pablo son "profetas,
testigos y siervos de la esperanza"
, más allá de aludir a los problemas,
dramas y tragedias de hoy, es "el documento más importante elaborado por el
Papa, ya que determina la línea a seguir por la Iglesia a lo largo del Tercer
Milenio"
, como lo definen los mayores expertos en cuestiones vaticanas. Ese
mensaje-testamento es el resultado final del Sínodo de fines del 2001, que tuvo
al cardenal Bergoglio como relator adjunto y casi enseguida como titular, pues
tuvo que reemplazar al cardenal Edward Egan, arzobispo de Nueva York, obligado a
volver a su ciudad a raíz de la tragedia de las torres gemelas.

"El hombre es la gloria de dios". La ceremonia del 16 de octubre
mereció elogios de personajes tan disímiles como George Bush, Vladimir Putin y
Lech Walesa, ex presidente de Polonia y mítico líder del sindicato Solidaridad,
una de las primeras brechas abiertas en la Cortina de Hierro. Según Bush, "el
Papa le mostró al mundo el esplendor y la fuerza de la verdad para triunfar
sobre el mal y modificar el curso de la historia
". Putin dijo: "La
comunidad mundial valora altamente su trabajo constante por la paz, la justicia
y los valores humanos"
. Y Walesa -tan cercano a Juan Pablo no sólo por
nacionalidad sino por hermano de lucha contra la tiranía soviética- proclamó: "Su
llegada al trono de Pedro despertó al pueblo polaco, estimuló su espíritu y le
inyectó valentía".
Pero, de todo lo dicho y escrito, es insoslayable el
testimonio de Marco Politi, periodista de La Vanguardia de Barcelona y autor,
junto a su colega norteamericano Carl Bernstein -cuya investigación sobre el
Watergate destronó a Richard Nixon-, del libro Su Santidad Juan Pablo II (best
seller mundial): "Yo, que lo he visto rezar a un metro de distancia, jamás
podré olvidar su abandono completo en los brazos de su Dios. Hasta el rostro se
le transfigura. Se vuelve lánguido, se desmaterializa. El místico Wojtyla
encuentra la fuente de su relación con la humanidad en el vínculo que mantiene
con lo Divino. El hombre, para Juan Pablo II, es Gloria Dei, la Gloria de Dios,
y por lo tanto hay que preservar a toda costa su dignidad y sus derechos".

Eso es lo que sintió, seguramente, en esas dos horas ante la multitud. Y eso lo
mantiene vivo e inquebrantable, más allá de la claudicación de la carne.

Su esperada bendición a los miles de devotos peregrinos que colman la Plaza de San Pedro.

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En el anochecer romano, la multitud sigue la solemne misa de bodas de plata oficiada por Su Santidad.

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