«Los intelectuales que menosprecian al fútbol nunca vivieron la pasión que hay en una cancha» – GENTE Online
 

"Los intelectuales que menosprecian al fútbol nunca vivieron la pasión que hay en una cancha"

Faltan siete días para que uno de los clubes más importantes del mundo
festeje sus cien años, y en las librerías y puestos de diarios del país se
respira un aire bostero. Los colores azul y amarillo tienen un lugar destacado
y, en su mayoría, los escritos que refieren al Xentenario, están llenos de
fotos, historias y anécdotas sobre el club con más hinchas de la Argentina.

Entre ellos se destaca Boquita (Editorial Planeta), de Martín Caparrós (48),
donde el escritor desarrolla su pasión, la de un fana como tantos que "adoptó el
amor por esos colores en 1962, a los cinco años, en un hotel de Mar del Plata
cuando leyó que un equipo de fútbol, Boca, le había ganado a otro, River,
después de que un arquero, Roma, le había atajado un penal a un tal Delem
",
describe en el prólogo. Y así consiguió que su libro pueda ser leído tanto por
tipos de clase baja -lo comprobé hace unas semanas viajando en un vagón del
Roca, cuando el empleado de un frigorífico que no había terminado la primaria
volvía a su casa leyendo Boquita-, media, alta, y hasta por algún que otro
hincha de River. "Lo que me contás es muy bueno, quiere decir que logré el
objetivo. Porque en mi libro hablo mucho de la hinchada de Boca, y si esa gente
no lo entendiera así, sería como haber estado experimentando con bichos de
laboratorio. A mí me pasó algo parecido hace unas semanas. Me paró un cartonero
y me preguntó si sabía cuándo salía y cuánto iba a costar. Me puse muy contento
porque ese tipo, que todos los días se rompe el c… para llevar un plato de
comida a su casa, estaba pensando en comprar Boquita", dice el autor, sentado en
su departamento de Palermo.

-¿Cómo nació la idea de escribir un libro sobre Boca?
-A comienzos del año pasado me lo propusieron en Planeta. De entrada les que
dije no, ya tenía programado los próximos meses de trabajo y además nunca había
escrito un libro a pedido. Después llegué a casa y me puse a pensar en que si no
lo escribía yo, lo iba a hacer otro, y me dieron muchos celos pensar que iba a
entrar en una librería e iba a ver publicado el libro que me habían propuesto a
mí. Pero después me alegré mucho porque jugaba a hacer mi trabajo, y en realidad
me daba mucho placer. Horas mirando partidos en la tele, leyendo viejos
ejemplares de El Gráfico, hablando con jugadores que en algún momento habían
sido mis ídolos, estando con el plantel profesional. Cosas muy lindas.

-¿Y no pensó que estar un año ligado al club, a los jugadores, a los dirigentes,
a la hinchada, le podía quitar un poco de pasión?
-Ese era mi gran miedo, por el hecho de pasarme un año tratando de entender qué
significaba el fútbol. Pero al final de mi libro digo que por suerte fracasé,
que esas sensaciones siguen intactas. Y creo que eso es lo bueno del libro.
Hasta ahora se han escrito estadísticas e historias más o menos frías, o se ha
plasmado la mirada supuestamente dura del intelectual como la de Juan José
Sebreli, que no sabe nada de fútbol, y que a priori tiene una idea de que todo
eso es condenable. Los intelectuales que todavía menosprecian al fútbol nunca
vivieron toda la pasión que encierra una cancha.

Según cuenta Caparrós en su libro, en los años 70 se alejó de la cancha.
"Comencé a militar en política, y eso y las minas me despegaron un poco. Además
había una idea de que lo único realmente significativo era ocuparse de la
política y la situación del país. El fútbol era una distracción que el poder
quería ofrecer para que la gente no pensara en las cosas importantes
." Después
vino su exilio en Europa, su vuelta al país con el regreso de la democracia y el
retorno a la Bombonera en el año 1991, cuando nació su hijo Juan: "Sentí que
había muy pocas cosas que quería que herede de mí: una de esas tenía que ser el
amor por Boca. Entonces en el año 1996 lo hice socio y saqué dos abonos en la
platea alta. Desde ese momento seguimos yendo todos los domingos. Es algo muy
lindo porque encontramos nuestro lugar privado. Momentos que compartimos que son
sólo nuestros. Para nosotros es algo muy fuerte ir juntos a la cancha.
Abrazarnos y gritar un gol en la Bombonera es algo que no tiene precio".

-¿Y cómo fue la relación entre su papá y el fútbol?
-Antonio era español e hincha del Real Madrid, y como la cancha de River quedaba
mucho más cerca de casa, con mi hermano Gonzalo nos llevaba al Gallinero. Muy
pocas veces pude convencerlo de ir a la cancha de Boca. Así que a los 11 años,
solito, me tomé un colectivo, me fui hasta la Bombonera y me hice socio. Ahí
empecé a ir solo a la cancha. La cosa era distinta, no había tanto miedo a la
violencia como ahora, y los chicos tenían mucha más autonomía.

-¿Y le sucedió a usted esa anécdota que relata en el libro, que el primer abrazo
o el primer beso con su padre se lo dio gritando un gol de Boca?
-No, por suerte no necesitábamos esa excusa para darnos un beso o un abrazo.
Pero cuando leés esas historias en el libro, la de un tipo que por primera vez
sintió ese cariño tan manifiesto cuando tenía 24 años, entendés lo que produce
el fútbol. En ese beso que un conocido hombre del mundo publicitario se dio con
su padre, se sintetiza la pasión y el sentimiento que produce el fútbol.

-¿Imaginó alguna vez, al escribir Boquita, cómo habría reaccionado si su hijo se
hubiese hecho hincha de River?
-Eso es algo que nunca se podría haber dado porque Juan nació con los colores de
Boca. Pero nunca hubiese soportado que mi hijo salga gashina.

Domingo 20 de marzo. Caparrós en la Bombonera. Ese día festejó junto a su hijo Juan el triunfo ante Independiente por 2 a 1 y se quedó afónico gritando ¡hijos nuestros/ hijos nuestros!".">

Domingo 20 de marzo. Caparrós en la Bombonera. Ese día festejó junto a su hijo Juan el triunfo ante Independiente por 2 a 1 y se quedó afónico gritando "¡hijos nuestros/ hijos nuestros!".

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