“Las feministas fundamentalistas convirtieron a los hombres en seres discapacitados” – GENTE Online
 

“Las feministas fundamentalistas convirtieron a los hombres en seres discapacitados”

Por estos días, debe andar con la autoestima bien alta, ¿no?
–Siempre llevo la estima alta. ¿Por qué lo decís?

–Por la publicación de Manual Chiche, su primer libro.
–Sí, sale justo para la Feria del libro, un gusto que me doy.

–¿Un manual de qué, Chiche?
–Bah… manual… Es una suerte de análisis de la sociedad moderna. Un libro de autoayuda, me atrevería a arriesgar, para aprender a transitar esta nueva época.

–¿Y con qué autoridad habla?
–Con la del periodista gráfico, de radio y de televisión, con la del observador que soy. Porque yo hablo e interrogo a todo el mundo: desde el portero de la radio al Presidente de la Nación. Periodistas hay muchos. La diferencia entre el periodista vivo y el muerto es que el primero observa todo lo que sucede a su alrededor; el segundo no.

–¿Y usted qué ve?
–Todo. Yo puedo pasarme horas dentro de un supermercado, me fascina. Hasta me atrevo a describir la personalidad de cada cliente según lo que lleva dentro del chango. Las góndolas hablan de la sociedad, y yo supe que nos estábamos quedando cada vez más solos desde que se promocionan los envases de productos individuales más que los familiares. ¿O no notaste que se fabrican más gaseosas de 700 centímetros cúbicos que de dos litros y cuarto? Antes el arroz venía en bolsas de un kilo. Hoy hay cientos de cajas que traen una sola porción.

–Una de sus teorías fue avalada por la propia Araceli González.
–¿La de que en la Argentina las mujeres de más de 35 años tienen más posibilidades de que las mate un terrorista de Al Qaeda que de encontrar a un hombre interesante…? Es cierto.

–Ya no quedan hombres, dice usted.
–Cada vez menos. La mayoría son bisexuales y en diez años van a ser todos homosexuales. Aunque yo en la bisexualidad no creo. Un tipo que está con otro tipo, o una mujer que está con otra mujer, pierden toda condición de bi para ser homos, por más que después vuelvan a hacerse los héteros.

–¿Esa conclusión también la sacó en el supermercado?
–De escuchar a las mujeres, de mirar a los hombres. Te voy a contar algo: yo estuve quince días separado de mi mujer. Un día me rompió las pelotas, me armé la valija y me fui a vivir solo a un departamento que tengo acá en el centro, que es muy snob –la mayoría de los propietarios son hombres de cierto status: buen laburo, buen auto, buen lomo–. No bien me instalé, me dije: “¡Uy, el desfile de minas que voy a encontrarme en el ascensor!”. ¿Sabés qué fue todo lo que vi? Tipos que se la pasaban haciendo fierros en el gimnasio del octavo piso, tomando sol en el solarium y que toda la joda de la noche era ir hasta el super y volver al bulo con un cuarto de pollito al spiedo. En mi época, a ésos los llamaban putos. Hoy les dicen hombres “solos” o “anticompromiso…”.

–Remontémonos al pasado, entonces. ¿Qué pasó?
–Pasó que las feministas fundamentalistas, que tanto lucharon por la igualdad de condiciones, convirtieron a los hombres en seres discapacitados. ¿De qué servimos hoy si ustedes ganan igual que nosotros, profesionalmente están a la par, y hasta tienen solas a los hijos?

–Bueno, ustedes podrían haberse puesto mejor los pantalones.
–A muchos no les quedó otra que usar polleras, parece. Y los que se niegan a hacerlo, al perder la seguridad que tenían antes, optaron por encerrarse como ostras. Y ahora, ustedes se quejan de que no encuentran pareja… Encima, corren con la desventaja de que gracias a la pilcha, las cirugías y el gimnasio, todas son lindas: desde las de 20 hasta las de 60, todas las minas hoy son competencia. Antes, las de 30 no tenían nada que envidiarle a una de 40. Ahora sí. ¡Hasta Nacha Guevara compite con una de 20! Y eso que a mí Nacha no me gusta. ¡Pero mirá a Susana! Una señora grande súper sexy. Ya no quedan bagayos, nena. Ese es un problema. Las argentinas están en un serio problema: si no se ponen las pilas y cambian ciertas reglas, van a seguir solas.

–¿Entonces…?
–Y… Todo tiende a volver atrás. Vamos a terminar como en los tiempos de Calígula, donde el sexo se tenía sin compromiso y sin importar con quién o con qué.

–Sincérese un momento. ¿En cuántas de sus teorías usted cree de verdad?
–En todas. Yo me baso en la realidad, en la información y en la investigación. La gente se reía cuando dije que los techos bajos destruyen la pareja. Hay que informarse antes, porque no hablo en vano. Esa es una teoría probada por un prestigioso arquitecto. Y lo peor de esto es que las casas se construyen cada vez más bajas y las camas más altas. Yo doy un consejo: si su habitación no llega a los tres metros de alto, no compre un sommier: ponga el colchón en el piso… Si encima que los hombres y las mujeres no están compatibilizando no cuidamos esos detalles, vamos muertos.

–¿Por qué sus máximas son tan negativas?
–Porque minimizando no vamos a tomar conciencia de los problemas, ni vamos a reflexionar para buscar la salida.

–Si la hay, lo escucho…
–No vendría nada mal que hombres y mujeres hagamos una autocrítica, sobre todo las chicas, y rearmemos la constitución de las relaciones. Tenemos que dejar en claro quién encara a quién, porque por ahí no está mal que ahora las mujeres vayan al frente, aunque a mí todavía me incomode.

–¿Le pasó?
–¡¿Cómo?! Y delante de mi propia hija. Mujeres que me daban su teléfono o directamente me invitaban a su casa.

–¿Siempre tuvo levante o se lo dieron la fama y la televisión?
–Siempre. Pero reconozco que la televisión te cambia todos los esquemas. Yo laburaba en Ambito Financiero, donde Julio Ramos tenía su propio ascensor privado. En el año 94 hice mi primer programa de televisión y al segundo aire, el de Seguridad me dice: “No, Chiche, usted no va a esperar, venga por acá”, y me paró el ascensor del dueño para mí. Claro, para él, por el sólo hecho de estar en la tele, yo era una persona de poder. La exposición tiene esos privilegios y muchas desventajas, como que los padres del colegio de mis hijas me dejaran de saludar cuando las retiraba a la salida porque temían quedar como cholulos.

–Pero estábamos hablando de las mujeres…
–Con las mujeres siempre gané. Nunca, ninguna, me dijo que no.

–Lo van a tildar de fanfarrón, le aviso.
–Que digan lo que quieran. Claro que no era ningún tonto: preparaba el clima y esperaba el momento oportuno, pero jamás me cortaron el rostro.

–¿Le gusta hacerse el pendejo?
–Me siento un pendejo. Estoy convencido de que tengo 14. Siempre tuve buena salud, fumo poco y casi no pruebo el alcohol. No me asusta la vejez ni la decadencia.

–¿Cuándo se tatuó ese alambrado en su muñeca?
–Hace cuatro años. Nada… quise saber qué se sentía. Y acá está. No vas a encontrar una historia romántica ni tierna detrás. Es un tatuaje, sólo eso.

–¿Es cierto que lo apodaron Chiche porque de joven era lindo como un muñeco?
–(Risas) De joven no. Fue de bebé. Pero después tuve lo mío: siempre fui entrador, simpático y supe cómo usar mis armas de seducción. Yo sé que todavía hoy, a mis 62 años, me puedo levantar a la mina que quiera.

–Y su mujer, ¿qué dice a todo esto?
–Hace 29 años que estamos juntos. Ella sabe que no miento. Igual, a esta altura, no me queda otra que reconocer que lo de Cristina es amor.

Según el periodista, el sexo femenino corre un serio riesgo a la hora de encontrar hombres: “<i>Tipos casi no quedan, y encima corren con la desventaja de que gracias a la pilcha, las cirugías y el gimnasio, todas son competencia: están buenas las de 20 y también las de 60</i>”.

Según el periodista, el sexo femenino corre un serio riesgo a la hora de encontrar hombres: “Tipos casi no quedan, y encima corren con la desventaja de que gracias a la pilcha, las cirugías y el gimnasio, todas son competencia: están buenas las de 20 y también las de 60”.

“<i>Con las mujeres siempre gané. Yo sé que todavía hoy, a mis 62 años, me puedo levantar a la mina que quiera. Me siento un pendejo…</i>”

Con las mujeres siempre gané. Yo sé que todavía hoy, a mis 62 años, me puedo levantar a la mina que quiera. Me siento un pendejo…

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