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La verdadera historia contada por sus víctimas

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Peter Malenchini no era otro profesor popular del colegio San Juan el
Precursor, sino el más popular entre todos sus profesores populares. Era ese
tipo de maestros tan canchero, tan luminoso, tan ídolo de los chicos. Un joven
muy joven que pintaba sus cuadros, creía en el arte, era amigo de músicos y
destilaba un aire de estrella que para sus alumnos de diez, once, doce años era
inconfundiblemente el aire de un héroe, o casi. Se había ganado la confianza de
los chicos, de los padres de los chicos, de sus colegas, y el pequeño mundo de
San Isidro lo iba viendo crecer. Iban a ser necesarios treinta años para
derrumbar la ficción de aquel figurín de artista seductor y darle paso a la
verdad tenebrosa de su historia.
"Era un tipo muy gracioso, organizaba viajes, campamentos y además nos enseñaba
plástica. A mí eso me provocaba una fascinación especial, porque pinto desde los
ocho años y siempre quise ser artista plástico",
confiesa Luis Belgrano, el
Tupa, ex alumno del San Juan, quien a los doce años fue abusado sexualmente por
su profesor de plástica, Peter Malenchini.

"Era un tipo muy transgresor, un rebelde. El tenía 22 años, el pelo largo, te
hablaba de Litto Nebbia y Edelmiro Molinari, era un rockero y con eso nos
fascinaba. Encima te daba clases de dibujo, que eran las más divertidas. En los
campamentos organizaba los fogones, contaba cuentos de terror alrededor del
fogón, y en la oscuridad pegaba unos gritos que te morías de miedo, pero después
terminábamos todos muertos de risa
." Así se dibuja Peter Malenchini en el
recuerdo de Juan Bancalari, compañero de el Tupa en el San Juan. "Yo fui al
taller de él durante dos años
-continúa Bancalari- y nunca me tocó, me salvé
porque creo que este tipo seleccionaba a sus víctimas. En su mente perversa creo
que estudiaba mucho a qué chico tocaba y a cuál no. Como sabía que mi viejo era
un calentón, tal vez por eso a mí me dejó pasar. Era muy calculador y por eso le
salió todo tan bien, porque cuesta creer que este tipo haya permanecido tan
impune, durante tantos años y habiendo tantos casos.
" Nueve, por lo que los ex
alumnos han podido ir reconstruyendo, han sido las víctimas de Malenchini en los
años de escuela.

Tenía quince años el Tupa cuando sus padres, que sospechaban, le preguntaron
directamente si el tipo aquel lo había atacado. "No", mintió Luis, que ya sentía
los pudores adolescentes del despertar sexual. Pero su hermano Juan Carlos, que
tenía once, fracturó la historia con su respuesta: "A mí, sí", dijo.

No constan en los legajos desempolvados del colegio los motivos que provocaron
la expulsión del profesor preferido por los chicos. Un rumor decía que una
malversación de fondos lo había puesto en la calle, aunque muchos creen que
Malenchini admitió la verdad pero bajo secreto de confesión luego de que los
padres de los hermanos Belgrano, descendientes directos del creador de la
bandera, lo denunciaran ante las autoridades del San Juan.

Los años del silencio. En estos 30 años, Malenchini se convirtió en un pintor
con más markenting que obra. Su atelier en Punta del Este es una casa codiciada
para las exposiciones en alta temporada, y su vida siguió adelante, aunque todos
sospecharan su lado oscuro. Casado, padre de cuatro hijos, Peter expuso y vendió
obras, aunque nunca a grandes coleccionistas. Mientras su carrera ganaba algo de
notoriedad, sus viejos alumnos, los alumnos de los que había abusado y algunos
otros que no, se siguieron viendo siempre con un espíritu de cuerpo que
sostuvieron con los años. Muchos se casaron, fueron padres, algunos hasta
volvieron al colegio para festejarlo, como el Tupa que hizo la fiesta de su boda
en el San Juan: "Eso me dio la pauta de que yo no estaba enojado con mi colegio,
porque volví ahí con un hecho muy feliz. Era Malenchini, sólo él el culpable de
todo".
Los años pasaron sin alteraciones, con la memoria dormida en algunos
casos, hasta que de a poco fue despertando: "Mi mujer es profesora de bellas
artes y hace algunos años nos fuimos a vivir justo a la vuelta del taller de Malenchini. Hasta ese momento yo seguía creyendo que él era el tipo bárbaro que
nos había dado plástica en el colegio. Le sugerí a mi esposa que fuera a su
taller y que se perfeccionara con él. A las dos semanas, el tipo se la estaba
tratando de levantar",
cuenta Bancalari y agrega: "Una tarde me encuentro con el
Tupa y le cuento lo que nos había pasado con Malenchini. El Tupa, entonces, me
miró fijo y me dijo
: 'que tu mujer no vaya más, ese tipo es un abusador hijo de
p…' No me dijo más, pero la firmeza con la que me lo había dicho me hizo creerle
de inmediato. Ahí empecé a abrir los ojos".

Luis Belgrano es hoy artista plástico. Podría no haberlo sido, pero que su
abusador haya sido también artista no impidió que siguiera su vocación. "Eso sí,
en todos estos años, varias veces me lo crucé en exposiciones y muestras. Una
vez, en una muestra, lo vi y me metí detrás de una columna. Tenía 30 años, era
un adulto, pero esa fue mi reacción. Le dije a una amiga que me acompañaba:
'Ahí
esta Malenchini'… Y se lo decía desde atrás de la columna. Ahora el que se tiene
que esconder es él."

En 2001 lo que hervía por lo bajo entre confesiones más o menos íntimas estalló
por el aire: Charlie, otro de los viejos buenos compañeros del grupo del San
Juan, que luego falleció en vísperas de un viaje que todos iban a encarar, se
quebró y contó que Malenchini lo había violado. Los que lo escucharon y habían
sufrido la misma suerte le creyeron sin dudar. Al resto le costó unos minutos
salir del estupor. Treinta años de silencio se habían rajado de un grito.

San Isidro, pequeño país. ¿Qué tan diferente hubiera sido esta historia si
hubiera sucedido en cualquier otro barrio de Buenos Aires? Jamás lo sabremos,
pero sí es posible aproximarnos a lo que pasa en una sociedad cuando se cierra
sobre sí misma. "Con este tema hubo un componente muy grande de hipocresía en
San Isidro
", dice Juan Bancalari y cuenta: "Ocurrió hace poco, en una cena de
beneficencia en el hipódromo de San Isidro a donde yo había sido invitado. De
pronto, para recaudar fondos, rematan un cuadro de Malenchini. Yo les dije a los
que estaban conmigo en la mesa:
'Ese es un violador hijo de p… ¿Cómo pueden
rematar un cuadro de él esta noche?'. Resultó que todos los que estaban ahí
sabían las barbaridades que había hecho el tipo, pero les quedaba más cómodo no
decir nada. Estaba todo San Isidro esa noche y el cuadro se remató como si nada.
Después, cuando empezamos a pegar afiches para escracharlo, nos enteramos de que
todo el mundo sabía quién era el tipo ¿Por qué nunca nadie dijo nada? A veces a
la gente le queda más cómodo el silencio".

El doctor Enrique De Rosa Alabaster es psiquiatra especialista en abuso
infantil, presidente del Capítulo de stress y trauma de la Asociación Médica
Argentina y profesor visitante de la Universidad de París. La suegra del doctor
Alabaster fue socia de Malenchini hace unos quince años, y el especialista tuvo
oportunidad de observarlo de cerca: "El repetía el comportamiento del abusador:
una personalidad seductora, un sujeto extremadamente simpático, muy extrovertido
que, además, se desenvolvía en una sociedad como San Isidro, a la que conozco
muy bien, que se comporta como un grupo social endogámico, es decir, que sus
habitantes tienden a relacionarse sólo entre ellos y, cuando nacen los
conflictos, la respuesta es o de negación y silencio o, como en el caso García Belsunce, se tiende a resolver todo puertas adentro. Algo así pasó en San Isidro
con Malenchini".

-Malenchini optó por desaparecer sin dejar rastro. ¿Cómo reaccionan los
abusadores cuando son descubiertos?
-El va a seguir victimizándose, va a invertir situación para generar lástima,
como ya lo hizo en la cámara oculta. "Soy un enfermo", les dijo a sus víctimas,
como si la enfermedad pudiera exculparlo, hacerlo inimputable. Hasta puede
llegar al extremo de mostrarse como el nuevo adalid contra el abuso infantil.

El valor cuesta, se paga con riesgo y exposición. Bancalari, Kexel y los
hermanos Belgrano eligieron afrontar los costos. Supieron, de pronto, que
hacerlo era mejor para ellos, para sus familias y para tantos que ni ellos
conocen. El Tupa tiene tres hijos. Dos mujeres de 19 y 20 años, y uno de dos
meses y medio. Dice el Tupa: "Me anima saber que con todo esto podemos hacer que
muchas otras historias ocultas salgan a la luz. A los padres me gustaría
decirles que siempre escuchen a sus hijos, que estén atentos para que no les
pase a ellos lo que nos pasó a mi y a mi hermano. En lo personal, siento la
plenitud de haber enfrentado el pasado y habérselo contado a mi hijas, que ahora
me abrazan y me besan mucho más".

Peter Malenchini de traje oscuro y en el centro de sus alumnos. A la izquierda, Juan Bancalari, de quien no abusó pero que hoy también pide justicia. Bajo Malenchini, el Tupa Belgrano. A la derecha, Otto Kexel

Peter Malenchini de traje oscuro y en el centro de sus alumnos. A la izquierda, Juan Bancalari, de quien no abusó pero que hoy también pide justicia. Bajo Malenchini, el Tupa Belgrano. A la derecha, Otto Kexel

Malenchini era un típico personaje de la temporada en Punta del Este. Aquí durante una producción en las playas esteñas, en donde tenía su propio atelier y organizaba muestras de otros artistas.

Malenchini era un típico personaje de la temporada en Punta del Este. Aquí durante una producción en las playas esteñas, en donde tenía su propio atelier y organizaba muestras de otros artistas.

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