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La tragedia del shopping de Paraguay

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Asunción, Paraguay, sábado, primer día de agosto, once y veinte de la mañana. Sirenas de autobombas y de ambulancias, gritos, llantos, plegarias, abrazos frente a las ruinas del shopping Ycuá Bolaños, barrio Santísima Trinidad. Casi los mismos aterradores sonidos de hace exactos cinco años, cuando el fuego escribió el peor desastre de la historia local: 400 muertos (98 niños y 302 adultos), 700 heridos, 7 desaparecidos, 206 huérfanos, 1.070 familias golpeadas y enlutadas para siempre. Pero no sólo el fuego: también la ignorancia, la avaricia, la estupidez. Iniciado el incendio por la explosión de una garrafa en el patio de comidas, alguien ordenó a los guardias cerrar las puertas y apuntar con sus armas a los que huían, ¡para que no se escaparan sin pagar! De pronto, en ese aquelarre, el policía Juan Duarte descubrió a Enzo Bobadilla, un bebé de cuatro meses, lo refugió en su pecho, lo salvó de las llamas y lo volvió a la vida con respiración boca a boca. El héroe y el bebé, en ese caos, estaban destinados al anonimato, pero el fotógrafo Sebastián Cáceres, entonces trabajando para el diario Noticias y la agencia AFP, documentó cada paso de esa historia. Una historia que, cinco años después, GENTE revive con sus protagonistas…

LA VIDA SE ABRIO PASO. Hoy, Enzo Bobadilla va al preescolar, está aprendiendo a leer, y de aquella tragedia sólo guarda algunas cicatrices. Su madre, Gloria Morales (30), contadora y funcionaria de la empresa nacional de electricidad, perdió ese día a su marido, Víctor Bobadilla, analista de sistemas, y ella y su hijo pasaron dos semanas internados en el Hospital del Quemado. “El incendio me quitó a Víctor, pero me dejó a Enzo: sigo viuda y sola, pero el recuerdo de Víctor nos acompaña”, dice. Juan Duarte (29), el héroe, que hace cinco años era suboficial menor de la Policía, hoy es oficial inspector perito en accidentes, y recuerda: “Cuando encontré a Enzo, una fuerza superior me guió para alzarlo, sacarlo de los escombros y lograr que volviera a respirar”. Sebastián Cáceres no duda: “Enzo en los brazos de Duarte es la foto de mi vida”.

TESTIGO DEL HORROR. Edgar Venerando Ruiz Díaz, el periodista paraguayo autor de este informe, recuerda que “estuve frente al shopping a las once y veintiséis minutos. Tengo esa hora anotada en mi cuaderno de reportero. Los gritos eran espantosos: ‘¡Tenemos que romper la puerta de vidrio, pero parece blindada!’; ‘¡Hace falta un camión para atropellar los portones!’; ‘¡Mi hermana está adentro, hagan algo, por favor!’. Me acerqué a un bombero que estaba en el suelo, con principio de asfixia y asistido por sus compañeros con un tubo de oxígeno. Le pregunté: ‘¿Viste muchos muertos?’. Me dijo que sí moviendo su cabeza: no podía hablar. Insistí: ‘¿Doscientos, trescientos?’, y repitió el mismo gesto. Caminé hacia uno de los boquetes y logré entrar al supermercado, pero apenas unos metros: aquello era un horno gigantesco. Contuve la respiración unos segundos, y un bombero y dos policías me sacaron por la fuerza. En la calle ya había decenas de cuerpos amontonados como bolsas. Algunos, en llamas; otros, humeando; otros, yertos como maniquíes, desnudos y mezclados con la mercadería destruida. Nada podía detener ese infierno: ni el agua de las mangueras… A algunos quemados se les desprendía la piel como una cáscara. Pasaron cinco años, pero en mis ojos y en mi memoria todo sigue como si estuviera ocurriendo hoy”.

SALVADA Y EN LA LUCHA. Liz Cristina Torres (42) es la ministra de la Niñez y Adolescencia del Paraguay, nombrada por el presidente Fernando Lugo una semana después de las elecciones que lo llevaron a la victoria. Aquel domingo primero de agosto de hace cinco años fue al shopping con su marido, y hoy recuerda que “estábamos comprando unas pastas cuando nos sacudió una tremenda explosión. Salimos corriendo, como muchos otros, hacia una de las puertas, y al mirar hacia atrás vi una enorme bocanada de fuego que estuvo a punto de alcanzarnos. Aunque parezca mentira –¡qué horrible!– los cuerpos que cayeron sobre mi marido y sobre mí… ¡nos salvaron la vida! Sufrimos quemaduras y lesiones, pero estamos de pie, y para mí, la tragedia no terminó: lideré y aún lidero la coordinación entre sobrevivientes y familiares de las víctimas que siguen reclamando indemnizaciones y justicia”.

EL ESCENARIO DEL ESPANTO. En las avenidas Artigas y Santísima Trinidad, donde estuvo el shopping y hoy yacen sus ruinas, siguen las sirenas y las lágrimas. Unos minutos antes del mediodía llega Fernando Lugo, el presidente paraguayo, alza a niños que la tragedia dejó huérfanos, abraza a sobrevivientes, llora con ellos, y después oye los reclamos de una justicia increíblemente demorada (ver recuadro). En el Memorial, un museo nacido después del desastre, la gente peregrina antes las fotos, las prendas, los objetos de los muertos. Mientras, junto con Enzo y Gloria, Juan Duarte evoca su acto de arrojo. “Tomé la maza que, desesperado, le arrebaté a un bombero, quebré el vidrio de una de las puertas y entré. Primero cargué tres cuerpos ya sin vida. Luego otros dos casi moribundos, que (después lo supe) sobrevivieron. Y de pronto lo vi a Enzo. Tenía su ropita calcinada, y estaba golpeado, inerte, y al borde de la asfixia. Su color era gris. No dudé: lo levanté, corrí hacia afuera, y al mismo tiempo le hice respiración boca a boca, mientras el fotógrafo Sebastián Cáceres nos seguía con su cámara. Pero dejó de apretar el disparador y me ayudó a llevar a Enzo a una ambulancia que partió al minuto rumbo al Hospital de Niños de Asunción. Volví al fuego, ayudé a otros, y recién me reencontré con Enzo dos días después. Tenía hematomas en la cara y quemaduras en la manito derecha, pero ya respiraba normalmente, lo alimentaban, y uno de los médicos me dio la gran noticia: ‘Estamos a punto de darle el alta’. Cáceres y yo nos quedamos en ese infierno hasta las seis de la tarde… ¡y seguían sacando cadáveres! Volvimos al otro día y las escenas eran las mismas. Unos días después fui a la casa de Enzo. Había alegría y luto: el bebé estaba a salvo, pero su padre había muerto y Gloria, su madre, seguía en terapia intensiva. Tuve miedo de que muriera, pero por suerte hoy está aquí, a mi lado, y con Enzo hecho todo un hombrecito”.

El lunes, Juan Duarte volvió a su puesto en el Departamento de Criminalística de la Policía paraguaya, donde trabaja como perito en accidentes. En su casa está la medalla (Mención de Honor) que recibió por su heroísmo, más allá de que la palabra “héroe” lo abruma: “Sólo cumplí con mi deber”, repite. Su lugar de trabajo (Criminalística y Accidentes) encierra, en el caso del desastre del shopping, una terrible paradoja: empezó como un accidente, pero cuando alguien les ordenó a los guardias atrancar las puertas y apuntar con sus armas a los que huían del fuego “para que no se vayan sin pagar” (tal fue el grito), el accidente se convirtió en un monstruoso e imperdonable crimen. Una de las mayores tragedias en toda la historia de Latinoamérica. Un aviso no escuchado en la Argentina, ya que cuatro meses después 194 jóvenes morían en Cromañón. El policía Juan Duarte, entonces suboficial menor, después de salvarlo de morir quemado, lleva al pequeño Enzo a la ambulancia, mientras sigue haciéndole respiración artificial.

El policía Juan Duarte, entonces suboficial menor, después de salvarlo de morir quemado, lleva al pequeño Enzo a la ambulancia, mientras sigue haciéndole respiración artificial.

El sábado, quinto aniversario de la tragedia del shopping, Juan Duarte –hoy oficial superior y condecorado– volvió a tener en sus brazos a Enzo Bobadilla, de 5 años y 4 meses, ya en el preescolar y aprendiendo a leer. El padre de Enzo, Víctor Bobadilla, murió en el incendio, y su madre, Gloria Morales, se recuperó de sus graves quemaduras luego de dos semanas en terapia intensiva. El policía, el niño y su madre son, para siempre, protagonistas de una conmovedora historia.

El sábado, quinto aniversario de la tragedia del shopping, Juan Duarte –hoy oficial superior y condecorado– volvió a tener en sus brazos a Enzo Bobadilla, de 5 años y 4 meses, ya en el preescolar y aprendiendo a leer. El padre de Enzo, Víctor Bobadilla, murió en el incendio, y su madre, Gloria Morales, se recuperó de sus graves quemaduras luego de dos semanas en terapia intensiva. El policía, el niño y su madre son, para siempre, protagonistas de una conmovedora historia.

Sebastián Cáceres, el fotógrafo que logró la imagen del policía salvando al niño, en el 2004. Cinco años después, en el aniversario del desastre, volvió a fotografiarlos frente al museo Memorial.

Sebastián Cáceres, el fotógrafo que logró la imagen del policía salvando al niño, en el 2004. Cinco años después, en el aniversario del desastre, volvió a fotografiarlos frente al museo Memorial.

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