La tragedia de la escuela de Moreno se cobró las vidas de Sandra y Rubén : "Mártires que salvaron 400 vidas" – GENTE Online
 

La tragedia de la escuela de Moreno se cobró las vidas de Sandra y Rubén : "Mártires que salvaron 400 vidas"

El lugar devastado por la explosión.
El lugar devastado por la explosión.

Algunos sintieron el estruendo desde sus casas. Otros en la calle, mientras caminaban rumbo a la Escuela Primaria Nº 49 Nicolás Avellaneda, en la esquina de las calles Félix de Azara y Casimiro José Davaine, en el barrio San Carlos, de Moreno.

Niños, adolescentes y adultos, el estallido sacudió a todos por igual. Hubo gritos, humo y desconcierto. Segundos después, el sonido de la sirena de los bomberos y la peor noticia: dos personas habían perdido la vida. Eran Sandra Calamano (48), vicedirectora, y Rubén Rodríguez (45), auxiliar docente.

Así quedó la escuela 49 después de la explosión
Así quedó la escuela 49 después de la explosión

La catástrofe sucedió el jueves 2 de agosto entre las 7.20 y las 7.40 de la mañana. A medida que se iban conociendo los detalles, crecía el nivel de indignación popular. Se habló de una fuga de gas en el establecimiento escolar y de ocho reclamos al área de Infraestructura Escolar de la Gobernación bonaerense, todos desatendidos.

Al parecer, la explosión ocurrió en el instante en que la vicedirectora prendió la luz en la sala de profesores –hecho bajo investigación de la UFI 8 de Moreno, a cargo de la fiscal Gabriela Urrutia–.

Rubén Rodriguez, de camisa Celeste y Sandra, al frente y con anteojos y el cabello recogido, en un festejo en el colegio
Rubén Rodriguez, de camisa Celeste y Sandra, al frente y con anteojos y el cabello recogido, en un festejo en el colegio

Junto a ella estaba el auxiliar docente. Como cada mañana, se disponían a preparar el desayuno para los chicos. Por la magnitud del estallido, sus cuerpos salieron despedidos: el de Sandra apareció en una vivienda ubicada frente al colegio. El de Rubén en el patio de la escuela, donde, minutos antes había estado barriendo.

MUCHO MÁS QUE DOCENTES. “¿Quiénes eran Sandra Calamano y Rubén Rodríguez?”. Muchas respuestas llegaron a través de las redes sociales, donde colegas, ex compañeros de trabajo y de militancia y familiares, posteaban fotos de ellos con alguna semblanza o mensaje de despedida.

Sandra Calamano en un acto junto a las abanderadas de la escuela
Sandra Calamano en un acto junto a las abanderadas de la escuela

Hernán Pustilnik, docente de tercer grado de la institución desde hace 17 años, escribió: “Les quería contar cómo era la familia de la 49: teníamos una mamá que se llamaba Sandra, que era de esas mamás que te cuidan todo el tiempo. Ella sabía hasta el más mínimo detalle de lo que pasaba en nuestras vidas: dentro y fuera de la escuela. Nuestra familia también estaba integrada por nuestro hermanito Rubén, ‘el gordi lindo’, como le decía yo. Rubén te esperaba todos los días con una sonrisa, una palabra de aliento y siempre dispuesto a darte una mano. Era, también, el rey del pollo a la parrilla cuando nos íbamos de campamento. Sandra y Rubén hoy ya no están entre nosotros. Me tocó llevarlos al cementerio y enterrarlos; todavía creo que todo esto es un sueño y no veo la hora de despertarme”.

Rubén Rodríguez
Rubén Rodríguez

Sandra tenía 48 años, dos hijas adolescentes (una de ellas cellista de la Orquesta San Carlos Dos Moreno) y estaba en pareja con Maxi. Cuentan que iba en bicicleta al colegio, que abría hasta los sábados y que armó una orquesta, un taller de estampado y otro de cocina.

Augusto Arias, profesor de música que pasó por la escuela, la definió como una “luchadora ejemplar” y la recordó con una carta que se viralizó rápidamente. “Sandra hacía el desayuno, arreglaba las cosas del colegio y lo limpiaba. Se quedaba con nosotros a esperar a que todos los nenes fueran recogidos por sus padres. A veces, cuando esa espera se hacía muy larga, ella entendía que teníamos dos (o más) horas de viaje y nos decía: ‘Vayan que yo me quedo a esperar o llevo a los nenes a su casa’”.

Los mensajes de los chicos para Sandra y Rubén.
Los mensajes de los chicos para Sandra y Rubén.

Rubén, de 45, era papá de Maia, de 12, y estaba casado con Mabel Zurita hace 27 años. Le decían Oso y le gustaba ir de vacaciones a Federación, Entre Ríos, donde solía salir a pescar.

Además de auxiliar de Educación, también era instructor de carpintería y restaurador de muebles. “Hizo la primaria en esta escuela y ahora llevaba más de veinte años trabajando como portero. Pasó prácticamente toda su vida dentro de la 49”, cuenta Pustilnik.

Conmovedoras palabras dedicados a Sandra, la vicedirectora.
Conmovedoras palabras dedicados a Sandra, la vicedirectora.

DE LUTO. El frente de la escuela continúa empapelado con dibujos y carteles que hicieron los alumnos. “Sandra, fuiste mi segunda mamá. Vos eras la más querida de la escuela. Siempre te voy a recordar en mi corazón”, firma Dylan Arroyo con letra de imprenta.

A un costado, María Fabiola escribió con su marcador azul: “Rubén, siempre nos llevabas leche al salón y hacías cosas buenas. Hasta siempre. Que descanses en paz”.

El lugar devastado por la explosión.
El lugar devastado por la explosión.

Pasaron cinco días de la tragedia que se cobró las vidas de estos dos docentes, y la certeza de que podría haberse evitado se vuelve cada vez más fuerte. Así lo reflejan los comentarios de padres y alumnos que, durante la mañana del lunes 6 de agosto, hacen fila para ingresar a la Iglesia Familiar Cristiana de la Asamblea de Dios, donde ahora se sirven las comidas que los chicos recibían en la escuela. Al preguntar por Sandra o Rubén, lo primero que devuelven los rostros es una sonrisa. La vocación de ambos era tan fuerte que trascendía el ámbito educativo.

“Siempre estaban atentos a las necesidades de los chicos”, explica Margarita Almirón (34), mamá de Iara (12) y Anabella (10). Gracias a Sandra –destaca la mujer– su hija de diez años pudo ir al campamento de fin de año. Y la de doce, tener su remera de egresados. “Como yo no tenía dinero para costear esos gastos, ella puso de su bolsillo. ‘¿Quién hace eso hoy en día? Decime. ¿Quién?’”, reflexiona.

Camila Martínez (10) y su abuela, Mercedes González, hacen fila para retirar el desayuno. “Gracias a Sandra, mi nieta consiguió los anteojos que lleva puestos”, afirma la mujer.
Camila Martínez (10) y su abuela, Mercedes González, hacen fila para retirar el desayuno. “Gracias a Sandra, mi nieta consiguió los anteojos que lleva puestos”, afirma la mujer.

A su lado Romina Rivas (30), madre de Luciana (9) y Juan Cruz (7), asiente y trae otra anécdota. “La otra vez me ayudó a comprarle el remedio para el asma a mi nene, porque no me alcanzaba el dinero”, explica.

Mercedes González es la abuela de Camila Martínez (10). Mientras espera que su nieta retire la primera comida del día, cuenta que los anteojos que lleva puestos la nena se los consiguió Sandra. “Le comenté que había que sentarla en la primera fila, porque no veía bien. Después la llevamos al oculista y cuando le recetaron los anteojos, no sólo me los consiguió, sino que me los terminó llevando a mi casa”, recuerda.

Desde el viernes 3 de agosto, la Municipalidad de Moreno brinda atención psicológica a grupos de niños y adultos en el predio lindero a la escuela.
Desde el viernes 3 de agosto, la Municipalidad de Moreno brinda atención psicológica a grupos de niños y adultos en el predio lindero a la escuela.

Karen Monzón (25) fue mamá de Gael hace tres meses. Durante el embarazo, cada vez que tuvo que hacerse estudios contó con la ayuda de Sandra y de Rubén para que le cuidaran a Joan (7). “Lo llevaba un ratito antes y no había problema”, destaca.

El jueves 2 de agosto a la mañana estaba a punto de salir de su casa –ubicada a dos cuadras– cuando escuchó un estruendo y vibraron las ventanas. Hoy aguarda una consulta con las terapeutas que ofrece el Municipio. “Mi hijo quedó muy movilizado con todo esto”, afirma.

Las dulces y conmovedoras palabras de los alumnos
Las dulces y conmovedoras palabras de los alumnos

SEGUIR ADELANTE. Desde una rendija del portón de entrada, Mariana Acosta (40) y su hija Gilda (17) espían el patio de la escuela. Hay vidrios rotos, restos de chapas, marcos de ventanas y pedazos de manteles y cortinas. Mariana no puede disimular la angustia. Sus tres hijos son egresados de la 49 y ella trabajó en la Cooperadora entre 2001 y 2017. “Si esto pasaba veinte minutos más tarde, los chicos no la contaban”, asegura.

Hoy, la incertidumbre y el dolor invaden el ámbito de la escuela, ya que ni los niños ni sus padres saben cuándo volverá a abrir sus puertas. Y ya no tienen ni a Sandra ni a Rubén para que los contengan...

Por Flor Illbele.
Fotos: Francisco Trombetta, Facebook y Twitter.

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