Balthazar corre con un balde cargado de arena entre castillos imaginarios. Música de fondo: el runrún de las olas que mueren sobre la playa que lleva a José Ignacio. Tiempo y circunstancia: primeros días de Valeria Mazza en el Este. Una Val
eria feliz, tranquila y radiante. Y exactamente con todo lo que ama y necesita: verano, relax, familia (marido Alejandro Gravier, hijos Balthazar, 3 años, y Tiziano, 10 meses). Habla por teléfono, "pero no mucho: quiero verlos crecer, y cada minuto con ellos cuenta", dice, y se recuesta con su espléndida espalda hacia el sol. Los cuatro (más sus perros) viven en la exclusiva zona de chacras marítimas, camino a José Ignacio. Vecinos también notorios: Nicolás Repetto y Alan Faena.
Los Gravier-Mazza llegaron el jueves 26 y ocuparon la casa que está pegada a La boyita, el búnker veraniego de Marcelo Tinelli. Están solos, pero no tanto: los acompañan -ya es costumbre- unos amigos italianos; Vicky Fariña, Papo Roca y su hijo Santino, inseparable compinche de Balthazar. Valeria tiene, en enero, la agenda en blanco. O, en todo caso, con una sola anotación: Ojo, desfile de Giordano. Sí: esa noche estará en la pasarela, que a esta altura es como su casa. Jura que quiere "descansar, descansar y nada más que descansar". Pero no será por mucho tiempo, porque a fines de enero volverá a Italia -donde la idolatran- para trabajar en Media Set, uno de los canales del zar Berlusconi. Una Italia que, según el último reportaje que le hizo GENTE, "ardió con ella". Y no es cuento. Cien mil personas la aclamaron en la muy napolitana Plaza del Plebiscito. Cantó y bailó con Lionel Ritchie y música desgranada por una orquesta de setenta almas. Dijo "Argentina", y le contestaron "Diego…
Diego…". Habló, claro, en italiano: ya lo domina ida y vuelta, aunque los locales le perdonarían uno que otro furcio porque se les metió en el corazón desde el primer día de aquel San Remo 96. Un día en que acaso empezó a bajar de la pasarela y a conquistar el escenario y el set de televisión.
