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La modelo que volvió a nacer

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Debajo de la puerta de la habitación 204 nace un hilo de luz. Desde una notebook se escucha una cumbia a todo vapor: es Gilda, que canta No me arrepiento de este amor. La habitación está decorada con flores gigantes de peluche, sapos, alfombras con estampas de sapos y carteles que dicen: “Fuerza Beti” o “Beti, no empieces a romper…”.

Ahí está Beti. La belleza norteña llamada Betiana Wolenberg (20) que tiene ganas de hablar y le dice a Pancho Dotto en exquisito misionero: “Yo te quiero, pero me voy a seguir vistiendo como a mí me gusta. O sea: vamos a seguir peleando siempre…”. “Beti no se hace la guarra. ¡Ella es una guarra total!”, completa el manager. Hasta hace dos días, la modelo padecía un edema cerebral, respiraba con la asistencia de una máquina y se encontraba bajo un coma provocado por un accidente automovilístico. El pronóstico reservado continuaba, en un silencio para nada alentador. Pero ahora todo cambió. “Che, loco, ¡tengo hambre! Traéme un bife de chorizo con papas fritas”, le dice Betiana –que hasta hace dos días era alimentada a través de una sonda– al doctor Héctor Badía, jefe de Terapia Intensiva de la Clínica Pergamino. En la habitación también están sus amigas Florencia Salvioni, Soledad Ainesa, Mechi Ugarte y Zaira Nara, que organizaron una especie de carnaval carioca hospitalario. El radio de Florencia empieza a sonar. “¿Qué se sabe de Betiana?”, pregunta desde Buenos Aires la modelo boliviana Susi Diab, que visitó Pergamino cuando Betiana estaba en coma. “¡Hola Boli! Estoy bien”, contesta ella misma con lágrimas. En la habitación también están Emilse Méndez, que viajó desde Misiones en una Saveiro, y Germán, hermano de Betiana y celestino en su relación con Santi. La modelo no sabe bien por qué está acá, sólo que tuvo un accidente, y repite todo el tiempo: “Perdónenme, los quiero mucho…”.

EN LA DELGADA LINEA. El arroyo Los Ingleses atraviesa la ruta 8 a la altura del kilómetro 187, cerca de Arrecifes. Este domingo es el Día de la Madre y el camino de campo está manso, despoblado. Betiana Wolenberg (19) y Santiago Rossi (26, su novio desde hace un par de meses), viajan en un WV Bora. El es piloto de cuatriciclos y acaba de comprar el auto, que apenas caminó 6.000 kilómetros. La pareja se dirige hacia Melincué, Santa Fe, a 117 kilómetros de Rosario, donde Santi participará en el Campeonato Interprovincial de Cuatriciclos. Betiana había llegado esa mañana desde Nueva York, donde realizó algunos catálogos, y quince minutos después habló con su mamá, Gladys. Como siempre, le dijo que la quiere, con el agregado del “Feliz día”. En ese momento, en Leandro N. Alem, Misiones, llueve torrencialmente, y está por empezar el culto de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata. Suenan las campanas, y madre e hija se despiden.
Cerca de las once de la mañana Santiago ya está cruzando el puente del arroyo Los Ingleses y su auto se vuelve ingobernable, despista (un par de segundos antes hubiese caído al vacío), cae a la banquina y empieza a rodar sobre sí mismo. Beti es despedida y queda tendida inconsciente en el descampado. Santiago sigue rodando con el auto, que se detiene destruido a más de cien metros. A las once y diez de la mañana, un automovilista se comunica con el oficial Rubén Tenorio, de la patrulla rural de Viña, un pequeño paraje ubicado entre Arrecifes y Pergamino. En alguno de los vuelcos del auto, la mano de Santiago es atrapada por la puerta, provocándole el desprendimiento a la altura de la muñeca; Betiana se quiebra la pelvis y recibe una herida de doce centímetros en la cara interior de su muslo interno. La ambulancia los lleva al hospital de Arrecifes, pero el mismo domingo los dos fueron trasladados a centros hospitalarios de mayor complejidad: Betiana a la Clínica Pergamino y Santiago al Hospital Italiano. ¿Qué pasó? “El auto circulaba a altas velocidades y reventó un neumático”, supone la policía. Los peritos no dan mayores precisiones. Se sospecha que falló el puente trasero izquierdo del Bora o que el vuelco se produjo por la explosión del neumático.

PASARELA A LA FAMA. Digamos que Beti es esa chica que llega desde un pequeño pueblo del interior (en este caso Leandro N. Alem, Misiones) con el sueño de ser modelo, triunfar en lo suyo, y lo cumple sin mayores obstáculos. “Es un ser especial. Sigue siendo la misma chica que llegó desde Misiones: no tiene aires de grandeza”, dice Florencia Salvioni, su compañera de departamento. Betiana estudió en una escuela rural de Alem, con pocos alumnos y aulas en acoplados.
A los trece ya caminaba las pasarelas misioneras y a los quince hizo su primer casting grande, cuando Pancho Dotto realizó un scouting con 600 chicas de su provincia natal. “Su hija es muy linda, pero nosotros podemos hacer que se vea aún mejor. Si se viene a Buenos Aires va a desarrollar una carrera profesional increíble”, le dijo por aquellos días Dotto a Gladys Krüger, la madre.

Y fue así nomás. Betiana vistió la portada de la revista Para Ti en quince ocasiones; ya recorrió las pasarelas y las gráficas de todo el mundo y hoy es la cara de Kosiuko. “Es una india. Tenías que verla caminando en patas por la selva misionera cuando hizo la campaña de Wanama. La gente que la contrató me decía: ‘¡Esta piba es un fenómeno!’”, recuerda Pancho Dotto. “Las marcas la eligen porque hacer un viaje con Betiana no sólo es provechoso para la campaña, sino que es divertido”, dicen las productoras que trabajan con ella. Betiana es siempre centro de escena. “Hace un par de meses, después de un desfile en El Calafate, agarró el micrófono y empezó a gritar: ‘¡Todos a bailar! ¡Usted también, intendente! ¡Cambie esa cara de serio!’”, recuerda Zaira Nara.

SILENCIO, HOSPITAL. Bueno, bueno... Esto es un hospital”, se pone severo el doctor Badía, que despeja la sala con su sombrero estilo carnaval carioca. Segundos afuera. “Esta chica tiene más anticuerpos que cualquiera de nosotros. Por eso se recuperó tan rápido”, ensaya Dotto una explicación con poco rigor científico. Dice el manager que éste fue un año pésimo. “Empezamos mal”, retoma. “El 13 de febrero falleció la madelo uruguaya Eliana Ramos. Se dijeron muchas pavadas. Después, mi secuestro, y ahora lo de Beti…”. Por eso, el tipo está contento y el viernes mismo, cuando Betiana despertó, le dijo que Honda la quería para encabezar la campaña de su modelo Fit. Para creerlo no hay que mirar el estado del auto, pero la modelo va a poder trabajar tranquilamente. El doctor Tomás Ramuella le operó la herida del muslo izquierdo y el corte de la cara es apenas un raspón. “Fue el peor Día de la Madre que viví, pero a partir de ahora va a ser el mejor. Mi hija volvió a nacer, y eso no tiene precio... El primer parto fue espléndido; éste fue insufrible…”, redondea Gladys.

Pancho Dotto, Gladys –mamá de Betiana–, el doctor Badía y sus amigas Flor Salvioni, Soledad Ainesa, Mechi Ugarte y Zaira Nara festejaron la recuperación de la modelo.

Pancho Dotto, Gladys –mamá de Betiana–, el doctor Badía y sus amigas Flor Salvioni, Soledad Ainesa, Mechi Ugarte y Zaira Nara festejaron la recuperación de la modelo.

Izquierda, Betiana y sus 89-60-88 en su 1,73 de altura.

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Santiago y Beti después de una carrera. Una de las últimas fotos de la pareja.

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