La magia y la ilusión llegaron a Buenos Aires – GENTE Online
 

La magia y la ilusión llegaron a Buenos Aires

Todo empezó hace más de 30 años con un lanzallamas. Guy Laliberté era un hippie veinteañero un poco aburrido de su Quebec natal, que andaba por la vida con un acordeón destartalado, el pelo largo, la idea hiperbólica de recorrer el mundo con su mochila al hombro y a quien en sus ratos libres –casi todos– le gustaba escupir fuego por la boca. El, como su apellido, eran puro romanticismo. Y Europa, por supuesto, iba a ser su primer destino.

Hacia allí partió a finales de los 70 en su viaje iniciático como artista. Se instaló en París, donde aprendió y se perfeccionó en las distintas disciplinas circenses junto a otros jóvenes, y a comienzos de los 80 volvió a Canadá como un artista consumado y formó, junto a tres amigos, El Club de los Tacos Altos, un espectáculo centrado en el arte de los zancos. Laliberté era, en esencia, una usina de ideas y un organizador nato. Unos años más tarde, en 1984, cristalizando y puliendo lo aprendido en Europa y reuniendo a los artistas callejeros de Quebec, crearía el Cirque du Soleil, su obra definitiva.

Dejando de lado la utilización de animales y la exposición de distintas deformidades (nada de mujeres barbudas, nada de enanos), transformaría el espectáculo en una estilizada experiencia estética, emparentada con el musical y con el teatro, aunque sin perder la identidad circense, callejera.

El CIRCO ®. La primera presentación fue en el 450º aniversario de Canadá, respaldado por el gobierno de Quebec, y a ese show le siguió una gira por el resto del país. Después vendrían Los Angeles, Las Vegas… el mundo. El camino al éxito que le dicen. Y el muchacho se reinventó: cambió su melena por una calva lustrosa, el acordeón por la batuta de todo un circo, y su vida de artista callejero por un puesto en la lista de la revista Forbes de los hombres más ricos del mundo (¡1200 millones de dólares!). Hoy, Guy Laliberté, con su apellido de reminiscencias sesentistas, es un empresario exitoso e inventor del circo más grande –y probablemente el mejor– del planeta. Ya no escupe fuego: embolsa millones y millones. Tiene especialistas recorriendo los cinco continentes en busca de nuevos talentos y transformó la configuración genética del circo: ya no es un clan familiar extravagante, sino un equipo absolutamente cosmopolita y atlético. Hay artistas de 46 países distintos, en sus carpas se hablan más de 25 idiomas y más que tradición familiar hay concentración de talentos. Guy supo adaptar el circo al siglo XXI sin caer en derroches futuristas ni olvidarse de la esencia de los trapecios, los malabares, el asombro y la adrenalina.

Hoy, veintidós años después de su nacimiento, el Cirque… tiene doce espectáculos en cartel (siete de gira por el mundo, cuatro fijos en Las Vegas y otro en Orlando), lleva recorridos cincuenta países, ya fue visto por más de 50 millones de personas en todo el mundo, mueve 600 millones de dólares cada año, tiene 3.500 personas entre artistas y técnicos, y acaba de acampar por primera vez en la Argentina para presentar Saltimbanco, un espectáculo que viene girando por el mundo desde 1992, ya fue visto por 9 millones de espectadores y estará en cartel hasta el 9 de junio, con entradas que van desde los 90 hasta los 460 pesos.

EN LA ARGENTINA
. El circo ató amarras en los primeros días de mayo en la Costanera Sur, en el predio de la truncada Ciudad Deportiva xeneize. Un verdadero “pueblo sobre ruedas” que tarda siete días en ser montado, es transportado en sesenta y un contenedores, pesa 850 toneladas y está compuesto por cinco carpas. La Grand Chapiteau (la principal), otras dos de entrada, una vip y otra para los artistas, aunque todos duermen cómodamente en el Sofitel de Puerto Madero… El campamento entero ocupa 3.263,50 metros cuadrados y se autoabastece de todo (menos de agua y de líneas telefónicas), con tres generadores de energía y un plantel que incluye un director de cocina, cuatro cocineros y ciento cincuenta empleados locales, además de electricistas, plomeros, soldadores y personal de mantenimiento. Para estos shows en el país hay afectadas más de mil personas.

El estreno en Buenos Aires fue el viernes pasado, ante un auditorio integrado sólo por invitados. Hubo actores con sus hijos, políticos con sus hijos, periodistas con sus hijos, escritores con sus hijos, empresarios con sus hijos, celebrities con sus hijos… Los primeros en llegar fueron Julio Bocca, Eleonora Cassano y Lino Patalano, que se apoltronaron rápidamente en los sillones de la Tapis Rouge (la alfombra roja, la carpa vip) para beber y picar algo antes de la función. El lugar no tardó en abarrotarse de caras conocidas… Andrea del Boca (con su remera oficial del circo, comprada en uno de sus espectáculos de Las Vegas) de la mano de su hija, Anna –idéntica a ella de chiquita–, y de su mamá, Ana María. Alan Faena, con su clásico sombrero blanco de cowboy. Mercedes Sosa, sentada en un costadito. Marcela Tinayre y Marcos Gastaldi, correteando detrás de su hijo Rocco, que se les perdía entre la gente cada cinco minutos. El canciller, Jorge Taiana, acompañado de su mujer, Bernarda Llorente (subdirectora de Programación y contenidos de Telefe). El jefe de Gobierno porteño, Jorge Telerman, acompañado por tres señoras. Marcela Kloosterboer, que no soltó el celular en toda la noche, con sus padres. Mariano Grondona con su mujer, Elena Lynch. Mauricio Macri (solo). Claudio Villarruel, que habló efusivamente con Luisana Lopilato y Mariano Martínez. Leticia Brédice con su novio, Juampi Sanguinetti, y su hijo, Indio. Maximiliano Guerra, que cumplía años, con su mujer, Patricia. Ricardo Darín y Florencia Bas. Mirtha Legrand y Graciela Borges. Oscar Martínez, Jorge Marrale y Rodolfo Ranni. Graciela Alfano con Matías Alé, con la barba crecida y una remera de Homero Simpson en plan Che Guevara. Florencia Torrente y Nicolás Cabré, intentando pasar lo más inadvertidos posible. Cecilia Roth con amigos. Y un multitudinario etcétera: 1.500 invitados en total que, cuando sonaron las campanadas, se acomodaron obedientemente en la carpa para el inicio de la función. ¡Doingggg!

“MESDAMES ET MESSIEURS…”. Las luces se apagan y una pequeña multitud de payasos invade la carpa. Les roban los asientos a unos, dejan sin remera a otros. Uno secuestra momentáneamente a Graciela Alfano, llevándosela en brazos a la carrera por la carpa. La hace dar una vuelta en el aire. Y la Alfano que no para de sonreír… Otro, más allá, le lustra la pelada al Mono Dalvia, empresario de la noche. Y así, incomodando a los espectadores, empieza el espectáculo. Cincuenta y cinco artistas en escena, sostenidos por una banda de cinco músicos también maquillados para la ocasión. Hay cuerpos que forman figuras, unos mástiles chinos por los que trepan los artistas, un número de boleadoras –en el que participa Adriana Pegueroles, la única argentina de la troupe–, malabarismo a cargo de una chica que llega a tirar al aire y agarrar ¡nueve pelotitas!, un mimo versión siglo XXI y un break para comer algo en alguna de las carpas, comprar alguna de las remeras oficiales por $ 150, cds de los distintos espectáculos por $ 20, máscaras por $ 300 y demás objetos de merchandising de ocasión. Un break para gastar, digamos, porque el Cirque es, entre otras cosas, un negocio perfecto. Y vuelta a la carpa, media hora más tarde, para la segunda parte. Que, como la primera, no da respiro. Un número desorbitante de equilibrio sobre una soga a cargo de Ren Jun, una china de 17 años que parece flotar en el aire. Después un número de trapecios, otro de bungee jumping circense y a un grandote que lo hacen revolcarse en el escenario y hacer piruetas durante 20 minutos. Un espectáculo, en fin, imposible de describir. Hay que verlo.

la fête. Después de la función, en el predio detrás de la Facultad de Derecho, el Cirque du Soleil organizó una fiesta en la que se mezclaron espectadores y artistas, y que tuvo como animadores a clowns, acróbatas y malabaristas locales. Hubo un breve discurso de Jorge Telerman, otro de Marcelo Ripoll, director general de CIE Argentina –la empresa organizadora–, la entrega de una placa de bienvenida a Adriana Pegueroles, la representante del país en el circo, y siguió la fiesta. Había que celebrar: era la primera vez del Cirque… en la Argentina, era la primera de las cincuenta y una noches de función en la Costanera Sur, era un viernes a la noche en Buenos Aires.

En serio, es imperdible. Ya lo dijo el gran Francis Ford Coppola cuando los fue a ver: “¡Viva el circo! ¡Gracias por este número maravilloso!”. Y todo esto, por un lanzallamas…

Saltimbanco –significa “artista callejero” en italiano– cuenta con 55 artistas de 46 países. Cirque du Soleil nació en 1984 en Canadá y ya dio varias vueltas al mundo.

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El dúo de trapecio y ballet aéreo a cargo de las ucranianas Rusiana y Tiisiya Bazaliy es uno de los momentos más impresionantes del espectáculo.

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La familia Vintilov (el padre Maxim, la madre Andrey y su hijo Oxana) hacen un número donde el trío se convierte en una escultura viviente.

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