«La inundación nos robó toda nuestra historia» – GENTE Online
 

"La inundación nos robó toda nuestra historia"

La avenida Juan José Paso pierde el pavimento frente a la cancha de Colón.
Sobre su última rotonda, los vecinos habían improvisado un puerto en los tiempos
de la inundación. Ahora que el agua se fue, como una calle de tierra -"de
mejorado
", corrigen todos aquí-, Paso se sumerge en la profundidad del barrio
Chalet. Son un puñado de manzanas encerradas entre el terraplén lindero al río
Salado y la ruta que une a la ciudad de Santa Fe con Santo Tomé. La casa de
Rubén Benítez asoma al 4114 como una construcción de material con techo de zinc.
Sobre una de sus paredes laterales tiene dos inscripciones hechas con cal, aún
frescas. "El 29/04/03 el agua del Salado tapó el techo", dice la más cercana a
la calle. La otra, en el interior de la manzana, reza: "Lo que no me mata me
hace más fuerte".

 

El viernes 29 de abril, el río Salado desbordó inéditamente su cauce habitual y
trepó hasta el centro de la ciudad. En su alocado recorrido, cubrió por completo
el barrio Chalet. A las 14 horas, Rubén Benítez ya había evacuado a su familia y
buscó refugio en lo más alto: montó una carpa sobre el techo de su casa y se
propuso defender sus pertenencias de los saqueadores. Se armó con un rifle
calibre 22 y, días después, cruzó disparos con un grupo de delincuentes. "Perdí
treinta años de trabajo, pero voy a cuidar lo poco que me dejó el agua. Ahora se
quieren robar las chapas de los techos… Yo no le tengo miedo a esta gente y me
voy a quedar acá hasta que baje el río",
repetía entonces. Su esposa, Norma, y
sus compañeros del Nuevo Banco de Santa Fe le suministraron provisiones.
Entretanto, agudizó su ingenio e improvisó un baño y una cocina a gas. Un
calvario que padeció él y otros siete parientes que también viven en Santa Fe.

El agua se replegó hasta su cauce habitual el viernes 16 de mayo, diecinueve
días después de su impiadosa crecida. Recién entonces, Rubén volvió a pisar
tierra firme. Y descubrió las paredes de su casa surcadas por nuevas grietas
profundas, el machimbre de los techos retorcido y el cielorraso del baño
derrumbado. De los muebles de sus cinco ambientes, tan sólo pudo rescatar la
mesa del comedor, de duro algarrobo. El resto (cinco camas, cocina, platos,
electrodomésticos, toda la ropa de su familia, dos televisores, un teclado, una
biblioteca completa, una computadora con su correspondiente scanner, los libros
de estudio de sus cuatro hijos, documentos, juguetes…) había sido destruido por
el agua y apilado en un rincón del living. Buscó sus fotos familiares y las
encontró desteñidas. Desde entonces se reconoce "un hombre sin historia". Resume
Rubén: "El agua se tragó todos mis recuerdos. Las fotos de mi casamiento, del
nacimiento de los chicos, de las fiestas de quince de las nenas más grandes, de
los parientes que ya no están… Todo mi pasado, además de veinticinco años de
trabajo que puse en cada ladrillo
". Visitó a su familia en el departamento que
le proveyó la Caja Mutual de los bancarios y regresó al techo.

-Hay veces que Rubén vuelve de casa con los ojos hinchados y dice que el ácido
del agua le hace mal. ¡Cómo si no supiésemos que estuvo llorando como un chico
por lo que nos robó el agua!, asegura Norma.
-Yo tengo que estar fuerte para mis hijos: soy el palo que tiene que estar firme
para guiarlos, se excusa él.

El viernes 23 de mayo, Rubén bajó definitivamente de su techo y se reunió con la
familia. Volvió a trabajar en el banco y recibió asistencia psicológica. Ahora
trabaja en la reconstrucción de su hogar. Pica las paredes que aún transpiran
agua del Salado. Pretende descubrir el ladrillo para que se seque
definitivamente. "Trabajé veinticinco años en esta casa. Yo hice los cimientos y
puse un ladrillo sobre otro. Acá me casé y vi crecer a cada uno de mis hijos.
Primero hice dos habitaciones y un baño. Después el living, la cocina y la
cochera. Cuando creció la familia, vendí el auto para darles más espacio. Es
más, hace dos semanas había cambiado los marcos de todas las puertas. ¿Y ahora?
Esto no es sólo ponerse a trabajar, porque hay que tener plata para ponerse a
trabajar… Mañana van a venir a verificar los cimientos de mi casa, porque cuando
volaron el terraplén que estaba acá a 300 metros, tembló como una hoja. No creo
que pueda volver a vivir acá antes de las fiestas… Vení, mirá, mi casa era así"
,
dice Rubén mientras exhibe una única foto de su hija Carolina, en donde se ve
parte de su living en blanco impecable y cortinas a tono. Y vuelve a romper en
llanto.

Rubén Benítez dice que una de sus hijas ya no quiere ir a la escuela porque allí
la llaman despectivamente "inundada". Conoce y repite las historias más trágicas
de la crecida. Jura que sólo en el barrio Chalet murieron 9 personas, de quienes
conoce nombre y apellido. Que a través del agua supo qué es la miseria humana y
que ha visto personas "de mucha plata" pelear por una bolsa de alimentos,
quitándoles la posibilidad de asistencia a las personas que no tienen nada.
Ahora extiende su brazo derecho, hinchado por la picadura de un alacrán. Por
momentos dice que quiere abandonar el barrio aunque luego asegura que no podría
vivir en otro lugar. Finalmente afirma que, aun en la desgracia, se siente
afortunado por tener trabajo. Y que sólo pretende justicia. "Le voy a hacer
juicio a la provincia. A Reutemann lo voy a esperar los 60 días que pidió porque
creo que se lo merece, pero apenas se cumpla ese plazo voy a Tribunales. No sé
si lo voy a cobrar yo, mis hijos o mis nietos. Pero alguien tiene que hacerse
responsable. El mismo día que nos tapó el agua, el intendente de Santa Fe dijo
que los que vivíamos en el barrio Chalet nos podíamos quedar tranquilos porque
el agua nunca iba a llegar…
".

Rubén Benítez y su mujer, Norma, hoy trabajan en la recuperación de su casa.

Rubén Benítez y su mujer, Norma, hoy trabajan en la recuperación de su casa. "Tardamos veinticinco años en construir nuestra casa y al agua le llevó tan sólo unos días destruirla", se lamentan.

Rubén Benítez permaneció diecinueve días sobre el techo de su casa. Allí recibió la visita de su mujer y sus cuatro hijos: Carolina (18), Rocío (16), Rubén Darío (12) y Florencia Belén (11). Durante la crecida, el agua llegó hasta el cielorraso.

Rubén Benítez permaneció diecinueve días sobre el techo de su casa. Allí recibió la visita de su mujer y sus cuatro hijos: Carolina (18), Rocío (16), Rubén Darío (12) y Florencia Belén (11). Durante la crecida, el agua llegó hasta el cielorraso.

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