La historia secreta de un final anunciado – GENTE Online
 

La historia secreta de un final anunciado

El que crea que hice todo lo que pude, y no sienta vergüenza de estar a mi lado, me gustaría que me acompañara hasta la puerta". En el acto, Fernando de la Rúa se levantó de la silla de su despacho y salió hacia la escalera que lo conduciría hasta la explanada de la Casa de Gobierno. Quizás pensó que la rapidez de su actitud haría titubear a los suyos, pero los funcionarios y empleados que permanecieron hasta el final, muchos con los ojos rojos por la emoción, bajaron los escalones de mármol pisándole los talones. Ya en el Salón de los Bustos, tres granaderos intentaron escoltarlo, pero el ex presidente, con un gesto firme y veloz, los hizo retroceder. Así, acompañado sólo por los más cercanos, llegó hasta el

Peugeot azul en el que lo aguardaba su chofer (el Tano Badino, con él desde la intendencia porteña), que lo condujo hasta el helicóptero presidencial.


LA HUIDA.
A las 19:56 del día anterior -jueves 20 de diciembre-, tras su renuncia, se había marchado de otra forma. En la
más patética de las soledades, por los techos, y en un helicóptero, piloteado por el comodoro Castro, que lo aguardó menos de un minuto sobre la azotea, al que subió junto a su edecán Gustavo Giacosa. Uno de sus secretarios, al abandonar la Rosada el jueves, explicó la actitud: "Salió por arriba porque lo quisimos preservar. No queríamos que le gritaran algo. Mirá: si estuviera entero y de pie, todo bien. Pero cuando está caído, no…". Había pocos funcionarios (Hernán Lombardi, Chrystian Colombo, Nicolás Gallo, Héctor Lombardo, su secretaria Ana Cernusco), ningún familiar, ni siquiera amigos íntimos como Fernando de Santibañes o Gregorio Negro Carreras, que disfrutó esa relación para viajar en el Tango 01 a China cuando todo era felicidad. En rigor de verdad, al día siguiente, Carreras estuvo en Casa de Gobierno, pero llegó cuando De la Rúa ya se había ido. El radicalismo alfonsinista estaba casi ausente. El viernes, apenas asomó Federico Polak, hombre de Alfonsín. Y no evitó sutilezas
para diferenciar su actitud: "Vengo a saludar a Colombo, el funcionario con más fibra que tuvo este Gobierno. Ni sabía que estaba el ex presidente... El miércoles, mi propia familia estuvo en Plaza de Mayo protestando".

LA MAÑANA DEL ADIOS. La historia del final de De la Rúa se comenzó a escribir en la madrugada del jueves 20, cuando ya todo el mundo hablaba de la renuncia de Domingo Cavallo. Hasta las cinco de la madrugada estuvo reunido con sus colaboradores íntimos, evaluando el escenario más temido. Luego se retiró a descansar. Contrariando su fama de dormido, casi no pegó un ojo. A las nueve de la mañana estaba duchado y listo para el su último desayuno en la Quinta de Olivos como presidente. No varió las costumbres: sorbió muy despacio un té con leche. Junto a él, preocupada por su futuro, pero sobre todo por el ataque al domicilio de su hija Agustina, estaba Inés Pertiné. También Aíto y Antonio, que había llegado el domingo 16. A esa misma hora, también asestaban tres balazos a la puerta de entrada del departamento de Carlos Chacho Alvarez. Luego, habló con Nicolás Gallo, Chrystian Colombo, Adalberto Rodríguez Giavarini. También con Nicolás Becerra (el jefe de la SIDE), para conocer de primera mano cómo se inc
endiaba de saqueos y protestas el país.

por Hugo Martin y Mariana Montini
fotos: Fernando Carrera, Fernando Arias, Pablo 
Lázaro, Julio Ruiz y gentileza Víctor 
Bugge (Presidencia de la Nación)
Fernando de la Rúa, ya ex presidente de la Nación, deja la Casa de Gobierno. Antes había consultado con Mario Casares, el jefe de arquitectos de la Casa Militar, si la azotea de la Rosada resistiría el aterrizaje del helicóptero oficial. Afuera, la gente que desde la mañana había soportado la brutal represión desatada en la Plaza de Mayo, festejaba la renuncia y entonaba el Himno Nacional Argentino. Eran las 19:56 horas del jueves 20 de diciembre.

Fernando de la Rúa, ya ex presidente de la Nación, deja la Casa de Gobierno. Antes había consultado con Mario Casares, el jefe de arquitectos de la Casa Militar, si la azotea de la Rosada resistiría el aterrizaje del helicóptero oficial. Afuera, la gente que desde la mañana había soportado la brutal represión desatada en la Plaza de Mayo, festejaba la renuncia y entonaba el Himno Nacional Argentino. Eran las 19:56 horas del jueves 20 de diciembre.

Eran las 16,15 cuando De la Rúa entró al salón de conferencias de la Casa de Gobierno con Juan Pablo Baylac, Chrystian Colombo, Adalberto Rodríguez Giavarini y Nicolás Gallo. Dijo: Estamos esperando a los otros ministros", pero nadie llegó. Entonces, leyó su discurso. ¿Qué dijo? Poco. Pero lo suficiente como para que el PJ quedara como el culpable de su renuncia. ">

Eran las 16,15 cuando De la Rúa entró al salón de conferencias de la Casa de Gobierno con Juan Pablo Baylac, Chrystian Colombo, Adalberto Rodríguez Giavarini y Nicolás Gallo. Dijo: "Estamos esperando a los otros ministros", pero nadie llegó. Entonces, leyó su discurso. ¿Qué dijo? Poco. Pero lo suficiente como para que el PJ quedara como el culpable de su renuncia.

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