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La historia negra de la Triple A

Bajo la consigna de Dardo Cabo de “que cada acción militar sirva para acumular poder… para la construcción del ejército revolucionario”, la organización Montoneros realizó, dos días después de las elecciones que llevaron al triunfo a Juan Domingo Perón, un hecho conmocionante: el 25 de septiembre de 1973 asesinó a José Ignacio Rucci, secretario general de la Confederación General del Trabajo, uno de los puntales del líder justicialista. Justamente, ese mismo día, Il Giornale D’Italia, con la firma de Luigi Romersa, había publicado unas amenazantes declaraciones del presidente electo: “O los guerrilleros dejan de perturbar la vida del país o los obligaremos a hacerlo con los medios de que disponemos, los cuales, créame, no son pocos”. La respuesta la dieron las AAA (Alianza Anticomunista Argentina), una organización de derecha amparada por José López Rega e integrada por efectivos ligados al sindicalismo, la ultraderecha peronista y elementos retirados del Ejército y las Fuerzas de Seguridad. No está claro cómo se generó, aunque muchos señalan como autor intelectual de las Tres A al propio Perón: “En una de esas tertulias, en las que había algunos extraños que Gloria (la hija de Oscar Bidegain) no conocía, Perón se volvió hacia don Oscar y dijo algo extraño, que la joven tardaría años en descifrar: ‘Lo que hace falta es un somatén’” (Nota: el somatén es una institución de carácter parapolicial tradicional de Cataluña. Varios gobiernos españoles la utilizaron, Perón hacía referencia al somatén armado que Francisco Franco utilizó para combatir a los maquis).

La idea de formar escuadrones de la muerte para liquidar a la subversión de ultraizquierda no era nueva ni original. Un par de años antes, durante una conversación sin mayor profundidad, el teniente general Alejandro Agustín Lanusse la lanzó en presencia del general Alberto Samuel Cáceres, jefe de la Policía Federal. El diálogo fue presenciado por tres testigos:

Lanusse: ¿No habrá llegado el momento de formar grupos reducidos para la lucha contra el terrorismo? Ir al terreno que ellos nos plantean…
Cáceres: Mi general, si eso se hace, al día siguiente no controlo a esa gente. No lo aconsejo.
Lanusse: Haga de cuenta que no dije nada. Délo por olvidado.

Defender a Perón. Para muchos, el Acta Fundacional de las AAA es del 1º de octubre de 1973, seis días después del asesinato de Rucci, durante una reunión que presidió el propio Perón como primer mandatario electo. Estuvieron presentes Raúl Lastiri (presidente interino de la Nación) y los ministros del Interior, Benito Llambí, y de Bienestar Social, José López Rega. El senador nacional y secretario general del Partido Justicialista, José Humberto Martiarena, leyó el trabajo, y los gobernadores y vicegobernadores presentes –sin excluir a los cinco que estaban enrolados en la “tendencia revolucionaria”– observaron que la cumbre no era contra ellos. Se debía a la obligación que adquirirían para implementar en todo el territorio nacional el funcionamiento de una estructura especial, encargada de defender al gobierno y al movimiento e impedir por la fuerza cualquier acción en su contra. En la ocasión, Perón reiteró que “tendrán la más amplia libertad de elección de sus colaboradores…”, pero una sola excepción debe tenerse en cuenta: “La de los militantes de la ultraizquierda que llegan al peronismo en función de copamiento”.

En otras palabras, se creó a la vista de toda la sociedad un Estado al margen de la ley dentro del propio Estado de Derecho. En el primer punto (del Documento Reservado) se definía al enemigo: “El asesinato de nuestro compañero José Ignacio Rucci y la forma alevosa de su realización marca el punto más alto de una escalada de agresiones al Movimiento Nacional Peronista que han venido cumpliendo los grupos marxistas terroristas y subversivos en forma sistemática y que importa una verdadera guerra desencadenada contra nuestra organización y contra nuestros dirigentes”. Otra de sus directivas establecía: “Se utilizarán todos los medios que se consideren eficientes, en cada lugar y oportunidad. La necesidad de los medios que se propongan será apreciada por los dirigentes de cada distrito”. En esas horas, en esos días, Juan Domingo Perón solía repetir hasta el cansancio: “Se terminó la época de gritar ‘¡Viva Perón!’. Ha llegado la hora de defenderlo”.

La respuesta de Montoneros llegó once días después: se fusionó con las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), una organización guerrillera con marcada orientación marxista. El 10 de octubre de 1973, dos días antes de asumir Perón por tercera vez la presidencia, el semanario Primera Plana delineó “la agenda de Perón”. El texto hacía mención al proceso de “depuración” que se había iniciado en el justicialismo, dando fin al “pendulismo” de Perón. En otras palabras, el viejo líder había girado a la derecha, considerando “a la izquierda como el enemigo número uno”. Sin subterfugios, unos días antes de la muerte de Rucci, Perón dijo: “A Cuba le advierto que no haga el juego que hiciera en Chile, porque en la Argentina podría desencadenarse una acción bastante violenta”.
Tras el crimen de Rucci, convocó a los hombres que se habían replegado después de los hechos de Ezeiza –Jorge Osinde, entre otros– y les encargó nuevamente la tarea de contener la marea. Casi al mismo tiempo ordenó reponer en sus puestos a los profesionales que integraban el cuerpo de protección del Presidente (habían sido licenciados por Cámpora) y reforzó los mecanismos de seguridad en torno de su residencia de Gaspar Campos.

Como traslucen las directivas del Documento Reservado, a partir de ese momento los “espontáneos” que operaban en nombre de la “ortodoxia” contaron con un marco de referencia y “legalidad” otorgado desde el nivel más alto del aparato del Estado. En un comienzo se la denominó Alianza Antiimperialista Argentina, pero luego se impuso Alianza Anticomunista Argentina. Todos los historiadores señalaron al ministro José López Rega como el motor para la formación de la organización clandestina de extrema derecha. Sin embargo, está claro que el proyecto se concretó con el conocimiento de Juan Domingo Perón y de su esposa Isabelita.

Quiénes integraron la AAA. En general, todos coinciden en señalar a los miembros de la custodia del influyente ministro de Bienestar Social como el núcleo principal de las Tres A. Sus jefes más destacados eran todos integrantes o ex integrantes de la Policía Federal: subcomisario Rodolfo Eduardo Almirón; suboficial mayor Miguel Angel Rovira, Juan Ramón Morales (coordinador con la policía y jefe de Seguridad del Ministerio de Bienestar Social, “El Inglés” Edwin Duncan Farquharson, Daniel Jorge Ortiz, Héctor Montes, José Labia y Oscar Aguirre. Estos a su vez coordinaban las tareas de las custodias de Bienestar Social y Presidencia de la Nación. En total sumaban alrededor de un centenar de miembros y contaban con una comisión de “enlace”, “grupos operativos”, “médico”, de “acción psicológica”, un departamento de “finanzas” y otro de “automotores”.

En el vértice de la estructura figuraba José López Rega. Además, también militaban en la Triple A otros funcionarios del Ministerio de Bienestar Social, tales como Rodolfo Roballos y Jorge Conti. La organización contó con “delegaciones” en el Interior, siendo la más importante la cordobesa Comando Libertadores de América. Al mismo tiempo, las Tres A convivían con otros grupos con los que tenían enlaces permanentes, con los que llegaron a operar en conjunto. Tenían un mismo “enemigo”. El grupo más destacado fue el de Los Centuriones, comandado por el comisario Alberto Villar. Otros respondían a Lorenzo Miguel, máximo dirigente de la Unión Obrera Metalúrgica, al que se integraron miembros de otras “patotas” sindicales. No faltaron los civiles de la CNU y el CdeO.
López Rega era un maniático de la seguridad. Su custodia personal la manejaban Almirón y Rovira. El subcomisario Almirón era un tipo más bien alto, que vestía con trajes a medida de tela inglesa, por lo general claros. Le gustaban los zapatos blancos, las camisas rosa y una corbata verde de terciopelo. Se distinguía por su traba, con una insignia del partido nazi. El suboficial mayor Rovira era un grandote –más parco– que usaba una cadena de oro para prender su llavero, que le llegaba hasta la rodilla. Una vez apareció con un llamativo sobretodo de piel de camello. Se lo ponderé y contó que era de ‘un tipo’ con el que se había tiroteado. Como no le creía, me mostró diciendo: ‘¿No ves, acá tiene un zurcido?’”. (Testimonio del edecán naval de la presidenta Isabel Perón).

Sobre los miembros de las Tres A, un observador dirá, unos años más tarde: “Si bien su ideología es de extrema derecha, sus componentes son reclutados bajo una atracción más convincente para ellos que el imperativo ideológico: cada asesinato o atentado es suculentamente pagado con fondos reservados del Estado. A partir de fines de 1973 hasta el día anterior al golpe de marzo de 1976, el terror paraestatal bajo las siglas AAA, Comando Libertadores de América, otros nombres circunstanciales o en forma innominada, realizó en todo el país más de 300 asesinatos y secuestros”.

La primera acción de represalia fue una bomba en el automóvil del senador radical Hipólito Solari Yrigoyen (21.11.73). Tras la muerte de Perón (1º de julio de 1974) las Tres A operaron contra los “zurdos” o “infiltrados” con el amparo de José López Rega en todo el país a través de asesinatos o amenazas. Entre otros, el asesinato del diputado Rodolfo Ortega Peña (31.7.74). La muerte de Pablo Laguzzi, de 4 meses, tras un atentado a su padre, Raúl Laguzzi, rector de la UNBA (7.9.74). Asesinato del abogado del ERP Alfredo Cuqui Curutchet (11.9.74). Cinco días más tarde cayó el ex vicegobernador de Córdoba, Atilio López. Dos días más tarde es secuestrado y asesinado Silvio Frondizi. El 8 de octubre caen dos comunistas: Carlos Alberto Miguel y Rodolfo Achen. Al eminente médico Jorge Taiana no lograron asesinarlo porque lo previno el ministro Antonio Benítez. Otros fueron amenazados y se exiliaron, especialmente actrices y actores (Luis Brandoni, Norman Briski y Nacha Guevara). El final de las Tres A llegó en los últimos días de julio de 1975, con la caída de López Rega. Varios de sus jefes y seguidores fueron desarmados por el Regimiento de Granaderos dentro de la residencia presidencial de Olivos.

Después de El General. Desde la muerte de Perón hasta la mitad de 1975 las Tres A continuaron operando con ferocidad, recibiendo también respuestas contundentes de parte de la izquierda. En 1974 fueron secuestrados los hermanos Born (que pagaron un rescate de 60 millones de dólares): Montoneros pasó a la clandestinidad; Firmenich viajó a Moscú de la mano de la Inteligencia cubana y luego se declaró “marxista”; el ERP ocupó las localidades de Santa Lucía y Los Sosas en Tucumán; se atacaron unidades de las Fuerzas Armadas y policiales; se secuestró y asesinó a oficiales; los empresarios también fueron atacados, secuestrados y asesinados.

En su edición del domingo 6 de julio de 1975, el matutino La Opinión trajo en su portada un recuadro principal cuyo título era: “Denuncia militar sobre la Triple A”. Con la firma de Heriberto Kahn, se revelaron los entretelones del casual descubrimiento por parte de un oficial de Granaderos (el teniente primero Juan Segura), de una oficina del Ministerio de Bienestar Social en la que se encubrían operaciones de las Tres A. El hecho se remontaba al mes de abril de 1975 y le había costado el cargo al teniente general Leandro Anaya. En el recuadro periodístico se exponían, en varios puntos, las inquietudes castrenses por las “actividades de sectas que actúan en algunos medios oficiales, cuyos fines seudorreligiosos parecen poco claros”. Y reiteraba la preocupación por la “supuesta impunidad de grupos terroristas de ultraderecha, al punto que se generaliza la sospecha que pudieran tener apoyo de algunos sectores de la administración”. Comenzaba públicamente la presión para la salida de López Rega del gobierno de Isabel Perón. Al llegar a su Regimiento, Segura habló con el jefe de Granaderos, coronel Jorge Felipe Sosa Molina, quien le pidió que redactara un informe y que lo firmara de forma ininteligible. El informe subió por la cadena de mandos y después de largas reuniones provocó una crisis en el Ejército. En julio, cuando se conoció la noticia, ya López Rega estaba debilitado por el propio contexto de la sensación de desgobierno. En ese mismo julio, las organizaciones sindicales pidieron su cabeza durante un acto en la Plaza de Mayo. También declararon la primera huelga general a un gobierno justicialista. López Rega tuvo que marcharse rápidamente al exterior con “rango de embajador”, enviado especial ante los gobiernos europeos.

Aprovechando una reunión de gabinete, el Regimiento de Granaderos desplegó sus efectivos en el interior de la residencia de Olivos. Con el fin de imponer el orden, comenzó a desarmar a la custodia de López Rega. El operativo estuvo a cargo del coronel Sosa Molina, jefe de Granaderos, previa comunicación con los jefes de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas. Intervinieron tres escuadrones apoyados con blindados y desarmaron a los efectivos policiales y parapoliciales. “Coronel, ¿qué significa este dispositivo? ¿Por qué todas las armas de mis custodios están tiradas? ¿Dónde están Rovira y Almirón? ¿Estoy presa?”, preguntó la señora de Perón. “No, señora. Rovira y Almirón no son su custodia. En estos momentos estamos asegurando su vida. Tenga la seguridad de que la estamos defendiendo”, le respondió Sosa Molina. López Rega, mientras tanto, estaba encerrado en su habitación en compañía del “gordo” José Miguel Vanni, ex cuidador de la residencia española de Puerta de Hierro. Hacia allí se dirigió Carlos Villone: “Isabel pidió tu renuncia”, le anunció. Vanni estalló en una carcajada: “Te dieron salidera, petiso. Prepará las valijas”.

 Noviembre de 1974. Obscena exhibición de armas de los custodios de López Rega en el retorno de los restos de Evita.

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Isabel, Perón y López Rega, de gala.

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El 1º de mayo de 1974, Perón habla en la Plaza de Mayo. Ese día echa a los Montoneros calificándolos de “imberbes” y “estúpidos”. Ya no hay marcha atrás para la violencia.

El 1º de mayo de 1974, Perón habla en la Plaza de Mayo. Ese día echa a los Montoneros calificándolos de “imberbes” y “estúpidos”. Ya no hay marcha atrás para la violencia.

Perón muere y asume la presidencia Isabel. Pero a partir de ese momento quien gobernó realmente fue López Rega, que dirigió la Triple A.

Perón muere y asume la presidencia Isabel. Pero a partir de ese momento quien gobernó realmente fue López Rega, que dirigió la Triple A.

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