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La heroica historia del bombero argentino

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Sergio Villanueva nació un 4 de julio. Justo el día de la Independencia de los Estados Unidos. Y desde ese día de 1968, ocurrido en Bahía Blanca, su destino estuvo marcado. La línea de su vida se cortó abruptamente en una fecha triste, ya imborrable. El 11 de septiembre de 2001, treinta y tres años después de su primera respiración y a 9.345 kilómetros de su ciudad natal, Sergio, ya hombre, ya bombero de la ciudad de Nueva York, ya ciudadano norteamericano (aunque argentino hasta la médula en muchas de sus costumbres) tuvo frente a sí el momento definitivo de mostrar sus agallas. Y no dudó. Junto a sus compañeros del Ladder 132 de Brooklyn
trepó las escaleras de la Torre 2 del World Trade Center -la segunda en ser impactada por un Boeing 767, la primera en desplomarse- mientras miles de personas huían desesperadas en sentido contrario. La razón de los hombres indicaba esta última ruta. Pero los héroes funcionan distinto. ¿A cuántos habrá salvado Villanueva de una muerte horrible antes del derrumbe de la monumental torre? ¿A uno, a dos, a diez? El número, en definitiva, no importa tanto como su valor.

Hace dos semanas ya que su familia busca y rebusca, y el nombre del bahiense continúa en la lista de los 6.453 desaparecidos de Nueva York. Una nómina que incluye 403 nombres de los valientes bomberos que cumplieron su misión hasta las últimas consecuencias. Y que son honrados en cada oración que se eleva en esta ciudad.

Lo dijo el propio Rudolph Giuliani, el alcalde de la Gran Manzana, al promover a 168 nuevos oficiales de ese cuerpo: "En el último gran ataque sufrido por los Estados Unidos, en Pearl Harbor, las primeras víctimas fueron los marinos. Ellos honraron su uniforme, como lo hacen ustedes. En esta guerra, las primeras víctimas fueron los integrantes del Departamento de Bomberos de Nueva York".

Y no en vano el presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, eligió su compañía -en pleno epicentro de la catástrofe- para señalar que los responsables de los atentados "pronto escucharán de nosotros", en alusión a la respuesta militar de su país. Pero no hacen falta palabras oficiales. Basta ver cómo cada vez que uno de los 14 mil bomberos que se agotan entre los escombros buscando un imposible camina por la calle, el aplauso de la gente es espontáneo.

por Hugo Martin
[email protected]
fotos: Jorge Luengo
(enviados especiales a Nueva York)
La foto de Sergio Villanueva junto a algunos de sus objetos más queridos: el casco de bombero, las botas, el uniforme. Había comprado una casa, y tenía planes de casamiento.

La foto de Sergio Villanueva junto a algunos de sus objetos más queridos: el casco de bombero, las botas, el uniforme. Había comprado una casa, y tenía planes de casamiento.

En cada rincón de Nueva York los bomberos son honrados como los grandes mártires de los atentados. Ryan Biwder, un bombero de Texas, llora en Duarte Square por la memoria de sus colegas.

En cada rincón de Nueva York los bomberos son honrados como los grandes mártires de los atentados. Ryan Biwder, un bombero de Texas, llora en Duarte Square por la memoria de sus colegas.

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