“La gente ya no me ve sólo como la piquetera molesta que corta las calles” – GENTE Online
 

“La gente ya no me ve sólo como la piquetera molesta que corta las calles”

Cuando se despierta casi siempre es de noche, porque eso de madrugar es casi un leit motiv en su vida. A los 7 años, allá en Colonia Tatacuá, Corrientes, sus días empezaban a las cuatro de la mañana, cuando salía al campo con sus quince hermanos para arar la tierra o cosechar algodón, según la época del año. Desde entonces la cosa no ha cambiado demasiado, salvo por el paisaje. Ahora, cuando Nina levanta las persianas de su casa, del otro lado del vidrio hay –en vez de plantaciones de algodón– un horizonte de barro y casas bajas: Villa Albertina, partido de Lomas de Zamora.

La casa de los Castells, en el primer piso del galpón que funciona como sede del Movimiento Independiente de Jubilados y Desocupados (MIJD), tiene un living comedor con piso de concreto, cocina, baño y dos cuartos. En uno duermen David (17) e Ivana (16), los hijos de Nina; en el otro, el matrimonio más emblemático de la historia piquetera argentina. Saturnina Pelozo, que tiene 45 años y una vida como para escribir cuatro tomos, pone a calentar la primera pava del día. “Vine de Corrientes en 1978, con mis abuelos. Tenía 17 años y fui a parar a la casa de un tío, que no me dejaba salir ni hacer nada –recuerda–. Por eso me casé con mi primer marido: quería hacer mi vida. En realidad, yo nunca me quise casar ni tener hijos. ¿Por qué? Porque en Corrientes no tuve ni infancia ni adolescencia. Siempre me la pasé trabajando. Entonces quería vivir mi vida, imagináte...

Lo que siguió no fue mucho mejor, pero ella nunca se lo cuestionó demasiado. “Yo aguanto todo esto porque me criaron así, con mucho sacrificio, dureza y disciplina”, explica, mientras junta la ropa sucia para lavarla a mano en el baño, porque en la casa no hay lavarropas. Ella dice que no tienen plata para comprarse uno y que, además, siempre lavó a mano. Y se encorva sobre la bañadera y enjabona la ropa en un balde, la refriega y la enjuaga en otro. Después cuelga la pila de remeras, buzos, pantalones y calzoncillos. Así cada mañana. Y el día recién empieza.

Cuando llegó a Buenos Aires trabajó diez años como operaria de la fábrica de boquillas Minifusor, hasta el día en que se le ocurrió protestar porque sólo les daban media hora para almorzar. Quisieron echarla y ella se amotinó en la planta hasta que le pagaron la indemnización que le correspondía. Esa tarde, la Nina campesina descubrió que la lucha social podía emparejar un poco las cosas y, entonces, ya saben, nació la Nina que todos conocemos. Por esos días también empezó la historia de amor con Raúl Castells, un señor que atendía un almacén a la vuelta de su casa, que baldeaba la veredita todas las mañanas y que estaba en las luchas sociales desde los 16.

–¿Qué la enamoró de Castells, Nina?
–Me llamó la atención que se levantaba muy temprano, igual que yo. “Este tipo podría cebarme mate mientras yo lavo la ropa”, pensaba. Y nunca fue así, pero bueno… (risas). Me parecía que era un tipo trabajador, que tenía la vereda siempre baldeada y que cuando venían los proveedores ya tenía todo armadito…

–¿Eso la enamoró?
–Sí, y cuando lo conocí, su inteligencia, obviamente. Es un monstruo. ¡No sabés lo que es Castells...! Es una persona que se lee todo, todo lo que encuentra...

Después de colgar la ropa y ordenar la casa, arma el bolsito con el equipo de baile para entrenar por la tarde, los libros para ir a estudiar a la noche y las pecheras amarillas del MIJD para la manifestación que hay dentro de un rato. A eso de las nueve, el Movimiento marcha al Congreso desde Liniers y Nina, referente mediática indiscutible, estará ahí, por supuesto. Desde su aparición en ShowMatch, su protagonismo ha crecido considerablemente y, entonces, los automovilistas que pasan al lado de los piqueteros, en vez de insultar porque frenan el tránsito, le gritan: “¡Aguante, Nina!”. Y –haya sido muy planeado o no–, como operación de marketing es brillante.

Aunque en el caso de Castells la batalla política y la pelea social son indivisibles (“todo lo que uno hace es política”, dice él) es claro que la acción comunitaria que lleva adelante el Movimiento con sus comedores, sus merenderos y, sobre todo, su contención social es valorable. El discurso de trinchera, por otra parte, se explica sólo cuando uno llega a Villa Albertina, hasta el barro, con casas sin revoque a la vera del Camino Negro, con miles de vecinos alrededor sin trabajo, en fin, con la pobreza rondando cada esquina. “Me dicen que seamos pacientes –retruca Nina–, que esperemos, que ya va a venir el empleo. ¡Qué pacientes ni qué pacientes! ¡Tenemos que comer! Ahora se vienen las vacaciones de invierno, por ejemplo, y cierran los comedores escolares… ¿Con qué vamos a alimentar a nuestros hijos?”.

Después de la manifestación, la líder piquetera se va a un gimnasio a practicar dos horas el ritmo de la semana con su soñador (Facundo Mazzei, que desea reabrir un comedor comunitario en Bernal) y su coach, y de ahí, directo a Villa Fiorito, a la Escuela 103, donde cursa el profesorado de Biología y Ciencias Naturales, todos los días de 17 a 21. Y cuando termina, se toma el 542 hasta Villa Albertina. Acaba de llegar. Son las diez de la noche: todavía falta preparar la cena y estudiar un rato antes de irse a dormir.

–¿Por qué aceptó bailar en el programa de Tinelli?
–Me pareció que era llegar a otro sector de la sociedad. Que me conozcan por otras virtudes. Hoy la gente ya no me ve sólo como la piquetera que corta las calles y molesta a los demás, que es de lo que me tildaban antes. Participar de un programa tan popular como ShowMatch es más que importante. Una plataforma de esas características no representa poco. Por eso estoy haciendo todo esto, que es difícil. Uno tiene que cuidar la casa, criar a los chicos, ser ama de casa, ir a estudiar. Son muchas las cosas, pero distribuyendo el tiempo se puede. Levantándose a las 5 de la mañana y acostándose a las 11 de la noche, hay que tener un ritmo. No es que uno lo dice de boca, ¿no? Es bailar todo el tiempo, un baile que no tiene descanso.

El domingo es el día que va al comedor de Puerto Madero, el McCastells, como se lo bautizó popularmente. Allí, detrás del mostrador, amasa las tortas fritas que se entregan a cambio de una colaboración. Desde que Nina es la Nina que baila cada semana en el programa de Tinelli, es una atracción turística más de la zona. Una guía que anda paseando a unos holandeses por la ciudad, explica: “En Puerto Madero, los dos lugares que les mostramos a los turistas son el Hotel Faena y el puesto de Castells, y quedan fascinados”. Mientras tanto, dos señoras paquetas se acercan al mostrador y le dicen: “¡Fuerza, Nina! Te miramos siempre. Nos encanta cómo bailás”. Finalmente, parece que hoy no es sólo la mujer que corta calles y vuelve un caos el tránsito porteño junto a su esposo...

–¿Se siente identificada con Evita?
–En un sentido, sí. Aunque yo no tengo lo que tenía ella, que estaba casada con un coronel y ya tenía el poder. Yo sólo lo tengo a Castells… (risas). Pero rescato el trabajo que ella desarrolló como mujer, la lucha por mejorar la sociedad en la cual vivimos. Lo único en lo que difiero es en que ella nunca quiso cambiar el sistema. Y yo lo que quiero es destruirlo e implantar uno que represente a toda la sociedad.

–¿Cómo cree que va a ser recordada?
–Yo no digo que lo mío va a ser así, como lo de Evita. Va a ser menor o superior, eso lo va a decir la gente. Pero tengo la oportunidad de hacer esta lucha y dejar un camino para todas las mujeres sencillas, humildes, mostrarles que si uno se levanta y se planta puede cambiar un montón de cosas.

–¿Cuándo va a descansar, Nina?
–El día que me muera…

Piquetera, esposa, ama de casa, estudiante y bailarina en ShowMatch. Además, cuenta que se enamoró de Castells al verlo muy temprano barriendo la vereda de su almacén. “<i>Este tipo podría cebarme mate mientras yo lavo la ropa</i>”, se dijo entonces.

Piquetera, esposa, ama de casa, estudiante y bailarina en ShowMatch. Además, cuenta que se enamoró de Castells al verlo muy temprano barriendo la vereda de su almacén. “Este tipo podría cebarme mate mientras yo lavo la ropa”, se dijo entonces.

5:15. Después de levantarse, Nina prepara el primer mate de la mañana.

5:15. Después de levantarse, Nina prepara el primer mate de la mañana.

En 1984, con un grupo de cinco amigas de la fábrica, se fue de vacaciones a… ¡Punta del Este

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