La ex primera dama puso el grito en el cielo. Después de ver las fotos de su marido en GENTE la semana pasada -en las que recorría, a dos meses de la caída de su gobierno, los jardines de su casaquinta con un sombrero panamá- reunió a la custodia de Villa Rosa y pidió explicaciones. Sólo encontró como respuesta cabezas gachas y un profundo silencio. Desde ese día algunas costumbres variaron en la chacra La Esperanza.
Los policías que cuidan la seguridad de la familia De la Rúa salieron a recorrer los campos vecinos en busca de los "buchones que ventilaron la intimidad". Pero grande les resultó la sorpresa cuando después de batir las manos frente a varias tranqueras, recibieron como respuesta: "No joroben porque todo lo que dijimos es verdad. Ojo que si nos vienen a apretar los denunciamos. Mejor que no molesten porque vamos a empezar a contar cosas bastante más jo… de esa familia vecina". Los uniformados empalidecieron ante tan contundente afirmación. Sólo atinaron a calmar los ánimos y se retiraron mascullando bronca.
¿Qué les diría ahora la ex primera dama? Los primeros días intentaron toparse con Inés Pertiné lo menos posible, reforzaron la vigilancia y convirtieron la casa en un búnker casi inexpugnable. "¿Se imaginan cómo está ahora la relación entre ellos si antes se llevaban mal? El ahora asoma muy poco la cabeza: vive pendiente de las cámaras que rodean la quinta, y les dijo adiós al golf y a la activida física porque le avisaron que andan rondando periodistas de varios medios. El ex Presidente está enojado con los custodios: obviamente siente que falló la seguridad", explica uno de los tantos que tuvieron acceso a la intimidad de Fernando de la Rúa.
Para los lugareños, la escasa aparición de Inés Pertiné en el barrio comenzó a ser un gran misterio. No son pocos los que cuentan que no bien llegaron a La Esperanza -luego de su permanencia en un campo en Balcarce-, por lo menos la veían durante el fin de semana. Pero que en los últimos tiempos ni siquiera la han visto asomarse a la galería, casi no realiza ninguna actividad y vive recluida dentro de la casa. Los pocos íntimos que llegan hasta Villa Rosa afirman que a "Inés se le nota mucho más que a Fernando que la pérdida del poder, el encierro y el miedo al repudio público, la afectan hasta el límite de la angustia". Sin embargo, la ex primera dama se permitió volver a salir a disfrutar de la belleza de su parque de varias hectáreas y hasta se acercó hasta la pileta para jugar con sus nietos Sol y Simón el lunes último por la tarde. Más que delgada, y vestida con un sencillo vestido de color lila, muy lejos de los exclusivos modelos de L&U que usaba cuando el brillo le sonreía. "Aho
ra ya bajó casi siete kilos. Pero no hizo ninguna dieta. Todo se debe a la angustia por la vida que se ve obligada a llevar hoy", llegaron a asegurar en su círculo más íntimo.
Lunes, 7 de la tarde, Inés recorre el parque de su casaquinta de Villa Rosa para acompañar a sus nietos Sol y Simón. Triste y deprimida, decidió salir a caminar recién al atardecer para evitar a los curiosos. Con su marido casi ni se hablan.
Después de varios días de permanecer oculta, la ex primera dama deambuló por La Esperanza con un look más que informal: un sencillo vestido color lila.