«La Argentina mitigó nuestra hambre cuando el mundo nos dio la espalda» – GENTE Online
 

"La Argentina mitigó nuestra hambre cuando el mundo nos dio la espalda"

"Era un obrero del bronce/ aquel que en Mieres nació/ Vino a América con barba/ pero acá se la quitó/ En la antigua casa Snokel/ treinta años trabajó/ algo dejó qu
e aun late/ además de su reloj
" (Raúl González Tuñón evocando a su abuelo Manuel, inmigrante asturiano).

"Sólo en enero se fue la tercera parte de emigrantes de todo el 2001. En los dos últimos años partieron 160 mil. Uno de los destinos más buscados es España" (Datos oficiales). 

Entre la aventura del obrero Manuel Tuñón -uno entre el millón de emigrantes españoles que la Argentina albergaba en 1910- y la del nativo que hoy busca una nueva y mejor vida en Madrid, Barcelona o una aldea aragonesa hay mucho más que un cruce de dramas sociales y económicos separados por casi un siglo. Hay identidad de sangre ("Madre patria" no es sólo una metáfora…), historia -con mayúscula y minúscula: de Pedro de Mendoza en adelante-, idioma -de Cervantes a Borges- y amor. 

Por todo eso, por los González, los Pérez, los Rodríguez españoles (y sus hijos y nietos y bisnietos criollos), España desplegó la cruzada "La Argentina nos duele", y en todo el mapa "con forma de piel de toro", como definió a su tierra Vicente Blasco Ibáñez, sus 23 mil parroquias, en 77 mil misas, recolectaron casi 7 millones de dólares "para los pobres de ese país hermano", según dijo monseñor Juan José Ajenjo, el secretario general del episcopado español, para recordar después que "ese país no dudó en ayudar generosamente al nuestro en los años posteriores a la guerra civil". 


DEL MUSGO AL TRIGO.
Vasta -vastísima- es la crónica de la hambruna española que siguió a la tragedia 1936-1939 y su casi millón de muertos. Pero un solo testimonio, narrado a quien esto escribe por un periodista madrileño afincado en Buenos Aires hace más de tres décadas, alcanza, sobra y estremece para bocetarla: "Eramos ricos, o casi ricos. Mi padre tenía un próspero negocio fundado por mi abuelo. Sin embargo, en aquellos horrendos días de posguerra, llegamos a comer, como único plato, una ensalada -si así es posible llamarla- hecha con el musgo que el tiempo, el aire y el agua forman en los tejados. Eso, unas gotas de aceite de oliva y un puñadito de sal, era todo… Y lo celebrábamos como un banquete en Lahrdy, el más copetudo de los restaurantes de Madrid". Esa hambruna tuvo un nombre político: bloqueo. Al terminar la Segunda Guerra Mundial, los países vencedores aislaron a España y su caudillo (Francisco Franco Bahamonde, 1892-1975), que no formó parte del Eje nazi (Berlín-Roma-Tokio) pero no
ocultó su adhesión ideológica al Tercer Reich y recibió apoyo de la aviación alemana durante la guerra civil (por caso, el bombardeo a la vasca y antiquísima Guernica). En abril de 1946, la ONU (Organización de las Naciones Unidas), considerando a Franco y su régimen "una amenaza para la paz y la seguridad del mundo" (sic), decretó un boicot diplomático que cercó al país durante cuatro años. En ese contexto, el gobierno de Juan Domingo Perón rompió lanzas: defendió a España en los foros internacionales, envió a Eva Duarte (junio de 1947) con la promesa de un barco cargado de cereales como regalo, y antes -30 de octubre de 1946- le concedió a España un crédito anual de 350 millones de pesos a bajo interés, más un préstamo de 400 millones a devolver en un cuarto de siglo. Ese acuerdo le valió a la doliente Madre patria 400 mil toneladas de trigo en 1947, más 300 mil al año siguiente (y así hasta 1951), al tiempo que le aseguraba la exportación de carne, aceite, legumbres y otros productos esenciales, y
la recepción de 300 mil inmigrantes españoles por año. Según apuntan varios historiadores, "el acuerdo fue de gran importancia para España y el gobierno de Franco: le permitió aumentar la ración diaria de pan, y le aseguró el abastecimiento de carne y trigo para todo 1947". 


"ADIOS, ESPAÑA MIA".
Ese acuerdo -ese maná llegado a tantas bocas hambrientas- hizo de Eva Perón y sus días en España (del 9 al 26 de junio de 1947) una perpetua celebración. Se lee en una crónica de aquellos días: "Trescientas mil personas esperaron desde varias horas antes la llegada del avión. El aeropuerto estaba engalanado con banderas españolas y argentinas, alfombras, tapices y cientos de miles de flores. En las terrazas, mil adolescentes vestían trajes de todas las regiones y bailaban danzas ensayadas a lo largo de un mes. Cuarenta y una máquinas de la Fuerza Aérea Española escoltaron al DC-4 de Iberia en su aterrizaje. Eva Perón lucía un sobrio traje sastre azul, sombrero azul con cintas blancas y un clavel en la solapa. En el trayecto hasta el palacio El Pardo, miles de españoles, desde sus balcones engalanados con flores y banderas, vitorearon su
nombre..
.". El adiós a España de Eva Duarte no fue menos glamoroso: "Mujeres españolas, españoles todos: dejo aquí parte de mi corazón. Lo dejo para vosotros, obreros madrileños, cigarreras sevillanas, agricultores, pescadores, trabajadores de Cataluña, del país todo. Lo dejo a vosotros. ¡Adiós, España mía!". 


LA CADENA INVISIBLE.
La semana pasada, en las 77 mil misas españolas dedicadas a una Argentina muy lejana de aquella opulencia ("Quebrada", según el diagnóstico del presidente Eduardo Duhalde), mientras las arcas se llenaban de pesetas, de flamantes y todavía crujientes euros, de alimentos, de remedios, y las bocas preguntaban "¿Cómo es posible que un país tan rico, tan grande, con campos tan anchos como jamás se han visto, esté pasando por tanta necesidad?", algo llamó la atención: miles de jóvenes, ajenos, por edad, a aquellos hechos de 1947, y con lágrimas, también dejaban su moneda. Una actitud no nacida en las lecturas de los libros de historia ni en los pizarrones escolares sino en la memoria colectiva. En lo que sus padres y sus abuelos les contaron de "aquella Argentina generosa que mitigó nuestra hambre cuando el resto del mundo nos dio la espalda", como se oyó decir en los altares. Esas palabras, esos dineros, esos remedios, al fin, son parte de una cadena invisible que j
amás debe ser juzgada -eso sería un mezquino reduccionismo- como simple intercambio de favores o como consecuencia de las relaciones comerciales nacidas a partir de la llegada al país de fuertes empresas españolas. Juzgarla así sería olvidar los brazos abiertos de la Argentina a los desesperados boina y atado que bajaban por la planchada de los buques (tu abuelo, mi abuelo, lector). Sería olvidar también los brazos abiertos de España a los hombres y mujeres que los años de plomo, los 70, arrojaron al exilio. Sería olvidar que ningún inmigrante -gallego, asturiano, aragonés, vasco, sevillano- dijo nunca, al hablar de la Argentina, "este país", sino "esta bendita tierra": bien lo sabemos sus hijos y nietos, más allá de cómo los haya tratado la suerte después de salir del gris Hotel de Inmigrantes de Puerto Nuevo en el que comieron su primer pan y durmieron su primera noche de desarraigo.


MAÑANA LLEGA UN BARCO.
El 11 de marzo, la sirena del carguero Cecilia Maersk sonará a música de Mozart en Puerto Nuevo porque habrá en su bodega casi 10 millones de dólares en alimentos y remedios. Pero ese dato sería sólo un guarismo si se omitiera su conmovedor contexto. Porque los estibadores que llenaron esa bodega a lo largo de cuatro agotadores días se negaron a cobrar. Porque desde modestos labriegos hasta clubes de fútbol (Real Madrid, Rayo Vallecano, Atlético de Madrid, etcétera) organizaron colectas. Porque hasta la recaudación de una corrida de toros llegará, íntegra, a las puertas de Cáritas y de Mensajeros de la Paz, las entidades que las pondrán en las manos de los más pobres. Ese día, seguramente, un argentino montará guardia toda la noche en el consulado español en Buenos Aires para dejar su herida tierra. Ese mismo día, un carpintero, un herrero, un camionero argentino, no hace mucho emigrado a una aldea española, empezará su jornada con el primer sol. Ese mismo día, un aquí nacido -pe
ro hijo o nieto de españoles- decidirá quedarse, contra viento, marea y lo que venga. Pero entre ellos -los de hoy- y aquellos -los de ayer- habrá mucho más que un interminable mar y unos datos económicos favorables o adversos. Habrá (está escrito desde que las botas de Pedro de Mendoza se hundieron en el barro de las orillas del Plata) una cuestión de sangre. Nada menos.

por Alfredo Serra
fotos: Archivo Atlántida y AP
fuentes: Archivo Atlántida e Historia General de las Relaciones
Exteriores de la Argentina, de Andrés Cisneros y Carlos Escudé

En 1947 llegó a España el primer barco argentino cargado de cereales y mitigó el azote del hambre. Febrero de 2001: chicos españoles recolectan alimentos para los más pobres de la Argentina con la consigna Porque los hermanos nunca se abandonan".">

En 1947 llegó a España el primer barco argentino cargado de cereales y mitigó el azote del hambre. Febrero de 2001: chicos españoles recolectan alimentos para los más pobres de la Argentina con la consigna "Porque los hermanos nunca se abandonan".

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