«Hoy soy un exiliado del fútbol» – GENTE Online
 

"Hoy soy un exiliado del fútbol"

Diego hace una pirueta en el aire. Se tira como un acróbata en la pileta y le pega una chilena impresionante a una pelota de fútbol. Acaba de llegar después de jugar 18 hoyos en el Golf Club de Boyeros -caminata de 7 kilómetros- bajo un sol impiadoso. El golf es su nueva obsesión en La Habana. El chivito recién carneado (30 dólares, conseguido a buen precio)
se está dorando en la parrilla de "su familia" en Cuba: Alfredo Tedeschi, su mujer Vicky, y sus hijos Mercedes, Santiago y Federico, argentinos que viven hace más de diez años en las tierras de Fidel.

Maradona cae al agua y salpica a su amigo y manager Guillermo Cóppola. Sale, se mira la panza y antes de volver al agua grita riendo:


-¡¡¡Parezco una orca asesina!!!

Es domingo, el único día que pasa sin fechas ni horas en el spa La Pradera, donde vive desde hace dos años y medio. Allí, el tiempo parece detenido igual que en La Habana. Excepto la cita diaria del golf, no importa a qué hora se desayunen las tostadas con manteca que preparará servicial Luis; ni cuándo Mirna limpiará la casa número 2; o cuándo vendrá Guaro, el chofer del Mercedes que le cede el gobierno cubano; o a qué hora llegará María Lina para tomarle la presión; o qué comida preparará el chef Emilio, que logra sabrosísimos platos con escasos elementos. Allí en La Pradera los horarios se ajustan a Maradona, que creó su propio mundo con una temperatura de 15 grados (aire acondicionado mediante), dos televisores (uno clavado en DirecTV y el otro en TN), dos banderas argentinas, una foto gigante de él brindando con Cóppola, y una pistola de agua con la que se divierte tirándole a la cámara que enfoca la puerta de la casa durante las 24 horas y que Fidel Castro hizo colocar pa
ra velar por su seguridad.

Pero decíamos que hoy es domingo. Y que Maradona se ríe de sus kilitos de más. De pronto comienza a cantar un tango con cierta nostalgia y muy buena voz. Lo acompaña su custodio Carlos Carpintieri, que hace un año que trabaja con él y tres meses que vive en Cuba. Tras los aplausos, se sienta frente a su computadora para mandarles un mail a sus hijas. Vuelve con los ojos llorosos y confiesa: "Me agarró un nudo en la garganta y no pude casi escribirles nada".

Maradona -el jugador más famoso del siglo en pleno Mundial de fútbol- está en Cuba, lejos de la pelota y la selección, lejos de los contratos millonarios que le ofrecían para hacer comentarios, lejos de la Argentina. Quizá viaje para las semifinales, pero no lo tiene decidido: todavía mastica la bronca de que Japón haya demorado tanto en darle la visa ya que tenía la entrada prohibida por su problema con las drogas. Por ahora su máxima preocupación es no perderse ningún partido por tevé e insistir que con la selección nacional no puede haber "caprichos del técnico, porque si toda la gente te pide a Batistuta y a Crespo juntos, que tienen como 700 goles, no lo hacen por la foto sino porque si agarran un rebote, seguro que es gol".

por Gabriela Cociffi
fotos: Jorge Luengo
(enviados a La Habana, Cuba)

Diego en la piscina de los Tedeschi, un matrimonio argentino al que considera su familia en La Habana. Estos años que me faltan por vivir quiero pasarlos en paz, acá en Cuba".">

Diego en la piscina de los Tedeschi, un matrimonio argentino al que considera su familia en La Habana. "Estos años que me faltan por vivir quiero pasarlos en paz, acá en Cuba".

Por mail o por su celular, Maradona está en permanente contacto con sus hijas. Las extraña muchísimo, como a sus amigos Erick, Matías, Diego Diez, Agustín Malhasian y a los muchachos de la heladería Monte Olivia en Villa Devoto. Yo le pedí a mi viejo que viniera a estar conmigo en Cuba -dice Diego-, pero él me respondió que su vida está en Buenos Aires y en sus tardes de pesca en Corrientes".">

Por mail o por su celular, Maradona está en permanente contacto con sus hijas. Las extraña muchísimo, como a sus amigos Erick, Matías, Diego Diez, Agustín Malhasian y a los muchachos de la heladería Monte Olivia en Villa Devoto. "Yo le pedí a mi viejo que viniera a estar conmigo en Cuba -dice Diego-, pero él me respondió que su vida está en Buenos Aires y en sus tardes de pesca en Corrientes".

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