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Historia de una pareja todopoderosa

Cuánto daría porque se me inyectara el suero de la juventud para poder seguir
gobernando Santiago por 50 años más". Nina Juárez pronunció estas palabras en su
acto de asunción como gobernadora. Nadie esperaba tanta franqueza.

Una casualidad, una aturdida jugada de emergencia, fue lo que llevó a Carlos
Juárez a la gobernación de la provincia de Santiago del Estero en 1949, cuando
el peronismo local se disolvía en su propia grieta interna y debió improvisar
candidato para enfrentar las elecciones. "Mi función de dirigente católico es
incompatible con la actividad política",
había dicho Juárez cuando, en 1946, el
dirigente Francisco López Bustos le propuso trabajar para la primera presidencia
de Perón. Juárez, nacido el 8 de febrero de 1917, abogado recibido en la
Universidad de Tucumán, era por entonces el presidente de la Acción Católica y
no le interesaba ni Perón ni el peronismo ni la febril política local. Hasta que
ganó Perón y designó gobernador de Santiago al coronel Aristóbulo Mitelbach.
Entonces Juárez cambió de plan. "Con Perón en el gobierno vino a verme y me
pidió que le consiguiera un puesto en la contaduría de la provincia"
, cuenta hoy
López Bustos, y agrega: "Desde ese lugar, Juárez se ganó el respeto de Mitelbach,
que lo designó Ministro de Gobierno. Duró en el cargo hasta que Mitelbach
descubrió que Juárez le conspiraba y le pidió la renuncia".
Allí, fuera del
resbaloso mundo de la política, se podría haber quedado el joven abogado Juárez
si no fuera porque Eva Perón, que hacía tiempo le había bajado el pulgar a Mitelbach, pidió la intervención de la provincia. El justicialismo santiagueño
no consiguió evitar su implosión y los intervencionistas de un lado, los
contraintervencionistas del otro, el cruce de caudillos y referentes hizo que la
fuerza llegara a las elecciones del 49 sin un candidato consolidado. Carlos
Arturo Juárez completó el tejido de sus maniobras ocupando el lugar de
candidato. Ganó con holgura. Tenía 31 años.

ATRACCION FATAL. La faz política de la vida de Juárez era puro deslumbramiento:
gobernador flamante, intensos recorridos por la provincia, viajes a Buenos Aires
para acompañar a Evita en sus actos de beneficencia y otras luces de figurín
político en ascenso. Sin embargo, la faz privada, o mejor, íntima, tambaleaba.
Su mujer, Luz Márquez, comenzaba a distanciarse primero y a sospechar después.
"Siempre que Luz podía, venía a visitarme -recuerda una vieja amiga de la ex
esposa de Juárez- y me contaba que la situación con el doctor se volvía
insostenible porque solía encontrarle los cuellos de las camisas y su ropa
íntima con manchas de rouge. Luz no tardó en enloquecer de celos y de pronto
desapareció como por arte de magia, ni siquiera se despidió de mí
". De Luz no
volvió a saberse. De las dos hijas que tuvo con ella, en Santiago aseguran que
una vive en Salta y la otra en Buenos Aires.

Nina y Carlos Juárez a comienzos de la década de los 50, cuando empezaban a construir su sólida estructura de poder.

Nina y Carlos Juárez a comienzos de la década de los 50, cuando empezaban a construir su sólida estructura de poder.

La misma Nina y el mismo Carlos, aún en el poder.

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