Era la primera vez que pisaba Londres. Pretendía darse una ducha antes de “la audición de su vida”, pero no tuvo tiempo. Así que se cepilló los dientes, se cambió la remera, se perfumó y voilà. “Mientras pasaba la letra con el pianista, me di vuelta y vi a Cameron Mackintosh sentado en una silla con los ojos cerrados. Me estaba escuchando”, recuerda Guido Balzaretti (29, integrante del staff de Multitalent Agency).
Cuando terminó de cantar, el reconocido productor teatral inglés se puso de pie, lo miró a los ojos y le dijo: “Es usted el elegido”. Guido –que en ese momento tenía apenas 21 años– no salía de su asombro. “¿Estoy entendiendo bien?”, le contestó. No era un sueño: había quedado seleccionado para interpretar a Marius en Los miserables, en el madrileño teatro Lope de Vega.
Lo que siguió fue muy vertiginoso. “Regresé a Buenos Aires y en una semana tuve que organizar mi vida, despedirme de mi familia, mis amigos y mi trabajo porque, en ese momento, estaba haciendo Sweeney Todd con Julio Chávez en el Maipo. Después me instalé en Madrid. Mis compañeros de elenco –entre los que estaba Gerónimo Rauch– ya habían empezado los ensayos. Sólo faltaba yo”, explica.
DIAMANTE EN BRUTO. Nació en Capital Federal. Cuando tenía dos años se mudó a Pilar, donde vivió hasta los veinte. Mientras cursaba el secundario en el Instituto Verbo Divino, se anotó en la escuela de comedia musical de Pepe Cibrián quien, al ver su talento, lo convocó para trabajar en la obra Calígula. En aquella época –recuerda hoy Guido– dormía poco y viajaba mucho. “Mi papá venía a buscarme al teatro después de cada función, para que pudiera descansar un mínimo de seis horas. Fue un esfuercito que tuve que hacer durante los últimos dos años de colegio, pero bueno... cuando pasó, fue una liberación. Pude dedicarme de lleno a lo que más me gustaba”, explica.
–Hace ocho años que estás instalado en Madrid. ¿Cómo la pasás allá?
–Los madrileños tienen un estilo de vida más relajado y eso me gusta. Vivo en un departamento amplio y luminoso (donde antes vivió su colega y amigo Gerónimo Rauch), junto al Parque del Retiro. Uno de mis pequeños grandes placeres es volver a casa cruzando en bicicleta El Retiro, que es tan grande como los Bosques de Palermo. Mis rutinas giran en torno al trabajo. Si estoy con funciones, trato de dormir ocho horas diarias y, si me queda tiempo, se lo destino a tomar alguna clase.
–En una nota dijiste: “España ha cambiado mi vida y no puedo hacer otra cosa que estar agradecido”. ¿Te molesta haber triunfado allá antes que acá?
–(Piensa) Creo que fue circunstancial. Me fui de Buenos Aires a los 21... Era muy chico. Arranqué con Pepe a los 16; después fui parte del elenco de Patito Feo, obra con la que recorrí toda Latinoamérica; más adelante hice la versión argentina de Spring Awakening (Despertar de primavera) con Cris Morena y hasta me di el gusto de trabajar con Julio Chávez en Sweeney Todd. Entonces pienso: ¿el éxito me llegó en España? Yo acá me sentía reconocido y, sobre todo, feliz con lo que estaba haciendo.
–Pasaste por la escuela de Cris Morena. ¿Qué aprendiste de ella? ¿Y de Chávez?
–Cris fue una gran inspiración para mí. Siempre trató a la niñez con unos ojos muy especiales. Por suerte, tuve la posibilidad de conocerla y trabajar en su obra. A raíz de eso, luego me llamó para hacer Casi Angeles. Acepté encantado: otro sueño del pibe cumplido. De Julio me quedó su disciplina. Fue un lujo compartir con él ese proceso de ensayo y experimentación. Me sentía un bebé de pecho: estaba en modo esponja, para intentar absorber todo lo que veía y escuchaba.
–El 8 de agosto debutaste en El violinista sobre el tejado, obra nominada a 21 Premios Hugo. ¿Cómo te llegó la propuesta?
–Mientras estaba de viaje por Nueva York, a mediados de julio, me llamaron para ofrecerme el personaje de Perchik. Tuve sólo dos semanas para prepararlo: acepté el reto y estoy feliz. La mayoría de mis escenas son con Rochi (Igarzábal), a quien conocí mientras trabajé en Casi Angeles y con Julia Calvo. Fue hermoso reencontrarme con ellas. Ni hablar de compartir el escenario con Raúl Lavié.
–¿Dónde te imaginás dentro de cinco años? ¿En Argentina o en España?
–No estoy tan pendiente de la geografía: me mueven los proyectos. Por eso me animé a hacer Despertar de primavera en catalán. Creo que soy un tipo valiente. Aventurarme a aprender otra lengua fue toda una experiencia. Algo que me ayudó: mirar la serie catalana Merlí me sirvió para conectar con la musicalidad del idioma. Después, pasé horas leyendo en voz alta, grabándome y escuchándome. Mucho esfuerzo. Pico y pala, como me gusta decir a mí. Volviendo a tu pregunta: me encanta Madrid, es una ciudad maravillosa, pero no me puedo olvidar de Buenos Aires. ¡Soy un romántico empedernido!
Por Flor Illbele.
Fotos: Gentileza de Seba Serra y de G.B.
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