Fuego en el Delta del Paraná… – GENTE Online
 

Fuego en el Delta del Paraná...

Las rutas, cortadas. Los subterráneos, detenidos. El puerto, cerrado. Ezeiza y Aeroparque, inhabilitados. La terminal de ómnibus, cancelada. Clases, suspendidas. Protestas irreflexivas. La línea 107 del SAME, colapsada. Los hospitales –incluso el oftalmológico Santa Lucía– invadidos de alerta y temor. Barbijos de treinta centavos vendiéndose a cinco pesos. El Sol, rosado. La Luna, ausente. Denuncias, contradenuncias y caos. Los pájaros, ausentes en cantos y planeo. Dolor de cabeza. Ambiente pesado. El viento Norte amenazando con persistir. Visibilidad, cincuenta metros máximo. La ciudad, bajo un manto de humo negruzco. La provincia, en tinieblas. ¿El Apocalipsis? ¿La segunda visita de Cristo? No. El humo, que invadió Buenos Aires.

ES IMPRESIONANTE. POR FAVOR FILMALAS, FILMALAS”, le pedía Cristina Fernández de Kirchner (55) al camarógrafo de Presidencia, marcándole las cuatro máquinas (helicópteros UH-1H del batallón de Asalto 601 perteneciente a la unidad Aviación del Ejército), inmóviles en el aeródromo de Zárate, por capricho del clima. Hasta que subió a una y salió en busca de las llamas que brotaban del Delta paranaense, para regresar denunciando que “los 297 focos son intencionales. Alguien tiene que responder por los daños causados”. “Lógico que alguien tiene que responder –recoge el guante Jorge (55) quien, aunque prefiere obviar su apellido, posee tierras en el municipio de Ceibas–. Esto que viene sucediendo me huele raro, amigo. Se habla de negligencia de tres tipos –duda–. Si bien la quema existió siempre, prender fuego ahora resulta riesgoso. Ayer me llamó un amigo y me contó que se había comprado 300 vacas y que el fuego las acorrala feo. ¡Comen ceniza en vez de pasto! ¿A quién se le ocurriría quemar su propia fábrica?”, deja flotando el interrogante.

Entretanto Francisco Mato (31), miembro del Consorcio Regional de Experimentación Agrícola (CREA) y dueño de un campo mesopotámico no afectado, enfatiza: “Lo que ocurre me parece cosa e’ Mandinga. Y me hace desconfiar del Gobierno. El viernes finaliza la negociación y no surgieron medidas que nos beneficien. Nos están fundiendo”, afirma. “Las inundaciones de 2007 provocaron un crecimiento inusitado de los pastizales, los que, al resecarse, se prenden. Así de simple –opina Alfredo De Angelis (51), titular de la Federación Agraria de Entre Ríos–. Cualquier productor agropecuario sabe que, de quemarse equis parcela, necesita aguardar el cierre del invierno si pretende que florezca en primavera”.

–¿Usted ha puesto en práctica su teoría? –le consultó GENTE a uno de los duros del paro.
–No, pero se sabe.

–¿Tampoco considera que el tema se relaciona al enfrentamiento entre el campo y la Casa Rosada por las retenciones?
–Tampoco. Nada que ver. No hay que mezclar. Al mismo tiempo, nadie tomó las medidas necesarias el día que arrancó el problema.

“SI NO LLEGABA A LA CAPITAL FEDERAL, NO ME LLAMABAS”. En medio de la discusión, la voz del naturalista y museólogo Claudio Bertonatti (44), representante de la Fundación Vida Silvestre Argentina, entrega una visión distinta. “Primero, convengamos que si el humo no llegaba a la Capital Federal no me llamabas –acierta, y explica–. Los fuegos artificiales se dividen en accidentales e intencionales. Bueno, el ochenta, noventa por ciento de los 300 focos ubicados en alrededor de 70 mil hectáreas incendiadas obedecen a una intencionalidad castigada por el Código Penal. Claro, como experimentamos una violenta expansión nacional a nivel agricultura, las vacas, desalojadas, deben trasladarse a tierras marginales, poco aptas para la siembra. Allí, pensando en alimentarlas, los productores queman los pastos secos y esperan a que la primera lluvia germine y genere comida. ¿Sabés cuántas cabezas de ganado hay hoy en el Delta del Paraná? Un millón. Así asistimos a una verdadera tragedia, similar a los bosques incendiados en la época de María Julia Alsogaray. Y no quiero ni pensar respecto al impacto en la salud de las personas, en la flora y la fauna. ¿Mi conclusión? El humo es el síntoma de una enfermedad llamada falta de planificación que afecta a nuestro país”, indica.

“MIS HIJOS ME REPROCHARON QUE ME OLVIDARA DE AVISARLES”. Reconoce que “me dio susto”, y que se arrepintió de utilizar públicamente semejantes palabras. “Aunque salió espontáneo”, admite la ingeniera Graciela Gerola, presidenta de la Agencia de Protección Ambiental del Ministerio de Ambiente y Espacio Público de la Ciudad de Buenos Aires desde que, cinco meses atrás, Mauricio Macri asumiera la Jefatura porteña. Lo que no admite es su edad. “Soy una señora mayor”, se escuda. Sí, acepta que el viernes 18 de abril a las 11 de la mañana el monóxido de carbono trepó, siguiendo los pasos del riesgo país, el dólar y el euro, a su máxima medida histórica. Nos referimos a 17 partes por millón. “Lo que no significaba un riesgo grave –advierte–. Recién si alcanza a 35 puede derivar en somnolencia y cuestiones similares. Para morirnos necesitaríamos 700 partes por millón –avanza–. Lo que sí me preocupó fueron los 2,300 miligramos de material particulado por metro cúbico, cuando el ideal es no más de 0,500. Ahí decidí lanzar de manera pública las precauciones de rigor. Regresé a casa y mis tres hijos, pensando en mis tres nietos, me reprocharon que me olvidara de avisarles a ellos lo que pasaba. Los entendí perfectamente. Si nuestra situación geográfica se pareciera a la de México DF o Santiago de Chile, hubiéramos sufrido una situación bastante más grave”.

–¿Podría retornar la ola de humo incontrolable?
–Sin ninguna duda.

Adyacencias del río Paraná, en Entre Ríos. La cortina de fuego dibuja un paisaje devastado. Al cierre de la presente edición volvieron a cortarse las rutas  9 y 12, que unen la Capital Federal con la Mesopotamia y el Norte argentinos.

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Ejercicios en los bosques de Palermo, barbijo incluido. La Floralis Genérica, emplazada en la Plaza Naciones Unidas. El Club de Pescadores, en medio del invisible Río de la Plata. Puerto Madero de noche.

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Y el Obelisco en forma de silueta. Cinco postales de una ciudad invadida por las partículas derivadas de los incendios.

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