“Fidel y todos vamos a morir, pero no quiero que la unión de mi familia tenga que edificarse sobre un cadáver” – GENTE Online
 

“Fidel y todos vamos a morir, pero no quiero que la unión de mi familia tenga que edificarse sobre un cadáver”

Su voz calma no transmite desesperanza. Pero hay un dolor tangible en las palabras que llegan del otro lado de la línea telefónica desde La Habana. Hilda Molina, neurocirujana de primer nivel, fundadora del CIRENCentro Internacional de Rehabilitación Neurológica, uno de los más avanzados del mundo– sabe, a los 63 años, que pasará un año más sin ver a su hijo, el médico Roberto Quiñones Molina, sin conocer a sus nietos, Roberto (11) y Juan Pablo (4), sin abrazar a su nuera Verónica.

Hace doce años que reclama salir de Cuba para visitar a su familia en la Argentina. Y no la dejan. Porque ella, que apoyó a la revolución de Fidel cuando derrocó a la dictadura de Batista, no aceptó que la medicina de excelencia fuera sólo para aquellos extranjeros que pueden pagar, no aceptó que la acusaran de “estimular métodos capitalistas”, por haber repartido los diez mil dólares que le envió César Jaroslavsky –agradecido por haber vuelto a caminar– entre los 450 empleados del centro. Y renunció a su cargo como médica. Y se convirtió en disidente. Pero no le guarda rencor a Castro: “Es el sistema: para moverse, para respirar, hay que pedir permiso”, dice. Por eso, porque sabe que no la dejarán salir a pesar de la mediación del gobierno argentino, hoy ya no pide por ella. Sólo pide por su madre, Hilda Carmen Morejón, que el próximo 12 de enero cumplirá 88 años, que está inválida y enferma, y que no quiere morir sin ver al nieto que crió como si fuera su propio hijo.

Esto dice su voz calma del otro lado del teléfono, dejando en cada frase una enorme y solitaria tristeza: “Ahora tienen detenido el pasaporte de mi madre. Ella está muy mal, muy enferma. Ya va a cumplir 88 años, le queda poco tiempo de vida y lo sabe, porque está muy lúcida. Es una católica comprometida, que nunca compartió nada con este gobierno: no les trabajó, no les estudió, no quería saber nada con un regimen ateo. Hoy no le permiten salir, y debe ser por venganza. La primera vez que fuimos juntas a pedir que me dejaran visitar a mi hijo en Argentina –y que me negaron el permiso diciendo que mi cerebro pertenecía al país–, ella comenzó a protestar frente al señor del Departamento de Migraciones. Y él le dijo: ‘¿Por qué protesta si usted puede salir?’. Y mi madre contestó: ‘Yo estoy protestando porque violan los derechos de mi hija’. El funcionario le dijo: ‘Pero a usted la llevamos al aeropuerto y se va cuando quiera’. Y ahora resulta que todas las semanas vamos a buscar el pasaporte y no está, me dicen que no ha llegado, y vamos a comenzar otro año y nada.

Mi madre tuvo una caída muy fea en mayo: se rompió el hombro y ligamentos superiores, y es una asmática grave. Mi hijo le tiene preparado un tratamiento especial para aliviarle este padecimiento de toda la vida. Y yo sé que ella también va a sentir alivio viendo de nuevo a mi hijo, conociendo a sus bisnietos. “¿Si aún tengo esperanza? Realmente la única esperanza que tengo es en Dios… Porque ya sabemos que Fidel Castro –por la reacción que tuvo con la solicitud argentina y por informaciones que tuvo mi hijo a través de personas que lo conocen y tienen buena relación con él– no me perdona por haber renunciado a la Revolución. Y ellos se caracterizan por destruir familias. Ha sido una característica de este sistema desde el principio… “¿Si apoye la Revolucion? Claro, al principio yo estaba identificada con ella, pero al pasar el tiempo ya se veía que la prédica no coincidía con las realidades. Para autoengañarme, mecanismos defensivos se dice, lo atribuía a problemas humanos y no al sistema. Decía: ‘Son las personas, el sistema es perfecto, la gente no, errar es humano’. Luego me di cuenta que no…

“¿Si soy una mujer política? No, nunca lo fui. Yo me sentía médico y no me interesaba la política, yo quería darle lo mejor a mis compatriotas, introducir en Cuba el campo de la restauración neurológica, un campo nuevo que ya en las últimas décadas había surgido en el mundo desarrollado. Aun en enfermedades incurables existía el alivio. Me contacté con estos científicos a través de cartas, y con su ayuda propuse hacer el Centro. Y ahí me conoció Fidel, cuando se divulgaba el trabajo y él visitaba el Centro, y se sentía admirado de lo que allí se hacía con la ayuda de muchos científicos del mundo. “¿Como era el Fidel que conocí? Era una persona muy interesada en todo. Yo lo veía muy conmovido con los enfermos, con su evolución, cómo mejoraban, preocupado por todas aquellas personas que la gente normalmente descarta, como puede ocurrir con los parapléjicos, cuadripléjicos. Ahí nosotros les dábamos una mejor calidad de vida. Realizábamos investigaciones y teníamos nexos maravillosos con científicos de todas partes, becaban durante meses a nuestros jóvenes.

“¿Cuando empecé alejarme de la Revolución? Mi primer quiebre no es con Fidel, es con el sistema. No es personal. Lo veo diferente que muchas personas. Todo se le atribuye a él, pero hay un grupito muy responsable de lo que ha pasado y pasa. Fidel, mejor rodeado, hubiese sido otra cosa. Con personas más valientes a su lado no hubiese hecho muchas cosas tan arbitrariamente como las hizo. Pero nadie le dice no: es un monólogo o un coro.

¿Que me desilusiono? Me desilusioné cuando comenzó esta situación con la medicina para los extranjeros, con una clara discriminación hacia los cubanos. Y eso yo no lo entiendo. Y lo discutí con ellos. Ya tenía fama de polémica, porque acá nadie discute, sólo aceptan. Me sentía como dueña de aquel Centro y quería que fuera para cubanos, porque era pequeño. ‘Hagan otro para extranjeros, se los atiendo, pero no le quiten esto a los cubanos’, les decía. En una visita que Fidel hizo le expliqué la situación; le dije que estaba desesperada. Y me contestó: ‘No permitas eso, porque esto es una obra humanitaria’. Pero yo no tenía el poder para hacerlo. Me quedé sola en esa pelea, y cuando ya no pude hacer nada, me fui. Renuncié a todo. Porque para mí los pacientes no tienen nacionalidad, pero no puedes atender mejor a los que pagan de otro país, porque eso es inmoral y sin ética. Y eso me llevó a ser considerada una disidente.

¿Como veo a Cuba hoy? La analizo como persona que vive aquí, porque no entiendo nada de política. Yo no veo que esto vaya a cambiar, y ojalá me equivoque. Las personas en las que Fidel ha legado el poder están comprometidas con él, y no están decididas a dejar el poder cuando falte Castro. Y el pueblo de Cuba está tratando de vivir su vida: muchos roban al gobierno, otros intentan salir del país. La situación es difícil; ya se siente que el pueblo pacíficamente se está manifestando en una protesta sorda, bajita…

“¿Que pienso de Raúl Castro? Que tiene su historia por haber luchado contra una dictadura como la de Batista, que fue tan dura y tremenda. Pero hay otra gente sin historia que se creen dueños de la vida y de la muerte de los cubanos. Ellos no van a cambiar y hacer una apertura. Son autoritarios y se la pasan dando órdenes y opinando de la vida particular de cada uno. Si lo dice el Partido todo debe ser aceptado, pero estos funcionarios sin historia no tienen ascendencia sobre la gente.

“¿Si algo puede cambiar con Raúl? He sufrido tanto que me he puesto un poco pesimista… Y cuando hablo, no lo hago sólo por mi caso, que quizás es el más prolongado: nosotros somos la voz de las familias atropelladas en Cuba. A Raúl lo veo más lógico, más concreto, más pegado a la realidad. Tiene fama de querer mucho a su familia, y eso es positivo: si ha defendido tanto a la familia, si dice amar a sus nietos, puede comprender nuestro dolor. Y eso me deja una nueva esperanza.

“¿Como fue esta Navidad sin haber podido conocer a mis nietos? En la Nochebuena me acosté temprano como siempre, para poder cuidar a mi madre al día siguiente. No hay festejo: aquí eliminaron las Navidades cuando llegaron al poder. Juan Pablo II pidió que las restablecieran, y lo pusieron como un día festivo para darle el gusto al Santo Padre que había visitado Cuba. Pero lo presentan como algo que pertenece a un rito, no que pertenece al pueblo cubano que fue muy cristiano y de mucha fe. El 24 se festejaba a escondidas, y las iglesias estaban vacías hasta que, poco a poco, con la ayuda de la visita papal, a las personas comenzaron a celebrar la Navidad.

“¿Si tengo fe en que voy a volver a ver a mi hijo? En lo único que tengo fe es en Dios y en que ocurra un milagro. Porque lo que le han hecho a mi madre es la muestra de la crueldad que tienen. Ella está cada vez peor y no hacen nada. Y me dicen: ¿Por qué su hijo no viene a Cuba?’. Si mi hijo viene no puede salir más.

“¿Como se ha portado el gobierno argentino? Ha seguido con las gestiones. El consejero y el embajador dicen que el gobierno tiene esto como prioridad. Le agradezco lo que ha hecho, y estoy segura de que mantienen el interés en nuestro caso por la forma en que es atendido mi hijo y por cómo nos cuidan a nosotras: nos visitan, están al tanto de lo que nos pasa… Cuando mama se cayó, al rato estaba el embajador aquí y nos llevó al Hospital. Pero el gobierno cubano se siente con derecho a que todo el mundo lo apoye, pero ha sido muy irrespetuoso con el gobierno argentino que apoya a Cuba en todos los cónclaves internacionales. Y, sin embargo, no ha habido un gesto humanitario en este sentido.

“¿Si voy a hacer campaña en contra de Cuba? Jamás. A la Argentina voy a ir como madre y como abuela, pero no tengo por qué hablar nada allá de mi país. No me gusta hablar por la espalda. Acá lo digo con riesgo, pero allá será una visita familiar. No sé cúal es el peligro o el miedo que pueden tener: somos dos mujeres grandes y solas, nada más. Y mi madre ha pedido como última voluntad esta visita. Y ni se han conmovido con eso.

“¿Como es mi vida lejos de mi familia? Ellos nos llaman mucho por teléfono. Hoy hemos hablado tres veces con Verónica. Y Juan Pablo preguntó si ya había venido Papá Noel. Nos sentimos muy acompañadas. Si estamos vivas las dos es porque mi hijo y mi nuera son excepcionales. Para que no nos muramos de hambre y de enfermedades, nos mandan dinero y diferentes cosas cada mes. Nosotras no tenemos dinero. Mi madre cobra una pensión de 164 pesos cubanos (son 7 ú 8 dólares) y eso no nos alcanza. Para poderse alimentarse hay que comprar en tiendas de divisas: si mi hijo nos manda 100 dólares, me dan 80, y con eso compramos la comida y lo necesario para vivir. Mi padre era profesor de Educación Física, y trabajaba como asesor en el Ministerio de Educación, mamá cobra su pensión. Yo, al haber renunciado, no recibo dinero alguno ni quiero cobrar nada de ellos. Pero ellos disponen de mi vida sin darme nada.

“¿Si me siento orgullosa de ser cubana? Sí, desde el alma. Me siento orgullosa porque ellos no son los dueños de Cuba, es un país con una hermosa historia de patriotismo y me siento feliz de ser cubana. Pero quiero que mi patria tenga las libertades que se nos dan cuando nacemos, nada del otro mundo.

“¿Como sufro la distancia que me separa de mi hijo? Mi hijo es el oxígeno de mi vida, el ancla que me tiene atada a ella. Se lo puse en brazos a mi madre cuando nació, ya que yo estudiaba y seguía a la revolución, y le pedí: ‘Críalo en la fe. Hazlo crecer con fe, porque eso lo convertirá en un hombre bueno’. Yo quería que ella llenara el corazón de mi hijo con el Dios que lleva en su corazón, porque eso lo iba a convertir en un ser humano transparente, sin maldad. Y eso fue lo que hizo mi madre. Afortunadamente, Roberto tiene una esposa que es la hija que no tuve. Ella es la columna en la que ha podido apoyarse. Y en la fe es en donde nos apoyamos nosotras en cada una de estas 13 Navidades en que no he visto su cara, no pude cargar a mis nietos… Eso se lo debo a los verdugos de mi familia. Porque no existe razón política, ideológica ni de ninguna índole, para que separen una familia o se ensañen en ancianas moribundas. No hay razón que justifique semejante crueldad.

“¿Que nos sostiene? La Fe. En estos días hemos recibido una bendición del Papa Benedicto XVI. Y para mi madre, que nunca se alejó de la Iglesia, ha sido un bálsamo en la agonía que está viviendo. La Iglesia, desde Juan Pablo II, también ha intercedido para solicitar su permiso de viaje. Siempre tuvieron en cuenta que ella vivió unos años muy malos como católica durante la revolución. Y que se mantuvo en la fe, evangelizó, ayudó a muchas personas… Mi madre tiene una historia muy linda de humildad y compromiso con la religión, y hoy reza para ver si el corazón del gobierno se afloja y la dejan salir. Agradecemos esta bendición, porque ha sido lo más grande que ha recibido en los últimos años esta humilde católica cubana.

“¿Como pudo criarse mi hijo en la fe cuando se exigía ateismo? Mi padre fue un hombre que luchó el 26 de julio, en plena revolución. Se alejó de la religión, pero se mantuvo junto a mi madre, aunque desde el Partido llegaron a exigirle que se divorciara porque ella iba a la iglesia. Mi madre es una mujer suave, pero de convicciones muy firmes. Se enfrentó a los hombres del Partido: ‘Lo que Dios une nadie lo puede separar’, les gritó. El adoraba a mi madre pero el Partido presionaba, y papá sufrió mucho. La fe de mi hijo es una recompensa por lo que mi madre ha hecho en su vida. Ella lo bautizó clandestinamente, cuando aquí era prohibido. Recorrió varios pueblos con el niño en brazos, y nadie quería bautizarlo. Lo hizo ella, y luego un sacerdote lo oficializó. Yo no perdí la fe durante la revolución, sino que ésta la sustituyó, y los estudios también ocuparon el lugar que había tenido cuando era una niña. Me fui alejando de la fe imperceptiblemente, pero si una persona siente a Dios en su corazón, éste siempre permanece allí. Y si Dios llena tu corazón, nunca estás solo.

“¿Que deseo para mi familia en el año que se inicia? Quiero que mi hijo y su familia sean felices, que sigan siendo libres y, si Dios quiere, que lo podamos ver. Deseo que tenga la familia que yo no pude tener, porque no hay trabajo ni ideología ni partido ni revolución que amerite que se le reste ni un segundo a la familia. Lo aprendí a esta edad que tengo, porque todas esas obras pueden ser una mentira, un fraude, pero la familia siempre es la verdad.

“¿Si tengo algún miedo? Sí. No quisiera enfrentar sola el momento del adiós de mi madre. Sería el colmo del sufrimiento. Soy una persona fuerte, pero creí que me moría cuando la vi en el suelo hace unos meses. No quiero ser quien atienda sus horas finales. Siempre estoy nerviosa; por eso el clamor para que le permitan salir e irse.

“¿Sabe que mi hijo me pidió que mi madre muriera en sus brazos? Roberto me dijo: ‘Convéncela, que venga ya, tan malita que está. Que muera con dignidad. Ella, que tanto me cargó cuando era un niño, que se muera en mis brazos, que son más fuertes que los tuyos’. El la adora, la idolatra. Porque ella lo crió. No fue su segunda madre: fue la primera. Yo estuve mas unida a él cuando regresé de mis viajes de estudios por Africa y el mundo, e hice el Centro. De adultos éramos estrechos compañeros, de ir juntos al trabajo, de desear vernos cada mañana. Y mi gloria era ir con él a las consultas. Me resultaba imprescindible tenerlo a mi lado.

“¿Que me va a pasar el día que me digan que murió Fidel? Al señor Fidel le deseo lo mejor. Soy médico, y los que sentimos de verdad la medicina deseamos de todo corazón que los pacientes se recuperen.¿Que nadie es eterno? Lo sé. Fidel y todos vamos a morir. Pero no quiero que la felicidad o la unión de mi familia tenga que edificarse sobre un cadáver. Esa es una posición muy cobarde. Yo desearía que Fidel recapacitara, no que cambie de ideología, pero que abra las libertades para su pueblo y sus familias, que son la base de la sociedad. Y, cuando le toque morir, rezaré por la salvación de su alma.

Hace dos años, en una de las últimas fotos que se le tomaron en su casa de la capital cubana. La médica dice: “<i>El hermano de Fidel tiene fama de querer mucho a su familia; quizás eso lo ayude a comprender nuestro dolor</i>”.

Hace dos años, en una de las últimas fotos que se le tomaron en su casa de la capital cubana. La médica dice: “El hermano de Fidel tiene fama de querer mucho a su familia; quizás eso lo ayude a comprender nuestro dolor”.

La familia de Roberto Quiñones Molina en su casa en Buenos Aires. El médico, casado con Verónica y padre de Roberto (11) y Juan Pablo (4), lucha desde hace doce años para que el gobierno de Castro deje salir a su madre de Cuba, y sus hijos puedan conocer a su abuela.

La familia de Roberto Quiñones Molina en su casa en Buenos Aires. El médico, casado con Verónica y padre de Roberto (11) y Juan Pablo (4), lucha desde hace doce años para que el gobierno de Castro deje salir a su madre de Cuba, y sus hijos puedan conocer a su abuela.

Hilda Molina, como científica, cuando aún creía en la revolución y fundó el Centro Internacional de Rehabilitación Neurológica. Abajo: En 1987 junto a su madre, Hilda Carmen Morejón, hoy gravemente enferma, y su hijo Roberto, en el Hotel Nacional de La Habana.

Hilda Molina, como científica, cuando aún creía en la revolución y fundó el Centro Internacional de Rehabilitación Neurológica. Abajo: En 1987 junto a su madre, Hilda Carmen Morejón, hoy gravemente enferma, y su hijo Roberto, en el Hotel Nacional de La Habana.

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