«Este premio no es mío, es de todos los argentinos» – GENTE Online
 

"Este premio no es mío, es de todos los argentinos"

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El futuro Nobel de la paz sonríe poc…
–Pará, che (interrumpe).
¡No vas a empezar la nota así! Admito ser pedante, soberbio y arrollador.
Sin embargo, lucho contra ésta y otra lista similar de defectos.
De allí que si me preguntaras: ¿Preferís convertirte en Nobel
de la Paz para que la gente te vea como un ejemplo inalcanzable e intente sacarse
fotos con vos, o en un referente de la solidaridad para que la gente te vea como
un tipo normal e intente hacer algo parecido a lo que vos hacés?, te lo
juro, elijo la segunda opción (enfatiza con su característica catarata
de palabras que, para poder seguir, interrumpiremos por un instante).

Decíamos:
El futuro Nobel de la Paz sonríe poco y nada. Según la filosofía
oriental, el citado porteño de 40 años vendría a ser la personificación
de una sandía, “duro por fuera y blando por dentro”.
El escucha y sólo sube y baja el mentón para admitir que la comparación
le sabe simpática. Y punto. A Juan Alejandro Carr no se le ven los dientes
detrás de su característico bigote colorado. Ni siquiera cuando
habla sobre la increíble distinción Best Practices (a las
Mejores Prácticas) que la Organización de las Naciones
Unidas
le acaba de conceder a su RS entre 650 organizaciones de 150 países.

–No
me sorprende –lanza terminante y continúa ilustrativo, fiel a su
estilo–
. Acá históricamente respiramos solidaridad. Después
de la merma producida tras la guerra de las Malvinas, cuando varios compatriotas
se sintieron defraudados porque sus donaciones no les llegaron a los soldados,
renació la asistencia. De allí que si querés descubrir a
los responsables de semejante lauro, no me apuntes a mí, apuntales a todos
los argentinos y a los colaboradores de la Red. Charlá con ellos. Dale,
dale.

“AYUDAR CUANDO SE PUEDE, ESCUCHAR SIEMPRE”.
Difícil
oponerse al buen hombre que luego de atender un par de llamados, desaparece (“Voy
a la farmacia, ya regreso”
) para cederles el protagonismo a los empleados
ad honorem de la Red Solidaria
; 6 de los 28 que donan tres horas semanales
y se turnan transfiriendo los números a su domicilio o atendiendo desde
el centro de operaciones. Léase, donde pisamos ahora.

Es sábado
a la mañana y en la oficina superior del Vicente López Fútbol
Center
, con vista lejana al río, no existen caras largas, aunque los
pedidos incesantes podrían inspirarlas. “‘Donde pisamos ahora’
nació la Red en febrero de 1995
–dice Belén Quellet (31),
integrante del team–. Juan y los dueños del complejo, su tocayo
Juan Hayd y Pablo Pavic, se juntaban para jugar al fútbol.
”,
cuenta recordando que cierta tarde, cerveza mediante, coincidieron: “Los
que más o menos estamos bien tenemos la obligación moral de ayudar
a los que más o menos están mal”
, y la Red Solidaria despertó.

Su
funcionamiento revolucionó el área social nacional e internacional:
“RS
(define el eslogan) no guarda, no junta, no recauda, no discrimina.
Sólo sirve de nexo entre los que ofrecen y los que necesitan. Sólo
eso”
. Para explicarlo mejor, a quienes desean acercar ayuda monetaria
o material les resulta imposible concretarlo de manera directa. Deben ofrecerla
vía Internet o por teléfono y aguardar que los voluntarios consulten
la agenda de necesidades o busquen destinatarios. Almas comprometidas como las
presentes Marisa Tramontini (57), Cecilia Pasman (25), Laura Algier (39) y Cristina
Contreras (56), que guardan decenas de anécdotas para contar –de las
más famosas y de las menos conocidas–, aunque prefieren resumir su
tarea en una frase tan simbólica como realista: “Ayudamos cuando
se puede, escuchamos siempre”
.

“NO IRE A RECIBIR EL CHEQUE.
EXTRAÑO MI CASA”
, afirma Juan Carr (24/11/1961; 1,69; 83,5 kilos,
ojos celestes, cabello entrecano, vecino de Florida), recién retornado
de la farmacia.

–¿Y quién viajará en octubre
a Bruselas para traer los 30 mil dólares?

–Susan Murray, encargada
de Niños perdidos, y Alex Plessl y Eduardo Alemán, los muchachos
que acercaron el esquema que compitió. La plata que llegue de Bélgica
irá derechito hacia la cátedra de Cultura Solidaria.

–¿Cómo
puede convivir usted entre llamados que le trasladan tanto dolor y necesidad sin
morir tratando de solucionarnos?

–Bravísimo compromiso. La
familia (María, 36; María jr., 12; Francisco, 9; Martín,
7; Anita, 5; y Josefina, 2), el trabajo (como profesor de Biología de tercero
y quinto en el Colegio Secundario Los Molinos, de Munro, y en el Programa Nutrir)
y un libro (comenzó a escribir Próceres contemporáneos argentinos,
sobre los héroes silenciosos) son mi cable a tierra. El dolor no puede
paralizarme.
Ya se me pasó la época de poder triunfar en Hollywood.
Mi triunfo actual viene por otro lado. No pensemos en beneficencia. Pensemos en
justicia. El tipo que duerme en la calle me pagó los estudios de la UBA
hace 20 años.

–¿Entonces?
–Mirá,
hay que ayudar. Este celular que me acompaña salvó bastantes vidas.
Jamás lo cambié ni le puse el contestador automático a una
persona desesperada. Las líneas de Red Solidaria solucionaron 270 mil casos:
consiguieron colchones y ropa para las víctimas de inundaciones, remedios
y pañales, operaron enfermos, alimentaron comedores escolares, encabezaron
campañas en favor del trasplante de órganos, etcétera. La
prensa y la gente ayudaron un toco.

–Justamente, el premio rescata
la fluida relación que mantiene con los medios de comunicación y
el apoyo del ciudadano. Los políticos matarían por la receta.

–Quizá.
Les tiro una idea a ellos. Propongo retomar el 1 a 1, pero no económico.
Un argentino para un argentino. Si cada argentino que puede ayudara a uno que
no puede, los 37 millones de argentinos saldríamos adelante.

–¿Alguna
vez le pidieron un autógrafo, Juan?

–(Piensa como resolviendo
una multiplicación con decimales y responde, al modesto entender del periodista,
con una mentira). No. Nunca.

por Leonardo
Ibáñez

fotos: Leandro MontiniDe espaldas al Río de la Plata y de frente al desafío:

De espaldas al Río de la Plata y de frente al desafío: "No necesitamos cambiar de vida para extender una mano. Aún los más burgueses podemos", pregona el veterinario Carr.

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