Diego pide instrucciones. Desde el interior de un camarín, en el primer piso del estudio de Gabriel Rocca, llega la voz de ese hombre ahora muy sonriente y tan delgado. "¿Cómo va este cinturón?", pregunta Diego. Dos asistentes, que no son otras que las dos que lo maquillaban y peinaban, entran y acomodan en la cintura de Diego un cinto claro de hebilla complicada. Después Diego sale y, como toda su vida, cruza el enjambre de gente que lo mira, lo miramos, a mitad de camino entre la perplejidad y la reverencia. Finalmente, se para frente a la cámara y sonríe: la sonrisa más fotografiada de la Argentina.
La marca de ropa Ona Sáez tiene nueva campaña y Diego Maradona es su cara, como en la campaña anterior, aunque antes su cara era otra. Bajó 28 kilos y desde hace más de un año no consume drogas, según él mismo dijo. Los de Ona, entonces, festejan, van a hacernos un poco festejar a todos, los quince años de un gol, el que Maradona le hizo a la selección inglesa con su mano izquierda, la mano de Dios. "La campaña quiere reflotar la idea de amor a la patria y Diego es el máximo referente para comunicar ese amor; por eso lo convocamos", explica Santiago Sáez, responsable creativo de Ona Sáez.
Y Diego va: ciertamente se lo ve luminoso, ir y venir con una cara que hacía tiempo no mostraba. Diego y la recuperación. Diego y el aguante. Diego y las drogas que ya no, ya basta. "Esta recuperación es de mi hijas, por lo que lloraron cuando yo estaba casi muerto", dice Diego. En el medio de un estudio fotográfico lo dice, con el pelotón de asistentes, asesores de prensa, peluqueros, periodistas, fotógrafos y productoras. Lo dice y todos callan: el estudio es un puro silencio, un repentino confesionario. En un sillón tan blanco y tan moderno, apurado pero dispuesto, le pregunto:
-¿De dónde sentís que volviste?
-No, no es volver lo mío, sino seguir viviendo, pero mejor.
-¿Con menos qué?
-Con menos dolor.
-Y más…
-Amor, sin dudas. El amor de mis hijas, mucho más.
Un día antes de las fotos, de la producción y de los cinturones de hebillas complicadas, Diego fue al teatro. No por ir, que podría, sino a ver a Dalma, su hija, que interpreta a Caperucita Roja en la obra infantil de la Banda de la risa que dirige Claudio Gallardou. El Teatro Broadway se llena de nenes y padres, algunos famosos -los padres ¿no?-, que van al estreno de la obra donde Dalma/Caperucita terminará enamorando a su lobo antropófago y Diego, el padre, aplaudiendo de pie en la fila tres, aplaudiendo a su hija, la actriz. Después, todos al bar Vesubio, donde se arma un VIP en el primer piso y afuera, sobre calle Corrientes, la gente se agolpa porque "parece que ahí adentro está el Diego…" En el VIP, llamémoslo así, Diego fuma un habano y sus hijas y sus amigos y su familia dan vueltas mientras todos se felicitan por la función. Claudia, su compañera de toda la vida, también festeja: es la productora teatral de la obra con su empresa Angeles Producciones, que fundó con Esther Mascardi. En un costado, dispuesta pero apurada, Dalma dice: "Es pesado llevar este apellido: tengo que demostrar todo quince veces más que los demás".
-Y la mirada de tu papá desde la platea, ¿pesa?
-Trato de que no. Sé que me está mirando, pero para poder concentrarme tengo que pensar sólo en el trabajo.
El clima es relajado, la charla produce un murmullo medio que se mezcla, alguien dice algo de ir yendo para lo de Luis Majul, y alguien más algo de una fotos mañana, en lo de Rocca.
Diego durante la producción fotográfica con Gabriel Rocca, envuelto en la bandera y con el lema de la campaña de Ona Sáez en la remera.
Producción terminada, Diego abandona el estudio con un modelito bien nacional.
