“Esta droga está liquidando a nuestros jóvenes” – GENTE Online
 

“Esta droga está liquidando a nuestros jóvenes”

Tras superar su adicción al paco, Emanuel Vázquez empezó a ayudar a otros chicos que sufrían lo que él había vivido. Contaba con el apoyo de su mamá, Isabel, quien a partir del drama de su hijo se erigió en una de las fundadoras de la agrupación Madres Contra el Paco. El martes 24 de febrero, a metros de su casa en Lomas de Zamora, Emanuel fue asesinado de cinco balazos. Al comienzo se habló de un robo, pero con los días se fue estableciendo una vinculación entre el crimen y las tareas que Emanuel realizaba en la agrupación.

El hecho, en definitiva, puso otra vez en el primer plano el flagelo de la llamada “droga de los pobres”. El Padre Gustavo Mascó es el director de la Asociación Civil El Almendro, que se dedica al tratamiento y la prevención de las adicciones y cuenta con un espacio donde funcionan talleres familiares, tratamientos ambulatorios y un hogar de día.

–¿Cómo surgió El Almendro?
–La fundación nació en 1992, primero vinculada a la creación de hogares para chicos, muchos de los cuales ya eran adictos. Con los años, el deterioro social nos llevó a focalizarnos en el tratamiento de adicciones… Por suerte, a fines del año pasado pudimos poner en marcha el hogar de día, que funciona todas las mañanas para el tratamiento de adicciones, aunque ofrece otras actividades como tae-kwondo y un taller de comunicación radial.

–¿En qué situación encuentran a los chicos que llegan por primera vez?
–Muchos están sin hacer nada, porque el consumo los va llevando a no poder sostener ni un trabajo ni un estudio. El paco produce un gran deterioro físico en poco tiempo. El consumo va quitando tiempo a las personas, disminuyendo sus posibilidades de vivir; roba memoria y disminuye la concentración.

–¿Cuáles son las herramientas de que disponen para la recuperación?
–El primer paso, y el más difícil, es aceptar humildemente que existe una adicción de la que no puedo escapar y que tengo que pedir ayuda para re-pensar la vida y buscar una salida. Una vez aceptado esto, comienza el trabajo en conjunto. Se trata de encontrar lo que a cada uno lo estimula y de lograr que puedan volver a hacer cosas que pensaban que ya no podían. Además, al encontrar a otros que están viviendo la misma situación, juntos van construyendo una fortaleza y una esperanza. El cambio no llegará por sí solo; les hacemos entender que caminar con otros es la mejor manera de sumar y transformar.

–¿Cuales son las palabras que más se repiten en los chicos que llegan buscando ayuda?
–La entrada al consumo suele ser para probar; pero después se da una dependencia física, una especie de trampa de la que es muy difícil salir. Gran parte de esta población viene de situaciones complicadas, de historias de mucho abuso psicológico y sexual, por eso es necesario brindar contención a las familias para que puedan pensarse en una historia distinta. La droga muchas veces funciona como anestesia: una de las chicas del hogar de día, por ejemplo, está por cumplir veintiún años y viene consumiendo paco y otras sustancias desde que tenía ocho. Llegó a la institución medicada y físicamente muy deteriorada, pero con el tiempo pudo ir bajando un poco la dosis de medicación. Hoy está mucho más lúcida y estamos tratando de que pueda vincularse con su hijo, que tiene un año y medio.

–¿Qué rol cumple la familia?
–Acá contamos con talleres familiares, porque en el proceso de recuperación también hay que acompañar al familiar . De ahí la idea de codependencia: así como el adicto tiene una dependencia con la sustancia, el familiar la tiene con el adicto. La familia a su vez asume un rol clave cuando pone límites, habla claramente y evita mentir u ocultar cosas. El adicto juega a la mentira, tejiendo una red en la que el familiar se encuentra involucrado; hay que desmantelar esa red, para que todos puedan vivir en la verdad y en la honestidad.

–¿Cómo estamos hoy respecto al tratamiento de las adicciones?
–No es posible pensar en una disminución de las adicciones cuando no existe una inserción social que surja del trabajo o del estudio. Las personas necesitamos tener las manos y la mente ocupada y, cuando esto no ocurre, se potencia el riesgo de caer en aquello que nos produce daño. En nuestro país, el consumo de sustancias es cada vez mayor y más grave. Sin un plan de acción que contemple urgente medidas políticas y sociales, vamos a sufrir una pérdida enorme. En realidad, ya la estamos sufriendo: todos los días están velando chiquitos por el consumo de sustancias. Esto ya desembarcó y resolverlo debe ser una prioridad absoluta de las autoridades .

–¿Qué reflexión le produjo el asesinato, hace pocos días, de Emanuel Vázquez?
–Este chico es un signo más de todas las dificultades que estamos viviendo y que lamentablemente a veces sólo se reducen a una noticia. Emanuel es reflejo de un drama que está ocurriendo a gran escala… La Argentina perdió la capacidad de cuidar a sus jóvenes. Pareciera que todo el tiempo se está negociando la vida. Antes, la nuestra era una sociedad que cuidaba a los chicos, pero con el tiempo se ha ido perdiendo el respeto por ellos. El paco está liquidando a nuestros jóvenes y lo peor es que no veo una reacción. No lo digo desde el pesimismo, sino desde un desafío para accionar y reaccionar positivamente, para dar respuestas y no quedarnos con los brazos cruzados.

–Y por parte de la sociedad, ¿ve una aceptación del paco como un problema social?
–Sí, cada vez más la gente está entendiendo la magnitud del problema. Los medios también ayudaron con algunos programas de televisión. Pero seguimos padeciendo esto de: “como a mí no me toca, el problema es de otros”. Se ve en todos los ámbitos, incluso en algunas áreas políticas donde no se generan programas, como si esto no estuviera pasando en Argentina. A veces uno escucha hablar a los políticos y pareciera que están hablando de otro país, ¡pero las cosas pasan aquí y ahora! Los mismos padres que están corriendo detrás de bienes materiales, tienen que ocuparse de charlar con sus hijos. Lo que para algunos es perder tiempo, para nosotros es ganarlo.

–Con este panorama, ¿podemos ser optimistas?
–Sí podemos, porque todos tenemos posibilidad de generar un montón de cosas. Cada uno, desde su lugar, debe tratar de defender la vida y apostar a construir con los otros. Así, el día que nos toque partir, podremos dejar todo un poco mejor organizado de como lo encontramos. Nosotros siempre decimos “algo empieza a cambiar”. Quizás no todo, pero algo estamos haciendo..

Cifras que alarman
Antes llamada “droga de los pobres”, en los últimos años su uso se fue ampliando hacia las clases medias y altas. Las estadísticas son elocuentes: diferentes estudios públicos y privados dan cuenta de un incremento del consumo en más de un 500% en los últimos diez años. La edad promedio en el inicio del consumo de paco es a los 13 años, pero esa edad puede reducirse hasta los 8 o 9 años. En los barrios más vulnerables el consumo de paco es frecuente en casi la mitad de los varones de entre 14 y 30 años. En tanto, según el último Estudio sobre consumo de sustancias psicoactivas realizado por el Sedronar (Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico) el 61,5 % de los consumidores de paco muestran signos de dependencia, cifra que se eleva al 75% en los jóvenes de 12 a 24 años. Este sacerdote, titular de la Asociación El Almendro, se dedica día a día al tratamiento y la prevención de las adicciones.

Este sacerdote, titular de la Asociación El Almendro, se dedica día a día al tratamiento y la prevención de las adicciones.

Ellas coinciden en denunciar “la falta de ayuda por parte del Estado”.

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