“En materia de aviación, estamos como Irak” – GENTE Online
 

“En materia de aviación, estamos como Irak”

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Las imágenes funden desde el negro. Son aviones que se apilan sobre los aeropuertos argentinos, cuando deberían llegar en una perfecta fila india. En tierra, nadie conoce sus posiciones: los radares no funcionan. Ya fueron atados con alambre, pero el remedio no parece suficiente… Los controladores aéreos improvisan y, por el momento, el truco resulta. ¿Qué pasará cuando fallen? Algunos controladores ni siquiera dominan el inglés.

Entonces la comunicación con los comandantes extranjeros se vuelve imposible. Un piloto de Lufthansa pregunta asombrado: “Ezeiza, creo haber visto un misil pasar cerca de nuestro avión. ¿Es posible?”. ¡Nadie le advirtió que debía cambiar de ruta para no toparse con una prueba misilística del ejército! Los comandantes argentinos cada vez reciben menos entrenamiento. “El simulador es demasiado caro”, dicen. Las órdenes de mantenimiento de los aviones se imprimen en memorándums que desaparecen en un sistema burocrático funcional a los intereses económicos de las empresas.

Quienes denuncien semejantes irregularidades, se exponen al despido inmediato. Incluso hubo quienes recibieron cartas amenazantes y anónimas, aunque con el sello postal de una estafeta vecina al edificio Cóndor… Un controlador aéreo advierte a un teniente que no puede manejar su camioneta por la pista de aterrizaje sin autorización de la torre. Como recompensa, recibe algunos días de arresto. Los sistemas de emergencia en Ezeiza tampoco funcionan: las luces de pista son solidarias con los cortes de luz vecinos. Una cámara oculta registra un diálogo entre dos controladores de Ezeiza:

–¡No, mirá lo que hizo el animal ése!, dice una voz masculina.
Si los pasajeros de ese avión se enteran de lo que acaba de pasar, no vuelan nunca más, contesta una señorita.

Se suceden luego otros testimonios. Más pruebas del caos que se repite sobre el espacio aéreo argentino. Una animación en computadora recrea la caída del avión de Austral sobre Fray Bentos. Y vuelven las imágenes del avión de LAPA que se estrelló contra el terraplén vecino al aeroparque Jorge Newbery. Luego la pantalla funde al negro e imprime títulos. Y The End, claro.

Enrique Piñeyro (49) es el director de Fuerza Aérea Sociedad Anónima. Al igual que Whisky-Romeo-Zulu, su producción anterior, el film resume sus dos pasiones: la aviación y el cine. Pero esta vez, en tono de documental. Una frase que se imprime en el afiche completa: “Lo que pasa en tierra mientras vos estás volando”. En su productora Aquafilm, Piñeyro abre el fuego: “Esta película es la investigación del próximo accidente. Cuando pase, no me vengan a decir que se equivocó el piloto o el controlador. ¡El sistema está completamente colapsado! Después de Whisky-Romeo-Zulu escuché a algún brigadier diciendo que todo era parte de la fantasía del director. ¡Usan la negación para encubrir sus chanchuyos!”, dispara.

–¿Por eso decidió dejar la ficción y hacer un documental, Piñeyro?
–Claro. ¡Ahora que me vengan a decir que todo parte de mi fantasía, si ellos son los actores!

–En medio de semejante caos aéreo, ¿por qué aterrizan los aviones?
–Los pilotos argentinos son muy bichos, no le creen nada a nadie. Hacen control sobre el control porque saben que el sistema hace agua. Además, tenemos poco volumen de tránsito. Pero lo que ves en la película son tiros en el palo: si seguimos jodiendo, una va a entrar. Y va a ser fatal.

–Lo que refleja en pantalla ¿no son casos excepcionales?
–Mirá, yo te desafío a que encuentres un piloto argentino que no se haya topado alguna vez con otro avión en el aire. A la misma hora, en la misma altura. Eso es un error gravísimo, un delirio.

–¿No tenemos el control aéreo que corresponde a un país pobre?
–Ni por casualidad. ¡Yo pretendo el mismo rigor aéreo de Bolivia, Chile, Uruguay o Brasil! Cuando cruzás la frontera aparece un controlador que te saluda, te identifica en radar y te da una frecuencia alternativa… Además, dominan un inglés de Oxford. En la Argentina no te ve nadie. A Ezeiza tenés que llegar hablando, contando cada uno de tus movimientos para que no te choquen. Los pilotos extranjeros están en problemas: ¡a los controladores argentinos no les dan un curso de inglés técnico hace años! Les enseñan: “This table is red”, y los mandan derecho a aterrizar aviones.

–Los que refutan sus denuncias aseguran que tenemos un bajo índice de accidentes aéreos.
–Es una fucking mentira. Entre 1997 y 1999, se murieron 142 personas. Este registro nos catapulta a los peores índices del planeta. Además, la seguridad se mide en número de incidentes, que son los que te dan la oportunidad de prevenir. Estos salames esperan que muera gente para decir: “Esto no suele pasar”. En materia de aviación, estamos como Irak sin guerra.

–¿Esos que usted llama “salames” son los responsables de la Fuerza Aérea?
–Son los responsables de este caos. ¡Corruptos! Desde 1966 a esta parte, que es cuando Onganía militarizó el 101 por ciento de la aviación civil y se afanó el Servicio Meteorológico, la Fuerza Aérea cobró diez mil millones de dólares en concepto de tasas aeronáuticas. ¿Adónde fue esa plata? No hay infraestructura, y tampoco la invirtieron en su tropa…¡Si los pilotos de combate vuelan cascajos de la guerra de Corea que se caen cada mes y medio! Mirá, hoy sólo quedan dos países en el mundo con su aeronáutica militarizada: la Argentina y Nigeria.

–¿Cómo se soluciona semejante caos?
–Tenemos que pedir ayuda externa, porque no tenemos capacitadores ni dirigentes. A los controladores, que son los peones del sistema, no los dejan ascender. ¡Si ellos mismos le dan clase al capitán para capacitarlo y después se convierta en su jefe! Es un disparate. Hay técnicos argentinos geniales que están desparramados por el mundo. ¡Traigámoslos ya mismo!

–Los requisitos que usted pretende, ¿no pueden provocar que la aviación comercial deje de ser rentable y cierren destinos?
–¿Y a mí que me importa? ¡Subsidien! ¿O vamos a matar gente para que la aviación sea rentable? La aviación es un servicio público esencial a la economía. Argentina es un país grande tenés que comunicarlo. La mentira de las reglas de mercado se acaba cuando paran los pilotos: ¡Si hasta Clinton salió a parar la huelga de American Airlines! Si pararan todos los aviones, el crack de 1929 sería un chiste.

–Mientras tanto, ¿su recomendación es no volar?
–No, sigan volando porque en tierra es mucho peor. Los que viajen en micro se van a matar antes: los choferes tienen 190 horas de servicio máximo por mes, pero los obligan a hacer trescientas. Y después dicen: “¡Se durmió, el h… de p…!”. La posibilidad de tener un accidente en un avión sigue siendo baja, pero si te pasa algo es por corrupción. ¡Eso es inaceptable!

–Su película abrió una causa judicial….
–Es que si hay una película así dando vueltas y nadie hace nada, seríamos un país demasiado psicótico.

–El gobierno también acusó recibo: la ministro de Defensa, Nilda Garré, anunció que el control aéreo pronto va a pasar a manos de civiles.
–No me importa la polémica de si lo iban a hacer antes de la película o no. Nada tiene de malo que reaccionen ante las evidencias… Yo no quiero ningún puesto, no quiero ser funcionario. Esta es mi simple responsabilidad como comandante. Cuando viste morir gente inútilmente, producto de la corrupción, te queda un compromiso de por vida. Pero el problema no está solo en el aire. La Argentina es el país de la desgracia recurrente: Kheyvis no previno Cromañón, el accidente de Austral no evitó la tragedia de LAPA… Esta película es como la alarma de despegue en el avión de LAPA: está sonando, no miremos para otro lado. Escuchá y actuá rápido.

A orillas de la pista de Aeroparque, Piñeyro dispara: “<I>Sólo dos países en todo el mundo tienen su espacio aéreo en control absoluto de la Fuerza Aérea: Argentina y Nigeria</i>”.

A orillas de la pista de Aeroparque, Piñeyro dispara: “Sólo dos países en todo el mundo tienen su espacio aéreo en control absoluto de la Fuerza Aérea: Argentina y Nigeria”.

Piñeyro en su oficina de <i>Aquafilms</i>, rodeado por imágenes de aviones.

Piñeyro en su oficina de Aquafilms, rodeado por imágenes de aviones.

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