“En las escuelas argentinas, la inteligencia fracasa estrepitosamente” – GENTE Online
 

“En las escuelas argentinas, la inteligencia fracasa estrepitosamente”

Es contador de profesión y educador por pasión. Fue Joven sobresaliente 1989,
se graduó con honores en las universidades de Buenos Aires y Harvard, escribió
seis libros sobre educación, y fundó en Mendoza (y preside) el Colegio Norbridge
para chicos talentosos, que acaba de ser premiado como el mejor de Iberoamérica
y España. No es todo: la Universidad de Harvard lo considera uno de los cien
mejores directores de escuela del mundo. Esto piensa, esto dice Daniel Ricart:

–¿Cuál es el Concepto Ricart de inteligencia?
–Sobre la inteligencia nadie termina de ponerse de acuerdo. Pero desde el
punto de vista escolar, es algo que en la escuela argentina fracasa
estrepitosamente.

–¿En qué sentido?
–En la transferencia de lo que se aprende en el aula a la vida cotidiana. Lo
que llamamos competencia cognitiva. En palabras sencillas: lo que enseña la
escuela tiene que servir para desarrollar la creatividad y para solucionar
problemas cotidianos.

–Pero, ¿qué papel juega la genética?
–Desde luego, en la inteligencia hay un factor genético, pero también un
factor ambiental, que es el que trabajamos en la escuela, en especial en los
primeros seis años de vida. ¿Por qué? Porque en ese lapso se desarrolla el
ochenta por ciento de la capacidad neuronal.

–¿Cómo influye la estructura familiar?
–Es el otro cincuenta por ciento: la competencia social y la competencia
emocional. Porque la inteligencia técnica puede aportar un diez en Matemática,
por ejemplo, pero su dueño, además, debe resistir las presiones sociales, tener
alta su autoestima, sentirse seguro, etcétera: virtudes que moldea el hogar.

–¿Los padres se comprometen en la educación de sus hijos?
–En general, ven a la escuela como un depósito de chicos que tiene “la
obligación de educarlos”. Un grave error…

–¿Cómo deberían verla, según usted?
–Como un hospital. Nosotros, los especialistas, desarrollamos su talento,
pero no podemos ser los responsables totales de la educación de un chico.

–¿Por qué no?
–Porque, entre otras cosas, ese chico está diecinueve horas con sus padres,
y apenas cinco con nosotros.

–¿Qué les aconseja hacer a los padres en esas diecinueve horas?
–Que estimulen a sus hijos para que miren menos televisión, no jueguen tanto
con la computadora, y lean más. Que debatan con los chicos los problemas de la
escuela, la familia y el barrio, y que juntos sugieran soluciones. Pero, sobre
todo, que el padre recupere su autoridad.

–¿La ha perdido?
–Sí. El concepto de disciplina se ha desdibujado. Si una maestra reta a un
chico, el padre debe apoyarla, no enfrentarla. Algo que en el noventa por ciento
de los casos no sucede…

–En sus escuelas, Ricart, ¿habla de eso con los padres?
–Continuamente.

–¿Con qué argumento?
–Les digo que, en el futuro, sus hijos se van a encontrar con un mundo que
se rige por un sistema de premios y castigos, y que deben estar preparados para
enfrentarlo. Solos, sin un padre que los defienda.

–¿En qué aspectos la escuela debe ser flexible?
–En los planes de estudio, que deben ser construidos según la fortaleza, la
debilidad, la necesidad y los tiempos de los alumnos, que son los principales
privilegiados.

–¿En la escuela común, estatal, no es así?
–No. Es exactamente al revés. Se establece un plan rígido. Si el alumno marcha
rápido, se aburre. Si marcha lento, queda rezagado y no aprende.

–¿Cómo son sus escuelas en materia de valores?
–En eso somos estructurados. Los chicos deben ser formados a partir de los
valores.

–¿Encuentran resistencia?
–No. Ellos mismos piden límites. Necesitan que alguien les diga qué está
bien y qué está mal. Que la libertad de uno llega hasta donde empieza la nariz
del otro…

–¿Qué opina de los demás colegios privados?
–Los colegios más caros de Buenos Aires son excelentes academias de inglés
con fantásticos clubes de hockey y de rugby. Pero…

–¿Pero qué? ¿Eso es malo?
–La educación privada de un colegio que cuesta mil pesos por mes… es peor
que la educación estatal.

–Pero el inglés y el deporte son buenas armas…
–Por supuesto. Pero en la tarea de ayudar a pensar, son secundarias.

–Sus escuelas, Ricart, podrían ser calificadas como elitistas. ¿Qué pasa con
los chicos sin recursos?
–Los respalda nuestra fundación. Tenemos dos mil alumnos propios y doce mil
quinientos apadrinados de escuelas rurales y urbano-marginales. Seleccionamos
inteligencia, no capacidad económica. Nuestros colegios son para los mejores, no
para los que tienen más plata. En nuestra escuela de Pilar, la hija de un
multimillonario convive con un chico de la villa del barrio Manuel Alberdi. Un
chico que tiene una capacidad matemática espectacular y está absolutamente
becado.

–¿Esa convivencia alcanza para desarrollar sensibilidad social?
–No. Si un chico rico no conoce la vida de un chico pobre, es un ignorante.
Por eso tenemos programas especiales para que los alumnos salgan, vean otras
realidades y piensen en cómo ayudar.

–¿Cuál es la principal falla de la educación argentina?
–La improvisación. El ingreso a la universidad debe empezar cuando el chico
tiene cuatro años, no diecisiete… Si la escuela no enseña a pensar, ¿cómo serán
los dirigentes de mañana?

–Usted estuvo muy cerca del doctor Favaloro, ¿de que manera?
–Gracias a su empuje creé la Fundación Ricart, que acaba de ganar el premio
del Consejo Iberoamericano al Honor a la calidad de la Educación. Después de su
muerte comprendí lo que decía: “Dejaré de vivir el día en que no tenga más
desafíos por delante”.

–¿No los tenía?
–En lo profesional, sí. Pero se enfrentó con esa maquinaria de impedir que
es el Estado.

–¿Usted también choca contra esa maquinaria?
–Sí. Muchas veces me sentí atacado y hasta vencido. Pero tengo una mujer y
una hija –María de las Mercedes, de dos meses– que son mi principal apoyo.
Además, Favaloro nos dejó a sus discípulos una carta: “¡No se les ocurra hacer
lo mismo! Yo me maté de viejo, pero ustedes tienen que seguir luchando hasta la
última gota de sangre”.

–¿Qué opina de Daniel Filmus, el ministro de Educación?
–Lo respeto: es un profesional impecable y tiene muy buenas intenciones.
Pero él solo no puede educar a quince millones de chicos. Necesita un equipo de
profesionales con muy buenas ideas.

–Si Filmus le pidiera colaboración, ¿aceptaría?
–Estoy ofendido, porque dijo que las escuelas para chicos con alto nivel
intelectual “es algo que se le vende a los padres”. Es decir, adoptó la típica
postura argentina: desacreditar lo que hacen otros.

–Ofensa aparte: ¿aceptaría un cargo?
–No. Funcionario, jamás. Eso de calentar una silla no es para mí. Pero,
siguiendo la idea de Filmus de cambiar dígitos de la deuda externa por inversión
en educación, aceptaría con gusto armar un departamento para asistir a los
chicos de alto potencial intelectual de toda América latina.

–¿Una frase favorita, Ricart?
“Somos demasiado pobres para no invertir en educación”. Lo dijo
Gandhi…

–¿Qué haría si su hija eligiera ser modelo?
–¡¡¡La mato!!!

Ricart en el Colegio Norbridge de Mendoza –su obra–, rodeado por alumnos de alta potencialidad creativa. Aquí conviven chicos pobres y ricos: sólo importa su inteligencia", define.">

Ricart en el Colegio Norbridge de Mendoza –su obra–, rodeado por alumnos de alta potencialidad creativa. "Aquí conviven chicos pobres y ricos: sólo importa su inteligencia", define.

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